26. Hora de revelar sentimientos

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Ian constató con el mayordomo que su tutor se encontraba de viaje.

Animado corrió escaleras arriba. Lanzó su mochila y su chaqueta en el suelo para romper un poco la pulcritud del lugar. Cruzando los brazos detrás de su cabeza miró al techo.

Sophie no salía de su cabeza, en lugar de alejarse de ella como debía, cada día se acercaba más. Es que aquello le resultaba inevitable, se había encaprichado con ella desde el primer día de colegio ¿Y quién no lo haría? Los primero que resaltaba en ella era su belleza física, razón por la cual la mayor parte de los chicos del colegio andaban prendidos de ella; pero, a diferencia de Ian, solo la buscaban como a una chica trofeo, la cual pudiesen presumir frente al resto, sin importarles lo divertida, dulce e inteligente que era. Solo había que tener el valor de romper su corteza dura y descubrir lo que Ian ya había descubierto hacía tiempo.

La pregunta de Sophie rondaba en su cabeza a tiempo que cientos de imágenes de ella pasaban como flashes. ¿Qué eran? Pues eran exactamente lo que su tutor quería: conocidos, compañeros de clase, un medio por el cual Ian pudiese conseguir información necesaria para acercarse a la persona que debía; y no podía con eso.

Él jamás había tenido algo de lo cual poder adueñarse, ni objeto ni persona, nadie a quien querer, y aunque su pensamiento era egoísta, desde hacía tiempo ya sabía que quería a Sophie solo para él. Pero había personas que impedían que él pudiese cuidarla de cerca, como Tiago, Alan y su mismo tutor. Pensándolo cayó en cuenta, hacía lo que otros le decían, y por primera vez, estaba decidido a hacer lo que él quería; y lo que él quería era tener a Sophie a su lado.

Tal vez era imprevisto y raro, tal vez ella terminase por sonreírle arrogante y aprovechar su declaración para manipularlo a su antojo; si eso sucedía él ya sabría qué hacer. Lo único que debía preocuparle era atenerse a su plan: ir, decirle lo que sentía y eso era todo.

Al salir a la puerta de calle casi tropieza con una niña que se encontraba parada frente a él.

Se le hizo conocida, pero trabajaba con tantos niños que le era difícil recordar quién era. Sus ojos grises lo contemplaban llenos de ilusión y su cabellera rubia bien recogida junto a su ropa fina le hacía suponer que no se trataba de una niña del orfanato.

—Hola ¿te acuerdas de mí? —habló con su aguda voz.

Ian trató de hacer memoria ¿Dónde había visto a esa niña antes? De repente el recuerdo le vino: era compañera de Daniel, la niña que le había pedido su teléfono el día que Sophie había estado en la clínica.

—Sí, estas con Daniel en el colegio. —Despejando la duda de su identidad, se preguntó qué hacía allí esa niña.

— ¡Sí! me llamo Grecia —se presentó.

— ¿Y qué es lo que haces aquí?

—Quería verte —obvió su respuesta.

—Dónde está tu mamá, no deberías andar sola. —Impaciente miró en todas direcciones, debía encontrase con Sophie a media mañana para continuar con su proyecto y decirle lo que tenía pensado.

—Mi mamá... me dejó venir. —Dudó al principio y luego mintió con facilidad.

—¿Y cómo sabías dónde vivo? —Cruzó los brazos y la contempló acusadoramente.

—Daniel me dijo —respondió intimidada.

Ian se dio cuenta que no podía perder el tiempo, si estaba en el colegio de Daniel, Thaly de seguro conocía a su madre. De manera dulce le extendió la mano y la niña la aceptó más que dichosa. Caminó brincando junto a Ian, contándole un montón de cosas mientras el mantenía su mente alejada de la niña.

Los sueños secretos de SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora