41. Un voto de confianza

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¿Un día era suficiente para que Sophie se hubiese tranquilizado? no estaba seguro, sin embargo, era una tortura

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¿Un día era suficiente para que Sophie se hubiese tranquilizado? no estaba seguro, sin embargo, era una tortura. Después de dar vueltas por la ciudad sin absolutamente nada más que hacer, regresó a su barrio. Tiago y Alan tenían entrenamiento de básquet así que era su oportunidad para hablar con Sophie.

Pasó frente a la casa donde supuestamente seguía viviendo, con disimulo volteó a la izquierda, la patrulla ya no estaba. Sintió cierto alivio. Caminado con más tranquilidad se sorprendió al sentir que alguien lo empujaba con mucha brusquedad contra la pared.

Su primer pensamiento fue que se trataba de Esteban, mas quien lo sostenía era mucho mayor e iba acompañado. Abrió los ojos después del impacto y enseguida reconoció al policía que había intentado interrogarlo días atrás, esta vez iban vestidos de civiles.

— ¿Dónde está? —le preguntó uno mientras el otro alistaba su macana.

— ¿Dónde está qué? —respondió desafiante siendo asfixiado por el fornido brazo del policía.

—Tú sabes quien, no podemos interrogarte en la estación, pero lo haremos aquí mismo si es necesario —lo amenazó soltándolo.

Ian se dobló para recibir aire y enseguida el segundo hombre lo golpeó en el estómago.

— ¿Vas a hablar? —El primer policía, quien era el único que hablaba, lo incorporó nuevamente.

Ian tosió y lo empujó con la fuerza que le fue posible. El otro lo agarró por los brazos, aprovechando su debilidad por el dolor; el primer policía se levantó del suelo y lo golpeó en el rostro.

Ian ya no vio lo que pasó, lo soltaron y se dio cuenta que alguien había aparecido y los policías escapaban.

— ¿Estás bien? —escuchó la voz del padre de Sophie.

Aguantándose el dolor se levantó.

—Ven. —Nicolás lo ayudó a incorporarse y lo llevó a su casa.

Ian se sentó con algo de dificultad en el comedor de la cocina. El dolor ya pasaba y recuperaba el aire. No había sido tan grave, recordó que cuando había vivido en la calle había recibido peores golpizas. Solo sentía el orgullo herido por haber sido golpeado tres veces en solo dos días y por personas diferentes.

—Me vas a decir qué está pasando —Nicolás le habló severo y con torpeza le lanzó una bolsa de hielo para que pusiese sobre su rostro.

—No lo sé —intentó sonar convincente—. Querían asaltarme, supongo.

—No es cierto. —Retiró una silla y se sentó frente a él—. Esos sujetos eran policías, vigilan tu casa desde hace días. Tu tutor no vuelve y los sirvientes ya no están.

—Los despedimos, mi tutor vuelve a Inglaterra. —Ian bajó el hielo, sabía que Nicolás era inteligente y nada ingenuo, no se creía ninguna de sus palabras, pero fingía que sí.

Los sueños secretos de SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora