Capítulo 14

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Capítulo 14

A Daniela no le gustaba su compañera de viaje.

A lo largo de los años dentro de la organización, la asesora del Parente había tenido que ver pasar unas tras otras a decenas de personas que, de un modo u otro, se habían ganado su puesto a base de billetes o de posición. Normalmente se trataba de hijos de nobles, bellator retirados o, incluso, millonarios con ganas de vivir aventuras: gente que, en su mayoría, no disponían de la preparación necesaria para enfrentarse a los misterios que aguardaban en un planeta tan complicado como Mercurio.

Lo bueno que tenían aquellos especímenes, como a ella le gustaba llamarles, era que lo dejaban pronto. En la mayoría de los casos sus abandonos venían secundados por agotamiento o aburrimiento: o se cansaban de dar vueltas y ejercitarse en los gimnasios o, simple y llanamente, la cantidad de material a estudiar y repasar les vencía la batalla. También había algunos que morían en extrañas circunstancias, como bien le había pasado a la hija del tal Mikey Moore, o al imbécil que se hacía llamar "el Rey del Sable", pero aquellos era la minoría. Tempestad, después de todo, tenía que guardar la cara ante sus inversores potenciales.

Cuando entró a trabajar para Van Kessel Daniela pensó que nunca más tendría que cruzarse con ninguno de aquellos especímenes. Aidur era un tipo surgido de lo más bajo cuyas ideas imposibilitaban que se diesen aquellas circunstancias. Como él solía decir: en su equipo nunca habría ni idiotas ni fulanas. Lamentablemente, al igual que decía una cosa, también decía otra: jamás daría la espalda a Anderson. Y así había hecho.

En el fondo, y aunque él nunca lo admitiese, Aidur era demasiado bueno con según qué personas.

Así pues, Anderson había logrado convencerle para que se ocupase de la bastarda del gobernador planetario y allí estaba ella, dispuesta a cumplir con todo lo que Van Kessel le ordenase. ¿Que necesitaba que le trajese ropa nueva? ¿Que atendiese a sus invitados? ¿Que pasara a limpio las actas? ¿Que cenase con él? ¿Que fuese a buscar a Tremaine y su hijo? ¿Que cuidase al nuevo fichaje?

Pues muy a su pesar, lo hacía. ¿Acaso podía hacer otra cosa?

Pero que lo hiciese no implicaba que le gustase, y, desde luego, de todo lo que le había pedido hasta entonces, aquella petición era una de las peores. Morganne era presuntuosa, presumida y charlatana: apenas sabía nada de la vida real en Mercurio y, lo que aún era peor, se creía lo suficientemente buena como para formar parte del equipo.

De hecho, aquella cría se creía tan buena que el viajar hasta Nifelheim para recoger a Tanith y Daryn le parecía una misión inadecuada para su categoría. Ella había nacido para explorar el universo y salvar planetas, no para llenar de suministros las naves ni limpiar las armas.

Pobre inocente.

—Sigo sin entender por qué tenemos que ir —comentó la chica desde la fila de asientos sobre la cual estaba cómodamente tendida, apoyando los pies sobre el reservado para ancianos—. ¿A quién vamos a recoger? Imagino que debe ser alguien muy importante.

—Eso no es cosa tuya, Moreau.

—¿Por qué no? Vamos juntas, ¿no? Van Kessel lo dijo: somos compañeras. Y entre compañeras, que yo sepa...

Daniela suspiró profundamente, tratando de mantener la calma. La muchacha no tenía la culpa, desde luego: a ella le habían dado la oportunidad y, por supuesto, la había aceptado, pero no podía evitar aborrecerla. Aborrecía su cara, sus modales, su voz... Incluso aquellas fantásticas y fastuosas ropas que, con su edad, jamás podría haberse costeado.

La vida era demasiado injusta a veces.

—No somos compañeras, Morganne; simplemente me acompañas, nada más. No eres una agente, eres una aprendiz.

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