Cuarenta y cuatro.

13.3K 1.3K 352
                                    

Todo lo que yo parecía hacer o decir, a Lauti lo inmutaba cada vez más, nada de lo que hiciera podía lograr que él se sintiera afectado, estaba bien después de todo, desde que lo conocía las cosas le importaban básicamente nada y es por eso que vivía tan feliz, porque simples cosas que, en lo personal me hincaban hasta el alma, a él parecían resbalarle desde la cabeza hasta los dedos los pies.

Yo tenía que imitarlo un poco, conseguir no sentir cómo él demostraba, pero no era fácil cuando frente a mis ojos coqueteaba con más chicos de los que yo podía en una semana, o me encontraba para contarme sus aventuras, como si lo hiciese a propósito, pero él fue claro, teníamos que olvidarnos de lo que pasó, neutralizando más de lo que mi ego podía soportar.

Antes que llegase el fin de semana que tenía planeado encontrarme con Agustín, reconsideré las posibilidades de dar un paso más en cuanto a formalizar nuestra relación, hablábamos todos los días y nos llamábamos constantemente como si fuésemos novios preocupándose por el otro, él me cuidaba y me hacía sentir importante en su vida, claro que una relación a distancia no era lo más fácil del mundo, pero cada algunos fines de semana podíamos vernos y disfrutarnos después de habernos extrañado.

Por mi mente pasaba injustamente el pensamiento de necesitar estar con alguien, pasó más de un año desde que no tenía una relación y si bien no quería una igual, necesitaba sentir que existía alguien para mí. Lauti era un buen concejero para aquello, él sabía siempre qué hacer con sus tantísimas relaciones, sin embargo no estaba de acuerdo con mis fundamentos.

—Primero en principal, no es fácil mantener una relación a distancia, de hecho es una mierda.

—Mantenemos una relación a distancia hace más de un mes y te puedo asegurar que los recuentros son la gloria. —le dije levantando ambas cejas para señalar con mi mirada, la intensidad a la que me refería, pero él hizo un ademán.

—Bueno y ahí está lo segundo, lo conoces hace un mes y te hace actuar la desesperación.

—Nada que ver Lauti, no dije que voy a casarme con el chico y tampoco a ponerme de novia, solamente a establecer más... oficialismo.

—No te vi acostarte con nadie que no sea él, y si desde ya no hace lo mismo, no vale la pena querida. —me dijo hojeando las revistas del consultorio del dentista, donde me había acompañado para seguir con mi tratamiento de blanqueamiento.

—Lo hace y estoy segura, porque entre el trabajo y el estudio llega tan cansado que hasta se obliga a escucharme todas las noches.

—Bueno no sé, yo creo que no es necesario, la vida se vive mejor soltero.

—A vos te hace hablar la ignorancia, no tenés idea de lo que es estar comprometido con una persona, cuidarla, mimarla, pelearla, sólo tenés sexo y te vas.

—Camila García. —me llamaron y le dejé mi bolso para levantarme y entrar al consultorio. El odontólogo enseguida entré me demostró que lo era a través de sus perfecta y blanca sonrisa, era joven y más lindo de lo que recordaba. —Hola ¿cómo estás?

—Hola, bien.

Me sentí culpable la media hora que pasé coqueteando con el dentista, no estaba en mi mejor estado pero la facilidad que tenía para hacerme sonreír y endulzarme el oído era admirable, un poco confianzudo quizá de retenerme cuando tenía que irme para seguir hablando y pedirme mi número, pero quise mantener la incertidumbre y prometí dárselo en la próxima visita, por lo que salió conmigo para pedirle a su asistente que me diera una para la próxima semana. Me reí de su habilidad de convencerme y lo saludé con un beso en la mejilla, para irme escuchándolo decirme lo hermosa que era.

¡Va a ser mío!जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें