Treinta y dos.

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Entre Nicolás, Dante y Lautaro, lograron que los últimos días de mi vida fueran un caos terrible, mi hermano desde Buenos aires estaba insoportable con sus insistencias para que lo visitara, Dante ya se veía conmigo allá y Lautaro no sabía nada, pero cuando se enterara cabía la posibilidad que fuera caótico. Él no quería que fuera en plan de viaje romántico y yo tampoco lo quería, pero no había conocido chico más desesperante que Dante, inseguro, insoportable, manipulador y miedoso porque además de todos sus defectos, seguía teniéndole miedo a Lautaro.

Faltaban dos días para que me dieran las tres semanas de vacaciones y yo tenía en mi mente fríamente calculado todo, excepto las excusas para ellos.

A Dante no sabía cómo decirle que no podía ir conmigo, a mi hermano que iba a ir con un chico y a Lautaro que no podía sacarme de encima a Dante, para él era fácil pero nunca antes se había tenido que enfrentar a soportar los mensajes desesperantes hasta las tres de la mañana, ni tampoco las visitas de confianza que hacía de repente en mi casa, se había tomado esa libertad porque le perdió el miedo a mi familia, yo tenía que considerar que el chico se la estaba jugando, pero no quería pasar dos semanas con él en Buenos aires, mintiéndole a uno y convenciéndole al otro que no era tan malo, no era mi novio, aunque eso parecía ser peor si lo aclaraba.

—Yo sólo fui cuando era chiquita a Buenos aires, alguna vez voy a tener que ir, ya ni me acuerdo.

—Yo tengo parientes por zona sur y siempre fui, ¿dónde está tu hermano Cali? —me preguntó Aye, y me desconcentré de mis pensamientos para responderle.

—Está por Palermo.

—Ay es re linda esa zona, muy céntrica.

—Sí, totalmente diferente a esta tranquilidad pero no me viene mal un poco de adrenalina.

— ¿Y qué vas a hacer allá?

—Mi hermano trabaja pero mi cuñada tiene unos días así que me llevará a conocer, supongo.

—Algún día tenemos que hacer un viaje así, las tres juntas. —dijo Dani y yo asentí, Aye se volvió loca de repente entusiasmada con la idea y empezaron a hablar de eso, yo miré el noveno mensaje que Dante me había enviado en el día, pero al menos no era preguntando sobre el viaje, sino por si podíamos vernos.

—Chicas me voy a verlo a Dante un ratito, nos vemos a la salida.

—Dale suerte.

—Usá preservativo. —me dijo Aye y yo me reí levantándome para salir del comedor.

Lo primero que identifiqué en mi camino hacia la biblioteca, fue a la española y resoplé por tener que soportarla de nuevo, intenté ignorarla pero estaba buscándome todo el tiempo y yo andaba con la mecha corta por lo que encenderme pronto era factible.

—Con que aquí está la roba amigos.

Ignorala Camila, ignorala.

—La que no se cansa de meterse en el medio de las amistades.

— ¡¿Qué te pasa flaca?! —le grité tirando mi bolso para acercarme prepotente a ella. — ¡Me tenés los ovarios inflados con tus celos de mierda, sos patética, si tanto te molesta que Lautaro sea mi amigo entonces te lo devuelvo, pelotuda!

—Si te la sigues buscando, no será bonito.

— ¡Me tenés podrida con tu bonito, hacete mujer de una vez y demostrá lo feito si tanto te haces la mala, enferma! —la empujé y sus reflejos fueron rápidos porque volvió a empujarme e inmediatamente cerré mis puños.

— ¡Eres una roba amigos, hacéis de la buenita y eres una inmensa puta!

— ¡Puta es tu vieja!

¡Va a ser mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora