Capítulo 54

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Brooklyn.
Días después

Elina.

El dolor no había desaparecido ni un solo día desde que lo deje haciéndole creer que no confiaba en él cuando realmente era de las pocas personas en las que confiaba.

Theo había ido con Ava a Alemania y yo había buscado un Loft en Brooklyn sabiendo que no podía regresar al penthouse con Kara que no dejaba de insistir llamándome y enviando mensajes de texto.

No tenía fuerza para salir de la cama, la poca ropa que logré sacar del penthouse comenzaba a terminarse y aunque contaba con un cuarto de lavado no quería hacer nada más que ahogarme en alcohol.

Lo había pensado más de una vez, una línea de cocaína podría ayudarme a dejar de sentir como el fuego del infierno me consumía sin embargo no fui capaz de hacerlo, aquella bolsa de plástico con el polvo blanco seguía intacta en el piso de mi habitación.

Faltaban cerca de tres semanas para la boda y cada día era un martirio, cuando Eric venía a el Loft me aseguraba estar lo suficiente ebria para no ser consciente de sus caricias que trataban de borrar las marcas que había dejado Niklaus.

Nunca nadie iba a poder borrarlo.

Joder Klaus.

Lo extrañaba cada día más, me había llamado durante los tres primeros días después de nuestra separación después dejo de insistir y eso me desgarro el alma.

La única razón que aún me mantenía cuerda eran las llamadas con mis hermanos que no pidieron alguna explicación de porque ahora vivían en Múnich junto a Ava, parecían felices de estar con ella y yo me alegraba por ellos, al menos estaban bien.

Había ido por primera vez al cementerio de Rosedale en Nueva Jersey donde se encontraban sepultados mis padres y mis abuelos, en cuanto puse un pie dentro de aquel lugar el alma salió de mi cuerpo y solo actúe por inercia.

–La vida se puso muy difícil cuando se marcharon, aún no puedo digerir todo lo que ha pasado...–me guarde los sollozos– voy a casarme con un hombre al que no amo, no tengo otra alternativa...

Las hojas crecidas del césped fueron arrancadas con mis manos tratando de mantenerme distraída.

–...Perdón por decepcionarlos, se que no querían esto para nosotros.–dije entre el llanto.

Estuve un rato ahí sin decir mucho observando las lapidas con los nombres de mis padres.

Connor Archer.

•17 de junio 1969.
•09 de noviembre 2012.

Bianca Mariani.

03 de agosto 1970.
•09 de noviembre 2012.

Cuando la lluvia me azotó decidí marcharme, no sin antes despedirme de mis padres asegurando que todo estaba bien aunque realmente nada lo estaba.

Al llegar a Brooklyn perdí todos mis sentidos y sin pensarlo abrí la bolsa con el polvo blanco esparciendelo sobre la mesa haciendo finas líneas, las mire con recelo mientras mi cuerpo se sacudía con brusquedad.

Una línea. Solo una línea.

Pensé en mis padres, en mis hermanos, en él... en todo lo que me hacía feliz y me había sido arrebatado una vez más.

Me tire al piso abrazando mis rodillas pegandolas a mi pecho esperando que en algún momento pudiera desparecer de este mundo, morir parecía la única alternativa que tenía y quise hacerlo.

Lo intenté.

El reflejo en el espejo solo dejaba ver cómo mis huesos cada vez eran más notables, me estaba ahogando en mi propia miseria y no creía poder salir.

Los siguientes días estuve en el mismo limbo sin recordar cuando era la última vez que había probado comida sólida, lo único que había estado ingiriendo era alcohol y a veces agua pero nada más.

¿Cuánto podría soportar así?

Una noche salí de fiesta y dejé que un extraño me tocará sin embargo cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo salí de ese lugar volviendo al Loft dónde una vez más lloré hasta que parecía que me había secado.

–¡Hola Ellie!–dijo alegremente Kai al otro lado de la pantalla.

Le sonreí sin muchas ganas.

–¿Cómo estás mi vida?–mi voz se escuchaba apagada.

Trate de tomar aquella alegría que Kaira desprendía cuando hablaba del colegio en el que estaba estudiando, me contó sobre cómo le iba con su profesores y sus compañeros, parecía que había hecho muchos nuevos amigos pero todo se detuvo cuando menciono la visita de Niklaus, le ponía feliz verlo.

–Me trajo unos dulces.–me enseño uno– saben deliciosos.

Mi labio inferior comenzó a temblar.

–Se que te extraña tanto como yo, ¿cuando vendrás?

No pude despedirme, colgué la llamada y me eche a llorar de nuevo.

Los mareos continuaron y supe que debía comer algo sin embargo no logré mantenerme de pie para poder ir a comprar algo así que estuve otro día sin ingerir nada.

Un mensaje de Ethan me avisó que se encontraba abajo del edificio, traía ropa limpia para mí y algo de comida que como el resto de los días había dejado en la encimera sin probar bocado.

Puse mi celular en la losa del lavadero para escuchar algo de música mientras dejaba que mi cuerpo se arrugará con el agua en la tina, mi mundo se detuvo cuando aquella canción comenzó a sonar.

La misma canción de navidad.

La misma que Klaus me había cantado.

Salí deprisa de la tina tratando de detener la música pero resbalé y me di un golpe en el rostro que logro entumirme, no me moví ni hice algún esfuerzo por hacerlo me quedé en el piso desnuda escuchando la canción.

Que miserable se había vuelto mi vida.

Esa noche llegó Eric de sorpresa trayendo algo de comida tailandesa con él, esa fue la primera vez que probé algo que de inmediato mi cuerpo rechazó.

Eric lucía preocupado por mi estado y por el golpe en mi rostro pero para no dar explicaciones hice lo que había estado haciendo, volvió a intentar borrar las huellas del amor que hubo entre Klaus y yo pero no pudo.

Mientras él dormía yo me encerré en el baño para llorar.

Había comprado un celular desechable del cual llame a Niklaus sin esperanzas de que respondiera pero lo hizo, el corazón se me aceleró.

–Diga.

La frialdad en su voz me helo los huesos.

–¿Elina?

Colgué y destrocé el celular estrellandolo contra el piso.

Mi piel estaba pálida y cada capa que envolví mi cuerpo se había convertido en nada, los huesos se me marcaban y supe que estaba en un punto irreversible.

Decidí comenzar poco a poco, volviendo a comer una vez al día intentando de no regresar la comida, cuando lo logré aumente otra comida a mi día logrando mejorarme un poco, mi piel comenzaba a tomar color y mi peso comenzaba a aumentar.

Mire las fotografías con Klaus en mi celular.

No iba a dejar que la vida se me fuera.

Klaus me había enseñado a amar, me había hecho sentir viva.

Esto lo hacía por mí, por lo mucho que lo ame y por la forma en la que logro transformar mi vida.

Dulce Infierno ©Where stories live. Discover now