Cuarenta.

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El respeto y la educación que mantenía Agustín me desesperaba un poco, no porque yo no quisiera que el chico se comportara como un caballero conmigo, si no porque se acercaba el día en que tenía que irme y sólo me había dicho que le parecía muy linda y mi sonrisa le gustó mucho. Le di indicios para que la viera de nuevo pero no los comprendió, hasta el viernes a la noche que después de tanto hablar por whatsapp y de por sí en línea, me invitó a salir a un bar para tomar algo e ir a bailar después. No dudé en aceptar y convencer a mi hermano que quería salir con su amigo, a él no le agradaba mucho la idea pero con ayuda de Sabri, logramos manipularlo para que aceptara.

A diferencia del sur del país, donde yo vivía, como no estábamos cerca de la playa no hacía tanto frío, también contaba que el invierno empezaba a irse y podía usar un short sin necesidad de morirme de hipotermia, por lo que tardamos en decidir con Sabri qué ponerme como si fuese a tener una cita con un hombre de los años ochenta, lo cual creía un poco de Agustín cada vez más en su forma de ser conmigo, desde pedirle permiso a Nico y querer cumplir con el horario que le pautó, hasta abrirme la puerta del auto cual caballero de época.

—Esto va a sonar un poco cursi, pero en serio estás re linda, bueno sos linda pero me gusta tu combinación de las uñas, los collares, todo con la ropa y los zapatos, me encanta.

—Gracias por notarlo. —le dije e inmediatamente algo en mi cabeza hizo que saliera un cartel, indicando que él era el correcto para que me llevara al altar, más o menos.

Me invitó a un bar a tomar algo y estuvimos hablando como si fuese que lo hacíamos por whatsapp, como si el vernos cara a cara no nos avergonzara o nos hiciera ser de otra forma, entendía que él tenía veintiséis años y ya no se andaba con jueguitos que personalmente tampoco me gustaban, nada me hizo sentir incómoda y fui muy madura a su lado, todo se podía hablar con él desde el sueldo de un futbolista hasta la programación de los canales de aire, y era increíble porque no conocía muchos chicos con esa madurez y sobre todo con ese respeto que a veces pensaban que no nos merecíamos por avanzar más rápido que ellos.

El boliche que siguió donde se iba a encontrar con sus amigos, fue igual de divertido, pero ambos queríamos hablar por encima de la música porque al menos yo, sentía que había más temas de conversación entre nosotros, y como sus amigos no le daban la atención que él tampoco buscaba, a las cuatro de la madrugada me llevó al puerto para caminar en él y seguir hablando de algunas estupideces.

— ¿Cuánto tiempo te pensas quedar por acá?

—Poco en realidad.

— ¿Exactamente?

—El lunes empiezo la universidad, allá. —le dije y él me miró levantando ambas cejas. —realmente poco.

—Esa no me la venía venir.

— ¿Está mal que no te lo haya dicho antes, no? Perdón pero lo que menos quise fue pensar en que ya me tengo que volver.

—No te preocupes, todavía tenés dos días o casi dos, pero se pueden aprovechar bien.

—Creo que vos vas a saber aprovecharlos mejor que yo.

—Yo también creo que puedo aprovecharlos mejor que vos. —dijo poniendo sus manos a cada lado de mi cuerpo en las barandas, mi sonrisa fue inevitable y su cercanía me puso nerviosa cuando llevó un mechón de pelo detrás de mi oreja. —con su permiso señorita, creo que me gustaría empezar con el recuerdo que le puedo dejar de Buenos aires, la aventura porteña.

—Adelante.

De seguro lo iba a recordar, porque sus labios contra los míos fueron tan suaves que al instante Lautaro se me vino a la cabeza, pero lo eliminé de mis pensamientos cuando Agustín supo marcar la diferencia y besarme de una manera única, no sé si con más experiencia pero con otra trayectoria seguro.

¡Va a ser mío!Kde žijí příběhy. Začni objevovat