25. La casa de los decapitados

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Lo que más le agradaba de las vacaciones era dormir horas extra

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Lo que más le agradaba de las vacaciones era dormir horas extra. A diferencia de su madre, a ella le encantaba tener un par de días para dormir casi hasta media mañana y bajar a desayunar después que el resto de su familia.

Vertía leche de soja en su bol de cereal cuando le tocaron la puerta de la cocina.

A través de la ventana distinguió a Ian. Los nervios volvieron a aflorar, se sentía tonta, pero era inevitable. Con cada nuevo detalle, momentos que pasaban juntos y las cosas que iba descubriendo sobre él, se sentía más abrumada en su presencia.

—Creí que habíamos quedado de vernos en la tarde —habló abriéndole la puerta para darle paso.

—Bonito pijama —dijo Ian mirándola con seriedad de arriba abajo.

A Sophie se le vino el mundo encina dándose cuenta que llevaba su pijama más infantil, uno rosa con nubes celestes, y para complementar al atuendo: unas mullidas pantuflas con cabezas de gatitos, que se asemejaban más a peluches incrustados en sus plantas que a un calzado.

—En las mañanas tengo clases con Daniel y en la tarde... —Comenzó a explicar Ian antes de verse hablando solo, Sophie ya había corrido como endemoniada hacia su habitación, tropezando con cuanto mueble se le cruzó y resbalando en el piso de madera.

Además de sus torpes y nerviosas reacciones, encima hacía el ridículo de esa manera. A pesar de querer sacárselo de la cabeza y minimizar el asunto, no podía permitirse verse mal frente a él. En circunstancias anteriores la forma en que él la viese le habría importado muy poco, pero a sabiendas de lo mucho que le gustaba, no era permisible que Ian, además de no tomarla en cuenta, tuviese motivos nuevos para molestarla.

Sin perder el tiempo sacó ropa nueva del armario y se arregló lo mejor posible, dejándose el cabello suelto, tal vez a él le gustaría más así... o eso pensó antes de recapacitar, no quería impresionarlo, quería que las cosas volviesen a ser como antes, y al mismo tiempo no verse mal... al final de cuentas, no sabía qué impresión quería causarle. Era demasiado confuso, sus sentimientos la incentivaban a cercarse más a él, gustarle y declararle sus sentimientos; su instinto de supervivencia, que había actuado siempre frente al resto del mundo, le incitaba a mostrarse indiferente, seguir odiándolo, seguir viéndolo como su enemigo.

Con la cabeza en alto y su ensayada actitud de indiferencia, bajó a la sala, donde Ian ya le daba tutoría a su hermano más pequeño.

Sophie aprovechó el tiempo para practicar la guitarra. La audición se acercaba y debía estar más que lista. Concentrada tocó cada nota y pensó cada palabra que salía de su garganta para otorgarle el sentimiento adecuado.

—Sigue siendo demasiado dulce.

Se sobresaltó al escuchar a Ian, quien la había estado contemplando por largo rato desde la puerta.

La tutoría había terminado y había preferido dejarla terminar de cantar la última canción antes de comenzar con el proyecto.

—Al menos elijamos el lugar que investigaremos y hagamos un cronograma, así podemos dejar espacio para tus prácticas. —Con la misma actitud pretenciosa de siempre, tomó un cuaderno del escritorio de Sophie y una lapicera—. Hoy empezamos eligiendo el lugar, esta tarde vamos al lugar, mañana en la mañana empezamos con la investigación, pasado mañana en la mañana continuamos con la investigación... —Desordenadamente anotaba ideas sueltas en el papel mientras Sophie lo miraba más sorprendida que antes, poniendo una mueca e intentando comprender su cronograma.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now