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-¡Jackson Brown! ¡Deja eso! -persigo a mi hermano pequeño por toda la casa. Llevamos dando como tres vueltas y no dejo de chillarle para que me devuelva mi teléfono. Me lo quitó mientras estaba usándolo porque me negué a hacerle el desayuno. Mamá y papá nos dejaron solos y por eso aprovecha para transformarse de ángel a diablo. Maldito niño. Si no le quisiese tanto ya le habría tirado por las escaleras.
Jackson tiene 8 años y al contrario a mí, es rubio con ojos muy oscuros. Se parece a nuestra madre y yo me parezco a nuestro padre. Pelo castaño y ojos más o menos claros.
Cuando era tan solo una niña fue como el mejor regalo que me podían haber dado.
Él niega a mis chillidos y sigue corriendo a velocidad de la luz mientras ríe burlón. Nos quedamos los dos paralizados cuando el tono de llamada empieza a sonar y al asimilarlo, doy un salto hasta él. Reacciono demasiado tarde cuando él echa a correr de nuevo.
Miro con pánico a mi teléfono cuando veo que descuelga y pone el altavoz.
-¿Hola? -reconozco al instante esa voz. Está algo ronca, seguramente acabe de levantarse.
-¡JACKSON! -chillo alto y jadeo. No puedo seguirle el ritmo y él sigue riéndose de mí.
-¿Quién ereeeeees? -alarga mi hermano las palabras mientras salta en el sofá.
-Eh... Soy Dean. ¿Puede ponerse Sophia?
-Noooo, Soph está haciendo caca -qué vergüenza, qué vergüenza, qué vergüenza. Noto mis mejillas volverse completamente rojas y me acerco con cuidado a él.
-Jackson, no te lo repito más, dámelo -extiendo la mano y bufo al escuchar un "¿Sophia?" a través de la línea.
-Sólo si me haces el desayuno. Quiero muchas tortitas con muuuucho chocolate y leche y cereales y, y, y... -mira hacia la televisión y escucho cómo suena la canción de Bob Esponja. Sonrío satisfecha. Sé lo que significa.
Suelta mi teléfono, que rebota contra los cojines y cae al suelo. Corre hasta el frente del aparato y se sienta en el suelo muy atento.
Niego riendo y cojo mi móvil.
-Ehhh, hola Dean -quito el altavoz y me llevo el teléfono al oído mientras miro a Jack.
-¿Qué coño fue eso? -pregunta todavía confundido y voy hacia la cocina.
Aún estoy demasiado cerca como para escuchar un "¡Bob Espoooonja ya llegó!". Dean ríe y yo suelto una carcajada suave.
-Era mi hermano pequeño. Nos pillaste en mal momento, lo siento por eso -saco la botella de agua fría de la nevera y cierro la puerta de un empujón con mis caderas.
Alcanzo una taza de la repisa -yo y mi manía de beber solo en tazas- mientras sujeto el móvil con mi hombro.
-No importa -sé que sonríe por el tono de su voz-. No sabía que tenías un hermano.
-En realidad, no sabes nada de mí -ríe junto a mí y doy un trago. Suelto un suspiro de placer. Hoy hace demasiado calor de nuevo.
-Ahí tengo que darte la razón, por eso te llamé. ¿Puedes quedar hoy o vas a darme calabazas de nuevo?
-Técnicamente, no te di calabazas. Al final pasé la tarde contigo y tus amigos locos y salidos. Pero no, no puedo, tengo que cuidar de Jackson... Mis padres no están en casa -guardo la botella de nuevo y me seco las manos en mis pequeños shorts de pijama.
-Entonces iré a tu casa. Quiero conocer a ese pequeño rebelde. Me encantan los niños -río sarcástica y niego.
-No sabes lo que estás diciendo.
Jackson muchas veces puede ser adorable, dulce y tierno, pero en el fondo y a escondidas de papá y mamá, es un rebelde desenfrenado e hiperactivo.
-Todavía me acuerdo de la dirección de tu casa. Estoy allí en 10 minutos. ¡Nos vemos! -cuelga antes de que me de tiempo a responder y miro la pantalla. Sí, me ha colgado.
Subo corriendo al baño y me horrorizo al ver mi reflejo. Estoy despeinada, me huele el aliento y tengo el maquillaje corrido.
Dean es mi amigo pero eso no significa que tenga que verme en mi estado zombie mañanero.
Rebusco el peine entre los cajones y empiezo a peinar mi pelo. Tiro y tiro de los nudos y enredos pero no hay resultados. Cojo la goma de mi muñeca y me lo recojo en un moño desenfadado. Empiezo a lavarme los dientes con rapidez y después me echo agua por la cara quitando las legañas y resto del maquillaje.
Más o menos estoy más decente cuando llaman a la puerta.
-¡Ni se te ocurra abrir la puerta Jackson! -bajo las escaleras corriendo y me miro en el espejo del pasillo. Me guiño el ojo y abro la puerta. Sonrío a Dean y le miro detalladamente. Lleva unos pantalones largos negros y una camiseta gris descolorida, a parte de unas zapatillas que me encantan.
-Pasa -me hago a un lado y dejo que entre. Le llevo hasta el salón y empiezo a ordenar las cosas con prisa-. Lo siento... Está un poco desordenada.
-No te preocupes -ríe y mira a mi hermano, que le echa una mirada curiosa y se levanta. Tira de su camiseta echando su cuello hacia atrás. Dean es demasiado alto-. Así que este es Jackson.
-¿Tú vas a hacerme el desayuno? -hace un puchero angelical y yo ruedo los ojos.
-Yo no sé cocinar -le responde riendo.
-Seguro que sabes más que ella -me señala con una mirada asesina y me cruzo de brazos bufando.
Eso es mentira. Sé cocinar bien. Sé hacer espaguetis, macarrones, pizza congelada, huevos revueltos, bacon y tortitas.
-Tú siéntate y te haremos el desayuno -le miro mal y agarro a Dean llevándolo a la cocina-. Siempre intenta dejarme mal.
Él niega quitándole importancia y me mira de arriba a abajo.
-Bonito pijama -inclina la cabeza sonriendo y me sonrojo al darme cuenta de que no me cambié.
Este consta de unos pantalones y una camiseta corta de Mickey Mouse. Lo tengo desde hace unos años y todavía me vale. Y éste es otro de los motivos por el que culpo a mamá.
-Mejor hagámosle el desayuno a Jack -me giro sonrojada y saco los ingredientes para hacer tortitas. Pongo la sartén al fuego y le miro-. ¿Puedes hacer la mezcla? Subiré a cambiarme.
-A mí me parece que estás muy guapa así -me sonrojo más y le pego en el hombro. Él se ríe y empieza a mezclarlo todo.
-Como te burles de mí te doy un sartenazo -le amenazo señalándole con mi dedo índice. Le echo unas cuantas malas miradas y subo a mi habitación.
Me quito el pijama con rapidez y lo sustituyo por unos pantalones cortos grises de algodón junto a una camiseta blanca básica. Cuando bajo de nuevo, me encuentro a Jackson sentado en la encimera meneando las piernas adorablemente mientras habla con Dean.
Me acerco a ellos y me apoyo a su lado.
-Jack, ¿tú no estabas viendo Bob Esponja? Nunca te lo pierdes -alzo las cejas y sonríe mostrando los agujeros que dejaron sus dientes semanas atrás.
-Estoy hablando con mi amigo. Es mi amigo. Más que tuyo.
Suspiro rodando los ojos y le doy las gracias a Dean cuando acaba de preparar la mezcla. Empiezo a hacer las tortitas y las dejo una a una en un plato cuando se van haciendo. Le doy las suyas a mi hermano y le sonrío a mi amigo cuando se pone a mi lado.
-¿Con qué la quieres? -coge el bote de sirope de chocolate y lo abre. Cuando creo que lo va a echar al plato, se lo unta rápido en los dedos y los pasa por mi cara.
Abro la boca indignada y sorprendida sin saber cómo reaccionar-. ¡Te vas a enterar!
Le arrebato el bote de las manos y se lo echo por la cara. Río mirándole y lamo mis labios quitando el resto. Él hunde las manos en el paquete de harina y me la tira por la camiseta.
Jackson mira la escena horrorizado y después empieza a dar saltos en su sitio.
-¡Yo quiero, yo quiero, yo quiero! -coge una de sus tortitas y se la estampa en la cara. Sonríe y Dean y yo rompemos a carcajadas.
Seguimos luchando con la comida en un ataque de risa hasta que nos calmamos poco a poco.
Mamá me va a matar como no limpie cada esquina de esta cocina.
Llevo mi mano a mi abdomen y me inclino hacia delante soltando quejidos.
-Ay, ay... Me duele la barriga de tanto reír.
Dean se limpia las lágrimas mezcladas con harina, chocolate y quién sabe qué más.
Le arrastro hacia el baño y empiezo a lavarme la cara junto a él. Cuando estamos limpios, miro nuestra ropa a través del espejo. Las camisetas están llenas de porquería y él alza los brazos quitándosela. Aparto la vista cuando me veo obligada a fijarme en su cuerpo.
-Creo que tengo alguna camiseta, tal vez te sirva... -voy hacia la habitación sintiendo cómo me sigue y rebusco en mi armario. Saco algunas de mis camisetas de chico que uso para estar por casa y le doy una. Le doy el visto bueno cuando se la prueba y levanto el dedo pulgar.
Él sonríe y saca su teléfono cuando suena. Le miro atenta cuando su ceño se frunce y sus rasgos pasan a una mezcla de tristeza y rabia.
-Tengo que irme -guarda el aparato en su bolsillo de nuevo sin ni siquiera mirarme y sale de mi habitación.
Le persigo confundida pero cuando reacciono es demasiado tarde. Ya se ha ido.
¿Qué acaba de pasar?
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Bueno, y una vez más, os traigo el cuarto capítulo 😊. Hemos llegado ya a 6k y estoy muy contenta 😍. Gracias por todo, y hasta el jueves! Besos.

MíaWhere stories live. Discover now