25. veo una estrella fugaz

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25. veo una estrella fugaz (y pienso en ti)

El primer trimestre terminó con los profesores del instituto hartos de sus alumnos y con el colegio cerrando sus puertas. Alec había aprobado todas, al contrario que Isabelle, que había suspendido Filosofía. La bronca que la echaron esa noche sus padres se escuchó por todo el barrio.

Pero, dejando de lado las calificaciones académicas, las Navidades se presentaban muy bien. Habían ganado todos los partidos de fútbol por el momento, Alec tenía todas las papeletas para conseguir la beca de estudios y, simplemente, él era feliz teniendo a su novio y a sus amigos.

Lydia y su imparable felicidad, organizaron las mejores vacaciones de la historia, desde ir a ver una película al cine, ir de compras, bolera, balneario hasta quedarse en casa jugando a video juegos o ver series. Estaba muy ilusionada, y hasta había imprimido horarios para que ninguno se olvidara de ninguna actividad. Lydia amaba la Navidad, y la Navidad la amaba a ella porque hasta Alec se puso a cantar canciones navideñas de Justin Bieber.

Pero los padres de Alec arruinaron todos los planes de Lydia cuando se presentaron en casa la víspera de Nochebuena y se llevaron a Isabelle y Alec al aeropuerto, donde cogieron un avión para viajar a España. Sin avisar, sin llamar. Solo apareciendo, diciendo que habían organizado una escapada familiar.

Lydia lloró, hizo pataletas y golpeó un oso de peluche, pero eso no pudo convencer a Maryse Lightwood de que sus hijos se quedaran en el pueblo.

De la noche a la mañana Alec se encontraba al otro lado del océano, sin teléfono móvil y yendo de un acto social a otro, siempre vistiendo un traje impecable pero muy incómodo que quemaría en cuanto volviera a casa.

Al final no había sido una escapada familiar; eran negocios, como siempre.

Solo había que ver a los hermanos Lightwood, vestidos como un guante, pero con gesto aburrido, sentados al fondo del salón, observando como esas víboras multimillonarias eran amables con personas a las que pondrían verdes segundos después con otras. El mundo de sus padres se resumía en una palabra: hipocresía.

Lo más sorprendente es que su madre tenía el afán de presentarle chicas. Hijas de socios, sobrinas de amigos e incluso primas lejanas que no sabía ni que existían. Estrechó tantas manos que perdió la cuenta y sonrió tan falsamente que parecía que habían puesto cinta adhesiva por toda su cara para que sus dientes no se cayeran. Las reuniones de sus padres eran un rollo, pero se hacía peor cuando sus padres le inmiscuían en sus negocios.

Sin embargo, lo peor de todo, era que llevaba todas las Navidades sin hablar con Magnus. Gracias al suspenso de Isabelle, los dos estaban sin teléfonos, y sus padres les controlaban todo el rato para que no pudieran utilizar el del hotel. ¿Qué estarían pensado Magnus y sus amigos? Prácticamente se habían ido sin avisar.

"Alec, ven aquí un segundo." Dijo Maryse con voz suave, sonriendo hacia Alec.

Alec se acercó a ella con pasos elegantes, copa de champán en la mano y pelo perfectamente peinado. Sonrió cortésmente a las personas que acompañaban a su madre, la cual vestía un espectacular vestido negro de falda larga. Un señor que aparentaba cuarenta o cincuenta años y que lucía una barba castaña le estrechó la mano, y una chica de cabello negro que caía suavemente por su espalda y de sonrisa avispada besó sus mejillas.

"Te presento a Patrick Penhallow, uno de nuestros más importantes socios. Y a su encantadora hija, Aline."

"Un placer." Alec inclinó la cabeza, y la chica le sonrió con diversión escondida en sus ojos marrones.

"Alec, ¿qué te parece que mientras que yo hablo con Patrick, tú charlas con Aline? Ella no conoce los jardines del hotel, podrías mostrárselos..."

I think I'm in love again « malecWhere stories live. Discover now