21»

110K 5.2K 1.5K
                                    

Llevo como diez minutos dando vueltas en la cama. No son ni las diez de la mañana y no puedo volver a dormirme. No se escucha ningún ruido así que supongo que los demás no se han levantado. Me pongo de pie dejando de lado mi cama calentita y me miro en el espejo. Me recojo el pelo en una coleta alta y me lavo la cara en el baño quitando los rastros de babas y las legañas.

Tengo suerte de que cada uno tenga su propia habitación, menos Emma y Jacob que la comparten. No están saliendo juntos ni nada de eso, es algo raro pero me alegro por ellos dos. Se merecen lo mejor. Los dos son divertidos, simpáticos y se nota que se gustan de verdad.

Cuando salgo de la habitación, me choco contra un torso desnudo. Su olor me invade y sé de quién se trata sin ni siquiera alzar la cabeza. Al hacerlo, me encuentro con un Dean adormilado que frota sus ojos con sus manos. Bosteza y por un momento parece un crío adorable. Después clava su mirada verde en mí, puedo apreciar esa barba incipiente que crece por su mandíbula y el calor que desprende su cuerpo. Joder, no tiene nada de crío.

-Buenos días -ríe y noto su abdomen vibrar bajo mis manos. Ni siquiera me había dado cuenta de que le estaba tocando. Me aparto deshaciendo nuestro contacto y me sonríe.

-Buenos días... -de repente siento que mi pijama basado en unos pantalones demasiado cortos de algodón y una camiseta de tirantes ajustadas no es la mejor opción pero ya es tarde. Ya me ha visto y sus ojos me han recorrido de arriba a abajo sin disimulo.

-¿Bajas? Iba a hacer el desayuno -asiento sonriendo levemente y bajo las escaleras con él detrás. Me tira de la coleta juguetón y yo le miro por encima del hombro fulminándole-. Me gusta cómo te queda el pelo así, estás guapa.

Sigo caminando delante de él para que no note mis mejillas sonrojadas.

-¿A caso sabes cocinar? -río intentando cambiar de tema algo nerviosa por su piropo y él me echa una mala mirada cuando llegamos a la cocina.

-¿Se te ha olvidado el café tan bueno que hago? -ruedo los ojos sonriendo y él parece estar seguro de dónde está y de lo que hace, porque empieza a sacar ingredientes de los armarios sin preocupación-. Voy a hacer tortitas, espero que te gusten. Son las mejores.

-Me encantan las tortitas, ¿quieres que te ayude? -me cruzo de brazos y me acerco a él. Niega con la cabeza y me quedo a su lado mientras mezcla los ingredientes haciendo la masa.

No puedo evitar fijarme en cada uno de sus movimientos. Primero me fijo en sus manos. Grandes, hábiles y con leves relieves de venas que se marcan en ellas. Éstas suben por sus brazos fuertes. La forma redondeada de sus hombros, sus clavículas, su cuello, su mandíbula... Agradezco que no se haya puesto camiseta para así bajar mis ojos por sus pectorales hasta cada uno de los cuadraditos de su abdomen. Lleva unos pantalones de chándal grises que caen por sus caderas dejando ver sus oblicuos. Dean debe ser el hijo de un Dios. O un Dios, directamente. Su pelo despeinado y revuelto hace que me den ganas de enredar mis dedos en él y acariciarlo hasta que me canse. Sé que está mal pensar así, pero no puedo evitarlo. Mis hormonas están descontroladas y no tienen la culpa de reaccionar ante un Adonis así.

-Me gusta que me mires, pero ahora sí necesito tu ayuda -mis mejillas se vuelven totalmente rojas, cuando su mirada recae en mí. Me ha pillado. Joder, estoy segura de que hasta estaba babeando. Decido disimular haciéndome la loca.

-Claro, dime -ni siquiera me había dado cuenta de que todas las tortitas se encuentran ya apiladas en un plato. ¿Cómo ha pasado tanto tiempo? Si es que me quedo embobada cuando se trata de él.

Me agarra las caderas haciendo que el borde de mi camiseta se levante. Sus dedos quedan en contacto con mi piel y me erizo entera. Es una reacción que parece que a mi cuerpo le encanta tener cuando Dean me toca. Él sonríe al darse cuenta y me mira bajo esas pestañas negras y largas que tanto envidio. Sus ojos transmiten algo que no sé descifrar, peor me gusta.

MíaWhere stories live. Discover now