Capítulo 1

5.3K 117 26
                                    

Capítulo 1

Parente, por favor... Llevan más de media hora esperando. Se van a congelar.

—Ese es su problema. Además, ¿acaso tienen prisa?

Daniela Nox dudó en responder; con el Parente siempre había que vigilar mucho las palabras. Incluso en su mejor día, Aidur Van Kessel siempre tenía en la reserva la respuesta adecuada para sacarla de quicio. Era un maestro en ello. Claro que, para ser sinceros, ella tampoco se quedaba atrás. Siendo la mejor de toda la graduación, Daniela no solo se caracterizaba por tener una sonrisa bonita y más paciencia que el resto de los mortales. Ni muchísimo menos. Ella, al igual que el Parente, poseía una mente afilada, peligrosa, gracias a la cual solía conseguir todo aquello que quería.

Una mente de la que se enorgullecía.

Van Kessel solía decir que siempre conseguía todo con malas artes, pero eso era algo que a Daniela no le importaba en exceso. El motivo de su presencia allí era claro por lo que, le gustase o no, iba a cumplir con su trabajo a toda costa. Y si para conseguirlo tenía que mentir, mentía.

Y si tenía que engañar, engañaba.

Y si tenía que manipular, manipulaba.

Después de todo, ¿acaso no la habían elegido por ello?

—Pero Parente, el maestro Schreiber espera los resultados. Cuanto más les hagamos esperar a ellos, más tendrá que esperar su eminencia. ¿Realmente es eso lo que quiere? Porque si es así, permítame que llame de inmediato al maestro, y...

—Ni se te ocurra tocar el transmisor, Nox —advirtió el Parente poniéndose al fin en pie—. Te corto la mano. —Van Kessel depositó sobre la página del libro que estaba leyendo antes de que la mujer entrase en la sala la pluma negra con la que durante los últimos cinco años había estado marcándolos siempre. Pocos sabían que se trataba de su regalo de nombramiento favorito—. De acuerdo, tú ganas. Diles a esos imbéci...

—Candidatos —corrigió ella—. Son candidatos, Parente.

Van Kessel hizo una breve pausa para coger aire. Frente a él, tan elegante y correcta como de costumbre, su asesora le observaba con los ojos negros serenos, calmados, el cabello azabache recogido en una trenza que le alcanzaba hasta media espalda y esos altísimos zapatos de tacón que tanto le gustaban.

Era complicado enfadarse con ella. 

—Dile entonces a esos imbéciles que se hacen llamar candidatos que en unos minutos acudiré a su encuentro. Adviérteles también de que mi tiempo...

—Es oro —interrumpió Daniela de nuevo, esta vez con una brillante sonrisa de triunfo cruzándole el rostro—. No le llevará más de unos minutos, Parente. Gracias.

Van Kessel aguardó unos segundos a que Nox saliese de su despacho para volver a tomar asiento en su cómoda butaca negra y observar, pensativo, la terminal de transmisiones. Según el reloj de péndulo que colgaba en la pared contigua hacía ya media hora que debería haber llamado. Sin embargo, el terminal seguía en silencio. ¿Sería posible que, después de todo, tampoco fuese a llamar esa tarde?

El Parente alargó al máximo los minutos a la espera de la inminente llamada. Comprobó  nuevamente que el sistema funcionase realizando una llamada de prueba a su terminal portátil y, decepcionado, tomó su abrigo y salió del despacho. Dos pisos por debajo, en la amplia entrada del gran castillo negro, el cual se había convertido en su residencia hacía ya cinco años, varias decenas de hombres aguardaban en silencio su llegada.

Van Kessel descendió las escaleras de piedra que daban al recibidor con teatralidad, dejando que el abrigo aleteara a sus espaldas gracias al gélido aire que entraba a través de la gran puerta que siempre que había visitas ordenaba que dejasen abierta. Daniela odiaba que lo hiciese, pues al vestir prendas más livianas padecía el frío en los huesos con tanta ferocidad como los recién llegados, pero Van Kessel se negaba a prescindir de aquella tradición.

ParenteWhere stories live. Discover now