Veintinueve.

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La gente se volvía loca cada vez que era el tiempo de las ballenas en Puerto Madryn, una ciudad de la provincia de Chubut, de la Patagonia Argentina, ellas llegaban de abril a noviembre y los turistas abundaban en la ciudad en las vacaciones de invierno. Aún no llegábamos a esa instancia pero estábamos cerca, éramos conscientes que el lugar se iba a llenar de personas que sólo querían ver los atractivos naturales, como las ballenas, los pingüinos, elefantes marinos y otros.

Personalmente estaba acostumbrada y antes de que Nicolás se fuera a Buenos aires, en las noches solíamos pasear por las playas para escuchar los chapoteos de las bestias marinas. Por alguna razón Dante creía que eso era romántico, veía a leguas su plan y lo dejé avanzar, no había podido verlas antes y fue una buena excusa para aceptar salir con él la noche del viernes.

Sin embargo, a pesar de la cena y la vista a la playa desde el muelle, yo no hacía más que recordar el tiempo que habíamos pasado con Lauti, cuando él me consoló y me invitó a emborracharnos para olvidarme del estúpido de Benjamín, fui una idiota en no haberlo besado cuando me dejó hacerlo, pero el efecto a pesar del alcohol que había tomado pareció ser el mismo, porque no podía dejar de pensar en eso y en todo lo que lo incumbiera.

— ¿Tenés frío?

—No. —le dije y corté un poco su intención de prestarme su campera, así que me retracté. —pero un abrazo no me vendría mal.

— ¿Estás nostálgica?

—Me gustaba hacer esto con mi hermano antes que se fuera.

—Seguro lo extrañas. —dijo y yo asentí poniéndome de espalda para que me abrazara de la cintura, puse mis manos sobre las suyas y estaban frías. — ¿Y tenés pensado verlo?

—Quizás en las vacaciones, no falta mucho.

— ¿Vas a viajar o viene él?

—Depende de su trabajo, si puede va a venir pero tengo ganas de ir yo, fui pocas veces a Buenos aires y hay cosas que quiero hacer ahí.

— ¿Por ejemplo?

—No sé, pasear, conocer, la ciudad es linda aunque no la cambiaría por la tranquilidad de acá, pero tengo ganas de ir.

— ¿Qué te parece si nos hacemos una escapada juntos? —preguntó y yo levanté ambas cejas. Estaba convencido de conquistarme en serio. —En las vacaciones no trabajo y tengo algo ahorrado, ¿qué decís?

—Puede ser, voy a ver qué va a hacer mi hermano.

—Bueno preguntale y después me decís, es una buena idea.

—Genial. —concordé pero no en realidad, viajar con Dante con una idea de salida romántica me parecía aburrido, porque no necesitaba ese romanticismo con él.

Su hermana sabía que estábamos del otro lado de la habitación y no era tonta, al menos que haya sido muy astuta en ponerse auriculares o bajar a comer algo porque la cama de Dante se movía tanto como nosotros y aunque quise acostumbrarme al ruido, me molestaba más de lo que lo había hecho la última vez que estuvimos en su casa, para peor, él no me hacía olvidar de eso con su forma y no lo entendía, se suponía que tenía que lograrlo y hacer que lo demás me importara una mierda, pero no.

—No creo que pueda verle la cara a tu hermana después de hoy.

—A ella no le importa.

—No es por ella, es por mí.

—Peor es que nos vea Lauti ¿no? —dijo y yo fruncí el ceño, Lautaro seguía en nuestras conversaciones y después era él quien se convencía de olvidarlo.

¡Va a ser mío!Where stories live. Discover now