Cuarenta y ocho.

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Yo no quería que las cosas fueran como me estaban saliendo, pero tampoco quería esperar a lo que sea que pasara con Lautaro fuera en Puerto Madryn, viéndolo todos los días en la universidad y en las salidas por compartir la mayoría de amigos.

Probablemente no era la mejor decisión, ¿pero cuál era la buena? Ya habíamos puesto las cartas sobre la mesa y se cortó, no podía hacer nada más al respecto, sólo recomponer mi ánimo y dejar entrar a otra persona, porque la soledad hubiese sido la primera opción, pero no había necesidad de negarlo a Agustín cuando fue él quien siempre estuvo para mí.

Las dos semanas que pasé en Buenos aires, viví más con él que con mi hermano, hizo de todo para que yo me olvidara que en mi pecho todavía punzaba el vacío, me llevó a comer todas las noches, me hizo conocer la ciudad más de lo que ya hacía, salió temprano cada día para pasar tiempo conmigo y me hizo reír hasta que me doliera la panza. No omitimos la parte del sexo, no podía evitarlo y él tampoco, estaba en nuestro instinto y la pasábamos bien. Y con mi hermano y Sabri era mejor la relación, ya que despacito se iba metiendo entre ellos como algo mío.

— ¿Qué pensas que te pueda pasar cuando lo veas?

— ¿Por qué querés saber eso?

—Es que no quiero que te haga cambiar de opinión, no es fácil para vos y no me gustaría que arruine lo poco que lograste este tiempo.

—No te preocupes, no lo va a hacer. —le dije e intenté sonreírle un poco. —estoy convencida de esto, aparte ya tengo la admisión en la universidad y no quiero perder esa oportunidad.

— ¿Y tus papás qué te pueden llegar a decir?

—No van a estar muy contentos, querían que terminara el año, pero ya no aguanto, estoy ansiosa por estar acá.

Escuchamos por los altavoces llamar a los pasajeros del vuelo que yo tenía que abordar y fue el momento de despedirnos, no iba a ser por mucho tiempo, sólo el que me tardara hacer los papeles en la universidad y convencer a mis papás de mudarme y de trabajar en la empresa donde Agus era secretario.

Lo saludé y prometimos estar en contacto, hice el camino para abordar el avión y los nervios empezaron a comerme el estomago.

Había pensado en las probabilidades de mi reacción cuando lo viera desde los últimos días, era preferible no cruzármelo pero tampoco podía evitarlo, las cosas estaban claras y cada uno iba a tener su tiempo de asimilarlo, yo lo estaba teniendo, no era todo color de rosa pero al menos lo intentaba, y lo que era fundamental, es que yo no me iba de Puerto Madryn porque no quería verlo, solamente estaba haciendo menos difícil la tortura y más fácil mi futuro.


—Te pedí que al menos terminaras el año Cali, y faltan tres meses para que termine.

—Es inútil que lo haga, cuando empiece el nuevo cuatrimestre en Buenos aires no me queda correlativo el que hice acá.

— ¿Y vas a estar estos tres meses haciendo qué?

—Trabajando. —le respondí a mamá y ella se horrorizó aún más. —El jefe de Agustín tiene un socio trabajando en el mismo edificio y voy a ser su secretaria, son seis horas y es un buen sueldo, los chicos me dijeron que podía quedarme hasta que consiguiera algo, pero Agus vive solo y me ofreció vivir con él...

—Eh pará ese carro amiga. —levantó la mano papá con su intento de jerga adolescente, para no reírme me callé concentrándome en la conversación. —Eso es muy rápido, no lo conoces hace mucho y tampoco es tu novio.

—Ya sé, pero no quiero molestarlos a los chicos, aparte entre el trabajo y el estudio sólo dormiría en su casa.

—No sé Cali, creo que es una decisión muy repentina, yo pensé que ibas a tomar aire y ver a tu ahijado no a vivir allá.

¡Va a ser mío!Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt