Capítulo 10

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Capítulo 10

Apenas había gente en la calle cuando al fin llegaron al barrio de las Aguas. A pesar de estar a punto de entrar en la hora punta de uno de los cambios de turno, las avenidas estaban casi tan silenciosas como vacías.

Aquello era extraño. Mientras deambulaban por las calles el uno junto al otro, Marco Gianetti y Tanith Tremaine no podían evitar que la mirada les volase de los edificios a las calles en busca de la ciudadanía. A simple vista todo parecía abandonado, vacío, extinto, pero de vez en cuando alguna cabeza asomada tras una ventana o un vendedor tras el mostrador de su tienda evidenciaba que la ciudad no había corrido la misma suerte que Kandem, Kaal y Melliá.

No obstante, incluso así, era extraño.

Alcanzada una de las plazas Marco se detuvo para recoger un noticiario ya arrugado del suelo. En primera plana, con imágenes holográficas sobresaliendo de la superficie, imágenes de archivo mostraban la antigua Kandem bajo el titular de: "La Ciudad Fantasma".

El hombre sacudió la página y se la mostró. Bajo la imagen principal había un segundo artículo en el cual se hablaba de una cadena de explosiones en Kaal y Melliá.

Era cuestión de horas que se supiese la verdad.

—Creo que tu gente empieza a estar asustada, Tremaine.

—No nos falta motivos —respondió ésta.

Tanith dejó el periódico donde lo habían encontrado, en el suelo, y siguió avanzando a través de uno de los callejones. No muy lejos de allí, a apenas unas cuantas calles, aguardaba su tienda.

—¿Cuántas localidades conforman Nifelheim, Tremaine?

—¿Contando la capital? Veintisiete. Después de Melville somos la región más pequeña. Hace unos meses los registros publicaron que somos cerca de tres millones de habitantes.

Marco volvió la mirada hacia los pisos más altos de los edificios colindantes. Encerrados en sus habitáculos, los nifelianos contemplaban con terror las alarmantes noticias que, hora tras hora, se emitían en la cadena local. Al parecer, un grupo de periodistas independientes habían logrado traspasar el cordón policial y se hallaban en el corazón de Kandem, grabando e informando de cuanto veían.

—Un once por ciento es un porcentaje muy elevado.

Lo era. Aunque el descubrimiento de Kandem hubiese logrado concentrar la atención de prácticamente todos los miembros del equipo de Anderson, lo cierto era que, más allá del Santuario, muchos eran los acontecimientos que se estaban dando en Nifelheim. Sus habitantes estaban asustados, sus poblaciones desaparecían, y lo que era aún peor, nadie acudía a su rescate. Tempestad, demasiado ocupada con sus propias investigaciones, no daba abasto. No sabían ni por dónde empezar.

Era una lástima. Quizás, si en vez de pasar tanto tiempo intentando acabar con la vida de inocentes como bien era la suya se concentrasen más en su trabajo, las cosas serían diferentes, se decía Tanith.

Pero era Tempestad después de todo: había sido una estúpida al dejarse seducir por ella. No volvería a cometer el mismo error.

Tras recorrer el estrecho callejón que unía la plaza de Diafe con la de Pietro, Marco y Tanith descendieron unas empinadas escaleras que daban a una bonita avenida antes siempre colorida. Conocida como la Avenida de las Rosas Negras debido a la decoración de las fachadas de sus edificios, aquella vía concentraba la mayor parte de los negocios de la zona. Allí se podían encontrar desde tiendas de comestibles hasta las de ropa sin olvidar las droguerías, las herrerías y, al menos durante un par de meses al año, la herboristería. Además había una cafetería y una cantina que solía llenarse a diario gracias a la estupenda bebida y comida que servían sus propietarios, los hermanos Cowen.

ParenteWhere stories live. Discover now