Veintiuno.

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Otra vez volvía a admitir que Lautaro tenía razón, pero no era tan malo después de todo, a mí me beneficiaba y me hacía ir un paso más adelante en el plan, Dante no iba a buscarlo y él mucho menos, por lo que iba a estar todo más calmado y la sensación era buena porque no tenía que compartirlo con Lautaro, a pesar que eso cada vez me molestaba menos.

Mis amigas estaban felices que las cosas empezaran a estar más claras con Dante, pero a ellas les gustaba la parte donde le echaban en cara a Lauti que yo le iba a ganando, aunque a él no le importaba y llegaron a creer que se había resignado, creando hipótesis de la razón de su ignorancia, mientras que a mí me causaba gracia porque aún no les contaba cómo eran las cosas y no pretendía hacerlo, tener secretos con él era divertido.

Mi sonrisa fue inevitable cuando entré y pasé por al lado de la española y su novia fingiendo que la ignoraba, aunque en realidad no me interesaba mucho ella, sólo me alegraba que al fin encontrara a alguien para que yo no me sintiera culpable todo el tiempo de pensar que le estaba rompiendo más el corazón, así que podía sentirme liberada y eso me hacía sonreír. Lauti llegaba también, con los anteojos puestos y la seriedad que le provocaba la mañana.

—Buenos días bello durmiente, veo que a los que le gusta la noche no le sienta bien la mañana.

—No mucho cuando una insoportable me llama cada dos minutos para recordarme lo que ya me recordó en el primer mensaje.

—Pensé que estaba de emergencia, pero fue una falsa alarma.

— ¿Me estás jodiendo?

—No, ¿las trajiste? Te mandé un mensaje—le dije haciendo una mueca, él bufó.

— ¡Me dijiste que estabas sangrando Camila, me levanté más temprano para ir a comprarte tus putas toallitas!

— ¿Otra vez vas a decírselo a todo el mundo? —pregunté y lo agarré del brazo para hacerlo entrar a la primer aula que encontré vacía y qu los alumnos usaban para estudiar en tiempos libres, pero nadie estaba.

— ¡Te voy a matar, podría estar durmiendo ahora!

—Bueno perdón, me dolían los ovarios y pensé que me había venido pero fue falsa alarma y mis amigas vienen más tarde, no tengo tanta confianza con otras chicas.

—Dios mío, te odio, dormí cuatro horas nada más. —se quejó y me dio el paquete con bursuqedad, yo suspiré.

— Perdón ¿Cuánto te debo?

—Nada, bueno en realidad quiero gomitas pero el kiosco de acá no tiene.

—Bueno en el receso salgo y te compro, gracias y perdón. —le dije y guardé las toallitas femeninas en mi cartera, no quería saber cómo estaban sus ojos debajo de los lentes así que preferí evitarlo hasta pensarlo. —Ah, vi a tu amiga con una chica parecer bastante feliz, me siento aliviada...

—Cali vos tenés menos novela que mi mamá. —bufó yéndose. —lo hace porque cree que te va a dar celos, tarada.

Eso no podía cierto, me negaba a aceptar que una mente estúpida creyera lo que una novela vendía, lo ficticio no podía meterse con la realidad, no con esa chica.


Pregunté de nuevo en el kiosco de la universidad pero no tenían las gomitas para Lautaro, así que salí y tuve que recorrer dos más porque el primero también se había quedado escaso de esas golosinas. Se las debía así que no podía quejarme, pero fue una odisea encontrarlas y llevárselas antes que tuviera que entrar a la otra clase.

Quedamos en vernos en el almuerzo y entonces yo le comentaría lo que quería hacer con Dante, seguro Lautaro lo aprobaría porque nada de lo que yo hiciera infería en su camino, no desde que se había corrido para dejármelo libre, sin embargo sospechaba que no sólo era por eso, él quería disfrutar del sexo y con Dante se pasaba una hora intentando convencerlo, hora de su tiempo que no le gustaba derrochar.

¡Va a ser mío!Where stories live. Discover now