Capítulo 55

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Berlín, Alemania.
23 de febrero 2015.

Niklaus.

La rubia me miraba con una mueca en el rostro en tanto empinaba la botella de whisky en mis labios dando grandes tragos del licor que había dejado de picarme, sabía que era ella quien había llamado sin embargo no había hablado y eso me jodía aún más.

–Deberías dejar de beber.–aconsejo Greta.

La fulmine con la mirada.

–Cierra la boca.–arrastre las palabras.

–Niklaus...

–¡Cállate! No puedes llamarme así, te lo prohíbo.–me levanté con brusquedad de la silla.

Se encogió en su sitio.

Odiaba sentirme así, quería borrarla de mi mente, de mi cuerpo pero me era imposible todo me recordaba a ella.

Jodido amor.

–Deja la botella.–suplico.

–Tú eres la culpable de que me dejara.–la acusé enfurecido– tú y tus malditas bragas y pendiente de mierda.

¿Qué ganaba haciendo eso?

Retiró la mirada observando sus dedos que jugaban entre ellos nerviosos.

Greta era mi mejor amiga desde que tenía uso de razón, pedirle que me ayudara a poner celosa a Elina había sido un gran error, una estupidez que ya no podía remediar.

Elina.

Había ido a Múnich a visitar a sus hermanos porque eso me hacía sentir esperanza, tal vez ingenuamente pensaba que ella estaría ahí con ellos, Dante se negaba a hablar de ella pero Kaira en su inocencia me contaba sobre su hermana.

La necesitaba.

Perder a Luka y a Elina en la misma semana me estaba volviendo loco, lo mas cercano a un padre y el amor de mi vida.

–¿Por qué lo has hecho?–la mire fijamente.

–No lo entenderías yo... no puedo Niklaus.–lucía atormentada.

Así que había una razón.

–Greta Wolf sabes que te aprecio pero voy a olvidarme de que eres mi amiga sino me dices ahora mismo lo que sabes.–me dirigí hasta ella.

–No puedes matarme Schwarz.–dijo fingiendo que no estaba intimidada– si me matas no sabrás absolutamente nada.

La tome de los brazos y la estampe con fuerza contra la pared, no iba a entrar a su juego.

–¡Dime! ¡Porque has dejado tus mierdas!

Encajó sus uñas en mis brazos y me queje cuando araño mi bícep donde recientemente me había tatuado su rostro.

Tatuarme estando ebrio, increíble.

–¡Dime Greta!–volví a estamparla contra la pared.

–¡Ella me lo pidió!–soltó.

Retrocedi como si sus palabras hubieran sido una puñalada, Greta brinco en su lugar cuando mi puño impactó contra la pared haciendo que mis nudillos sangraran.

–¿Por qué?–sentí la vena de mi cuello saltar.

Miró a otro lado tragando saliva, la tomé de la mandíbula e hice que me mirara.

–¿Por qué?

Dudo.

–Greta...–mi paciencia comenzaba a agotarse.

–La amenazaron, ella o los que ama, creo que sabes lo que decidió.–murmuró.

Quise odiarla, quise quedarme sin hacer nada al final ella había decidido sin embargo no podía hacerlo, no iba a dejar que condenará su vida por otras personas.

–¿Quién?

–Ivar Cohen.–dijo sin dudarlo.

Parecía que el alcohol se había esfumado de mi cuerpo. Me aleje de Greta yendo a mi escritorio para descolgar el teléfono y llamar a Kol que no tardó más de dos minutos en estar en la puerta del despacho.

–Señor.–saludó.

–Reune a los mejores tiradores, iremos de inmediato a Nueva York.–ordené.

–Si señor.

–Puedes retirarte Kol.

Dió media vuelta y se marchó dejándonos solos a Greta y a mí una vez más, se acercó a mí con cautela.

–Ivar es peligroso, Niklaus.–mascullo.

–Me importa un carajo, no le van a joder la vida de nuevo.–volví a analizar nuestra última vez juntos, no era determinación lo que había en sus ojos, era miedo.

Nos conocíamos. ¿Cómo no pude darme cuenta?

–Niklaus...

–No voy a discutir contigo sobre esto Greta, es algo que ya está decidido.–me deje caer en la silla.

–Dejame ir contigo.–pidió– soy buena tiradora, sea lo que planes voy a estar contigo.

–Como quieras.

Antes de tomar el jet privado con destino a Nueva York viaje a Múnich a visitar a sus hermanos sabiendo que estaba haciendo lo correcto. En menos de una hora estaba plantado en la puerta de la casa con la señora Ava que de encontraba al otro lado sonriendome.

Kaira bajó corriendo las escaleras cuando me vio y salto a mis brazos, la envolví en ellos elevándola en el aire, a pesar de que sus ojos eran color avellana tenía un gran parecido a Elina.

–Creí que no vendrías más.–me tomó de la mano guiandome hasta el living.

Lo había considerado pero ahora sabía la verdad.

–Jamás podría dejarte pequeña.–le sonreí.

Me regreso la sonrisa que se borró poco a poco

–Extraño a Ellie.–se cruzo de brazos.

–Yo también pequeña, pero eso tiene solución.–la senté sobre mis rodillas– iré por ella.

Sus ojos se iluminaron con ilusión.

–Tienes que guardar el secreto ¿puedes?

–Si señor.–movió la cabeza con energía, feliz.

Hablé con Dante antes de marcharme al aeropuerto donde el piloto ya se encontraba esperando para poder despegar. Mis mejores hombres y Greta se encontraban firmes ante mí, todos subimos al jet dónde comenzamos a idear un plan de ataque tratando de cubrir todos los puntos para poder salir victoriosos de aquel ataque a Ivar Cohen.

Quise pensar que las alteraciones de mi corazón se debían a lo que estábamos planeando hacer pero lo cierto era que se debían a la idea de volver a verla, cuando cerraba los ojos podía sentirla y si me esforzaba lo suficiente su radiante sonrisa aparecía en mi mente.

Dulce Infierno ©Where stories live. Discover now