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No puedo creer que haya convencido a mi madre para poder pasar cinco días fuera de la ciudad, fuera de Los Ángeles, en una de la casas de playa de Amy. Tenemos un largo viaje en coche pero espero que valga la pena. Cabemos justos, somos cinco: Amy, Jacob, Emma, Dean y yo. Me da pena que Ethan no pueda venir, después de haber hecho las paces hemos pasado un par de días sin vernos y le echo de menos. Según él, tiene cosas familiares que hacer y que atender. Me dijo que disfrutase y que lo pasase bien mediante un mensaje de texto con unos corazones. Que me extrañaría y que vuelva pronto. Con Dean no he vuelto a hablar ni he vuelto a verle. No puedo dejar de preguntarme cómo se comportará conmigo en este viaje. Solo me queda rezar para que se haya dado cuenta de que estar mal no vale la pena.

Pasarán a por mí en una hora y todavía tengo que hacer la maleta. Nunca me ha gustado, me estresa y me pone de mal humor.

Aunque esta vez es diferente, no iba a salir ni del estado. No iba a ir a Londres, París o Roma. Nos vamos a Santa Bárbara, donde hay las mejores playas para hacer surf. El hobbie favorito de los chicos. Jacob está empeñado con enseñarme y yo lo único que le digo es que no quiero que estas pequeñas vacaciones en grupo acaben con un entierro. Pero algo que no admitiría en voz alta es que me muero de ganas de ver a Dean moverse entre las olas.

De momento llevo la ropa interior, un par de bikinis y un par de camisetas. Directamente meto el pijama y me acerco al armario. Hará calor y lo más seguro es que nos pasemos los días tirados en la arena tomando el sol, en la piscina o en la ciudad, paseando y comprando. Mamá me ha dado tanto dinero como si fuese a irme medio año, para mi sorpresa. A pesar de estar bastante bien económicamente, no le gusta derrochar, y a mí me gusta demasiado comprar. No sé si podré resistirme a darme un par de caprichitos.

Agarro un vestido ligero y fino, algunos pantalones cortos de tiro alto, un par de blusas y alguna cosa más arreglada. Por último, dos conjuntos de fiesta. Tengo claro que saldremos más de una noche.

Hago una mueca cuando termino viendo que está a rebosar y todavía no he metido los zapatos, ni los productos de higiene y todo lo demás.

Consigo cerrar la maleta sentándome sobre ella y paso a vestirme. Elijo un conjunto básico y cómodo para los dos horas de viaje pero sin perder la esencia y el estilo.

Me recojo el pelo en un moño desaliñado. Unos mechones castaños caen por delante de mi cara y el pensamiento de Dean acariciándolos y retirándolos tras mi oreja como la otra noche, cruza mi mente. Dejo escapar un pequeño suspiro y niego dejando de distraerme. Cojo mi mochila Vans del instituto y la vacío encima del escritorio poniéndola bocabajo. Meto algunas cosas para nuestro entretenimento.

Me agacho y cuelo el brazo debajo de la cama. Palpo el suelo con mi mano y sonrío al notar el frío cristal de mi botella de Vodka Absolut. La guardo y cierro la cremallera dando todo por finalizado. Espero con todas mis fuerzas no dejarme nada, pero no puedo quitarme la inseguridad de encima.

De mientras, paso unos diez minutos en la cocina desayunando y sonrío contenta cuando escucho el pitido de un coche en la calle. Salgo pitando después de despedirme de mis padres y mi hermano pequeño. Me subo dando un salto y todos me sonríen. Incluido Dean. Ha sido algo que no he podido pasar por alto. Me hago un hueco entre mis amigas. Jacob ocupa el asiento de piloto y el otro del copiloto. El rubio -pronto novio de Emma, estoy segura-, sube la radio haciendo que la adrenalina y la emoción de esta pequeña aventura con mis amigos aumente.

-Ahora sí, ¡vamos a pasar los mejores días de nuestras vidas! -todos aplauden riendo y chillando la letra de la canción. ¿Iban colocados? Niego riendo mirando a mi alrededor. ¿Cómo he acabado yo con esta gente? Ni siquiera me da tiempo a pensar cuando Jacob pone a toda velocidad el descapotable, rumbo a Santa Bárbara.

MíaWhere stories live. Discover now