32. pTres mil litros de puddin de chocolate

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La noche oscura aclarada por los faroles de la calle y la propia luz que alumbraba las ventanas de la casa, no parecían suficientes para disminuir lo tenebroso

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La noche oscura aclarada por los faroles de la calle y la propia luz que alumbraba las ventanas de la casa, no parecían suficientes para disminuir lo tenebroso.

Sophie y Daniel contemplaban con desconfianza la puerta de la casa desde la acera. No se animaban a entrar aún, pensaban en el ruido que habían escuchado antes de salir despavoridos.

Silencio, sólo el canto de algunos grillos lo interrumpían, realizando un descarado corte en la quietud.

— ¿Por qué no entran? —Una voz los hizo saltar como si una descarga eléctrica acelerase su corazón—. Porque...nada... la noche es bonita, la disfrutamos. —Sophie se cruzó de brazos con orgullo, Ian puso un gesto de: ¿Por qué clase de idiota me tomas? y agarrándola por el brazo la llevó adentro.

—Me quedaré a cuidarlos —les avisó después de reír cuando un trueno sonó en la lejanía y los hermanos brincaron por cuarta vez esa noche.

—No te necesito, podemos cuidarnos perfectamente solos. —Intentó empujarlo fuera y él permaneció quieto, haciendo de cuenta que ni sentía los brazos de la muchacha.

—No te lo estoy preguntando, me quedaré porque necesitan supervisión.

— ¡Ja! ¿La tuya? mejor que nos cuide el perro... —comenzó con sus altaneros reproches a los cuales Ian ignoraba, su atención se había centrado en los enormes turriles de pudin.

A riesgo de arrepentirse les preguntó qué pretendían hacer con los tres mil litros de pudin de chocolate.

Después de escuchar la descabellada idea de Daniel y asombrarse por la emoción y aceptación de Sophie (en realidad sin asombrarse demasiado, aquello parecía algo que ella haría), avisó que más les valía no involucrarlo.

—Qué pena, porque te necesitamos mañana para ayudarnos a llenar la piscina —contestó Sophie a los miles de reproches de Ian.

—Tu padre me matará, suficiente tengo con haberle robado la moto, con esto más no me dejará ni acercarme a diez metros de ti, además ¿qué gano?

Sophie curvó los labios, todo era cuestión de encontrar el precio correcto.

—Todos los puntos que te faltan. Me ayudas y te doy los... —pensó un momento intentando hacer cuentas y percatándose que no tenía idea de cuántos puntos le faltaban a Ian, en realidad ese sistema había sido más por fastidiarlo, nunca lo había tomado realmente en serio—. Te doy todo y eres mi novio oficial a partir de ahora.

Ian no lo meditó demasiado, agradecía que todo el tema de los puntos llegaba a su fin, y después de días, por fin Sophie le daba una respuesta afirmativa a su declaración.

Daniel los miró con repulsión, al igual que Tiago no le hallaba el sentido al tema de los novios. Dejando a su hermana vivir su mayor fantasía de por fin contar con un novio, subió a su habitación.

Los sueños secretos de SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora