Capítulo 13

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Capítulo 13

La Reserva era un espacio natural de poco más de cien hectáreas en cuyo interior, sorprendentemente, habían logrado hacer crecer árboles y plantas. Situado en la superficie del planeta y cubierta por una gran bóveda protectora, la Reserva era considerada un milagro de la naturaleza. La ciencia había tenido una gran importancia en su nacimiento y supervivencia, sobre todo al adaptar a la perfección la bóveda, pero también había influido mucho el trato que los guardabosques le habían dado. Aquel recinto, venerado por todos los nifelianos como el claro ejemplo de la voluntad del planeta, se había convertido en territorio prácticamente sagrado.

Un territorio al que muy pocos tenían acceso, pues tan solo el cuarenta por ciento de su superficie podía ser visitada por el ciudadano de a pie, y en cuyo interior, oculto entre árboles y matorrales, se hallaba la gran Sala de Reuniones del Consejo.

Conocedora del terreno, pues siendo una niña había pasado muchas horas paseando por aquel lugar en compañía de Thomas y de Aidur, Tanith guio a Harald, Graham y Daryn hasta la edificación con paso ligero, tomando los senderos menos resbaladizos y atravesando las zonas más despejadas. Tal y como era tradición, todo miembro del Consejo traía consigo a su descendiente directo, el hombre o mujer que, llegado el momento, le sustituiría. En el caso de Graham era sencillo: Harald ya era un adulto. En su caso, sin embargo, tratándose de un niño, las cosas eran algo  más complejas. Tanith estaba obligada a llevarlo si lo que quería era cumplir con las normas, pero no podía evitar sentirse un poco incómoda.

Aquel no era un lugar para niños.

O al menos ahora no lo era, claro. Siendo ella una cría había disfrutado de la naturaleza y de la fauna de aquel lugar como pocos.  Su padre se había encargado de ello. Lamentablemente, ahora que él ya no estaba, la Reserva había quedado relegada a un segundo plano.

Era una lástima.

Llegaron a la edificación a media tarde. Tanith abrió la puerta principal con sus propias llaves, las cuales había recibido de Kaiden al morir este, y los cuatro se adentraron en su hogareño interior. Freydis y Tanna Dust, las primeras en llegar, ya habían encendido la chimenea por lo que, aunque algo frío, el lugar era acogedor.

Poco después, juntos y procedentes de la entrada del norte posiblemente, aparecieron Olaff y Finn Katainen seguidos por Willk Sorenson, el cual, para sorpresa de todos, traía consigo un recién nacido de apenas unos meses. Todos se saludaron cordialmente, tratando de olvidar por un instante las tensiones y obviando las preguntas incómodas, y llegada la hora clave subieron a la sala de reuniones.

Una vez allí, todo cambió.

La sala de reuniones era un espacio circular en cuyo interior había una gran mesa de madera con una gran luna pintada en el centro y diez sillas a su alrededor. En las paredes, colgadas en gruesos clavos, cada familia tenía colgado un tapiz con su árbol familiar al cual, con el paso de los años, se iban añadiendo los nuevos miembros. Además de ello, junto a una poesía inscrita en la pared, había colgado un gran mapa de Mercurio con todas las localizaciones de Nifelheim y varios trofeos de caza.

Tanith lanzó un rápido vistazo a su árbol familiar antes de tomar asiento. Sus padres aún aparecían con vida en él, y no había rastro alguno de Daryn. Había que actualizarlo. La mujer bajó al piso inferior a por tinta y pluma y, bajo la atenta mirada de los Ford, realizó los cambios convenientes. Seguidamente, sin necesidad de que se lo pidiese, le entregó el material de escritura a Willk.

Era evidente que Thorir Sonrensen, su padre, no iba a venir.

Realizados los cambios pertinentes todos tomaron asiento. Tanna Dust, la hija de Freydis, encendió varias velas y extrajo del interior de un cajón secreto de la mesa el gran Libro de Actos. Aquella noche ella sería la encargada de apuntar todo cuanto sucediese en la reunión.

ParenteHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin