1. nosotros nunca habíamos hablado

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1. nosotros nunca habíamos hablado (siempre hay una primera vez para todo)

El balón salió volando a puerta y se metió en la portería sin que el portero pudiese evitarlo. Los jugadores del equipo que vestía los petos del entrenamiento empezaron a celebrar y a rodear al capitán, el cual había marcado el gol vencedor.

Un silbato resonó por todo el campo de césped y todos los chicos se giraron para ver al entrenador.

"¡Muy bien hecho, Lightwood! Te quiero así de centrado para el partido del sábado. ¡Tú!" el entrenador señaló al portero que no había podido detener el gol. "Más te vale entrenar más, chaval. No admito pusilánimes en mi equipo. ¡Todos a los vestuarios!"

El pelotón de jugadores se aglomeró a las puertas de los vestuarios entre risas y bromas.

Bien, pensó Alec abriendo su taquilla, céntrate, ojos de cintura para arriba, de cintura para arriba.

Suspiró. Alec, el capitán del equipo de fútbol de su instituto, adoraba ese deporte. Desde pequeño su padre había jugado con él y había compartido su afición por el Fútbol Club Barcelona. Lo llevaba en la sangre, no se podía imaginar su vida sin un balón rodando frente a él.

Pero lo que no le gustaba del fútbol era la hora de los vestuarios; la hora donde sus amigos heterosexuales se ponían a desnudarse tranquilamente y a ducharse frente a sus narices. En verdad, para él no era problema ver sus cuerpos empapados en sudor. El problema era que nadie sabía que él iba por el otro lado, y así seguiría siendo. Sus amigos, aunque amables y divertidos, eran un poco intolerantes, homofóbicos y racistas. Por eso él no podía decir abiertamente que era gay, porque su estatus en el Instituto caería, pasaría a ser un marginado y sus amigos ya no serían tan-amigos y le pegarían palizas como a tantos otros chicos.

Alec suspiró derrotado. No le gustaba el comportamiento de sus amigos, pero no podía hacer nada para pararlos. Era tenerlos como amigos o como enemigos; Alec, por su integridad física, prefería la primera.

Aunque sus amigos le llamaran cerdo por no ducharse en los vestuarios, prefería eso a que le vieran tener una erección. No, gracias.

Cogió su bolsa de deporte, se colgó las converse al hombro y, con la cabeza gacha, se dirigió a la puerta, pero un cuerpo le cortó el paso.

"Hey, ¿a dónde vas tan rápido?" le dijo Jace, su mejor amigo. Jace era completamente diferente a Alec; mientras que Jace tenía el pelo rubio natural (mejor no decir lo contrario a ese dato), Alec lo tenía del color del carbón; mientras que los ojos de Jace brillaban por su color dorado, los de Alec te hacían hundirte en ellos por su profundo azúl; las facciones de la cara de Jace eran más delicadas, como si de un mismísimo ángel se tratara, mientras que Alec tenía una mandíbula fuerte y gesto serio.

Vamos, no era de extrañar que Alec estuviese enamorado de él.

"Tengo que llegar pronto a casa." dijo Alec, intentando no separar su mirada de la del rubio, pues eso lo delataría. Jace era la persona que menos debía saber la verdad de Alec.

"¿Quieres que te llevemos? Mi tío estará recogiendo a estas horas."

"Claro, gracias." Sonrió Alec, sus labios rosas enmarcando su hermosa sonrisa.

A veces se preguntaba si sus sentimientos eran tan obvios y si su amigo era un ciego idiota.

"Pero antes tengo que pasar por secretaría, unos papeles de la beca, tú sabes..." No, la verdad es que Jace no sabía, porque Jace nunca le escuchaba. Estaba demasiado ocupado con su nuevo ligue, Clary Fray. Desde que aquella infantil pelirroja se había trasladado a su instituto, Jace solo tenía ojos para ella y había dejado de lado a Alec.

I think I'm in love again « malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora