29. Algo de descontrol

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Alan se levantó con dificultad, agarrando a Ian del cuello de su camisa, por la fuerza empleada perdió el equilibrio cayendo sobre él y empujándolo contra uno de los grandes ventanales de vitral que permitan el paso de luz a la sala desde el jardín

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Alan se levantó con dificultad, agarrando a Ian del cuello de su camisa, por la fuerza empleada perdió el equilibrio cayendo sobre él y empujándolo contra uno de los grandes ventanales de vitral que permitan el paso de luz a la sala desde el jardín.

Sophie hizo el ademán de correr hacia ellos con el instintivo intento de separarlos, sin embargo, su movimiento fue detenido por un par de brazos que la sostuvieron por los hombros.

— ¡Qué haces, detenlos! —gritó reconociendo enseguida el agarre de su hermano. Los chicos seguían propinándose golpes sobre los rosales y todos los invitados a la fiesta echaban porras efusivas a la pelea.

—Déjalos —dijo Tiago, aún sosteniendo a su hermana mayor—. Que terminen esto de una vez.

Sophie volteó a mirarlo incrédula, no sabía si era impresión suya o Tiago disfrutaba en cierta forma de la pelea. Olvidándose de los torpes pensamientos que su hermano pudiese tener, volvió la atención a Ian y Alan, no parecían parar y estaba segura que Ian se encontraba más lastimado por haber destruido la ventana con su espalda.

Los guardias de seguridad intentaban abrirse paso entre el tumulto que contemplaba la pelea, finalmente lograron llegar hacia ellos y separarlos con dificultad. Ian, enfurecido, quería seguir pese tener heridas sangrantes en el brazo y la espalda. Alan ya se encontraba calmado así que el guardia que lo sostenía ayudó a su compañero a detener al muchacho, quien ya vencía su agarre.

— Tú, afuera, no vuelvas a entrar. —Intentaron sacarlo de la fiesta, acto que a Ian pareció no importarle en absoluto. Sólo miró hacia Sophie y ésta en seguida corrió hacia él.

—No, esperen, que se quede. —Alan sonaba serio y preocupado al mismo tiempo. Él sangraba del labio y se cubría un golpe en el ojo, el cual seguramente acabaría morado, pero Ian tenía un fea cortadura en el ante brazo y por la bronca no se percataba que un fino hilo de sangre no dejaba de fluir.

 Él sangraba del labio y se cubría un golpe en el ojo, el cual seguramente acabaría morado, pero Ian tenía un fea cortadura en el ante brazo y por la bronca no se percataba que un fino hilo de sangre no dejaba de fluir

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Ian se mostraba molesto mientras Sara, la madre de Alan, le vendaba el brazo. Desde el otro extremo de la habitación, Sophie lo miraba con reprobación.

— ¡Ya está! Ya puedes mirar, tienes suerte de que no haya sido profunda, no necesitaras sutura, —La mujer le anunció a Ian para que pudiese voltear a ver su brazo en vuelto en una venda blanca, sin señales de rojo liquito que tanta repulsión le causaba.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now