Capítulo 19

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Lexa POV

Los días de noviembre daban asco. Hacía frío, pero no nevaba. Salía el sol, pero no hacía calor. Estaba nublado, pero no llovía.

Estaba en los columpios de nuevo esperando a ver salir a Clarke. Había decidido que quizás podía invitarla a tomar algo o al gimnasio; a lo mejor si me daba una paliza se quedaba más a gusto y habría menos tensión. No me refiero a la sexual, claro; esa siempre estaría ahí.

A veces debía recordarme que, probablemente, lo último que Clarke quería ahora era acostarse conmigo, y por suerte era otoño y no solía llevar el mismo escote tentador que en verano, así que me conformaba con imaginar su cara mientras me aliviaba en la ducha. Seguramente si se lo dijera me tiraría un cinturón de castidad a la cabeza.
Pero su cara sería muy divertida.

- ¿Otra vez tú?

Dejé de columpiarme al momento y miré a la izquierda con cara de malas pulgas. Ni siquiera me hacía falta escucharla dos veces en mi vida para reconocer esa voz. La odiaba demasiado.

- Niylah - comencé a columpiarme de nuevo, esta vez más fuerte para que comprendiera que no era bienvenida en mis columpios -, qué sorpresa tan agradable.

Me miró de manera crítica, como si yo fuera la infantil por estarme columpiando, cuando ella, probablemente, debía creerse muy madura para utilizar un columpio. Vaya amargada. O quizás era tonta y no sabía balancearse. Debía aceptar que no todos podían tener mi inteligencia.

- Siento no poder decir lo mismo.

- Pues haz como yo y miente - le sonreí de lado con despreocupación.

Me pareció ver que se tensaba.

- ¿Es que no te cansas nunca?

- ¿De columpiarme?

- De ser una idiota - espetó. Huy, qué humos ya de buena tarde tenía la estirada.

- No, la verdad. ¿Te cansas tú de ser una zorra las veinticinco horas del día?

Soltó una risa que se pareció al sonido de las uñas de un gato arañando una pizarra.
Santo Jesús, la genética es caprichosa. Estaba mi risa melódica de diosa, la de Clarke, contagiosa de semidiosa, y la de Niylah, de simple mortal vulgar.

- El día tiene veinticuatro horas, lumbrera.

- Tengo entendido que tú haces horas extra por devoción a tu trabajo - sonreí secamente.

¡Boom! Toma esa, víbora. Mi público imaginario, compuesto por cientos de leones y mapaches, me aplaudió coreando mi nombre.

- Mastica bien esa envidia antes de atragantarte, Lexa - su gesto se volvió serio.

Alcé una ceja. ¿Pero ella me había mirado bien? ¿envidia a quién y de qué?

- Envidia - repetí burlona.

- De que yo tengo a Clarke y tú no - completó triunfante.

Paré de columpiarme al momento. Ya no era divertido. Lo único divertido en ese momento habría sido hacer que Niylah se tragase el maldito columpio.
La miré fríamente, esperando que continuase, pero ella parecía esperar lo mismo de mí y no pensaba quedarme callada.

- Tú nunca tendrás a Clarke. La perdiste.

Se encogió de hombros, acariciando su pelo rubio como si fuera más interesante que yo. Esa tía era tonta.

- Te molesta que pudiera recuperarla y tú no - observó creyéndose muy lista.

Buah, la diva tarántula. Y luego Clarke me llamaba engreída a mí.

Sonríe (Clexa)Where stories live. Discover now