Cuarenta y dos.

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No me gustaba comparar cada persona con la que me acostaba, pero no entendía cómo yo me había conformado de manera tan básica con mis amantes, mis creencias eran puros mitos al lado de él y su forma de hacerme tocar el cielo.

No podía ni siquiera emitir palabra porque escucharlo disfrutar de la misma forma que yo era uno de los placeres más grande que tenía el gusto de conocer. Y era cierto que estábamos tomados por la inconsciencia, pero la poca que me quedaba lo prefería así, sabía cómo iban a terminar las cosas después que amaneciera y no podía quejarme, accedí a que pasara.

Pero ¿cómo evitarlo? Sus toques, sus caricias, sus besos, cada centímetro de mi piel fue bañada con su boca y el placer se extendió desde la punta de mis pies hasta mi última hebra de pelo de la cabeza, vibré en las sensaciones que me provocaba y me creí parte de un sueño al que sólo se extendió en mi mente, porque después de estar rodeados por la magia y la densidad que nuestros cuerpos tenían al finalizar el acto sexual, todo se terminó y su confusión lo manejó sin que pudiese evitarlo, se fue y cual prostituta terminado su servicio, me quedé en la cama para que el alcohol hiciera su efecto.

Pero ¿cómo evitarlo? Sus toques, sus caricias, sus besos, cada centímetro de mi piel fue bañada con su boca y el placer se extendió desde la punta de mis pies hasta mi última hebra de pelo de la cabeza, vibré en las sensaciones que me provocaba y ...

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— ¿Tienen nombres pensados?

—A mí siempre me gustó si es nene, Santino.

—Eso no es un nombre. —dijo mi hermano haciendo una mueca, Sabri lo empujó quejándose. —Santiago sí, pero ¿Santino? Es horrible.

—A mí me gusta.

— ¿Y si es nena? —le preguntó mi hermana, mamá se acercó para escuchar también.

—Tania.

—Eliana.

—Tienen ocho meses para pensarlo, no se maten desde ya. —les dije y me levanté para subir a mi cuarto, ignorando que ellos se quejaron conmigo por mi negatividad.


El celular me vibró en la mano y cuando lo levanté a mi vista, la llamada de Lautaro entraba en la casilla. Respiré hondo y acostándome nuevamente en la cama lo atendí.

—Hola.

—Hola, ¿todo bien?

—Sip.

—Te quería... pedir perdón por irme anoche, más allá que caímos en la tentación no estuve bien en irme, aunque quizá fue lo mejor.

—No te preocupes, no esperaba tampoco que te quedaras a abrazarme o dormir conmigo, porque si no cuando nos despertáramos el alcohol no iba a funcionar mucho. —le dije con sinceridad, ya que si bien no me olvidaba nada de lo que hicimos en la cama, sirvió en la mañana para no sentirme tan estúpida al recordar.

— ¿Te lo querés olvidar, no?

— ¿Vos no?

—No sé.

—Mirá Lauti yo... no quiero jugar a esto, me importa más tu amistad y lamentablemente el sexo a largo tiempo va a dificultar las cosas, y me hago cargo porque desde mi parte sé que va a ser así.

¡Va a ser mío!Där berättelser lever. Upptäck nu