Capítulo 23

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Capítulo 23

—¿Realmente cree que van a hacerlo?

—Estoy convencido de ello.

Sentados el uno junto al otro frente a la terminal del Parente, Daniela y Aidur repasaban por quinta y última vez la notificación que en forma de mensaje urgente estaban a punto de enviar. En él Van Kessel pedía el apoyo de los suyos. Un apoyo que él no dudaba en recibir, pues a pesar de todo seguía confiando ciegamente en Tempestad, pero del que Daniela tenía ciertas dudas al respecto. A su modo de ver, estaban solos en aquella guerra.

—Si al menos diese algo de detalle quizás nos hicieran caso.

—No necesito dar explicaciones, Daniela. Si un miembro de Tempestad pide ayuda el resto acude sin preguntas, simple y llanamente.

—¿Y qué pasa si no lo hacen?

—Eso no va a suceder, Daniela. Lo harán: aunque sea por todo lo que he hecho a lo largo de todos estos años lo harán. Pero en el caso de que no lo hagan... —Aidur deslizó los dedos sobre el teclado, pensativo—. Significará que no son mis aliados.

—Y todo aquel que no es su aliado se convierte en su enemigo.

—Veo que aprendes rápido —Aidur ensanchó la sonrisa—. No me querrán como enemigo, tranquila. Aunque solo sea por eso, responderán a mi llamada.

Permanecieron unos minutos más contemplando el breve pero conciso escrito que Aidur había preparado para la ocasión. Una vez presionase sobre el icono de envío ya no habría marcha atrás: Tempestad tendría que posicionarse. Y aquello era peligroso, desde luego. Quizás, un mes atrás, cuando Aidur participó en el juicio y la ejecución de los miembros del Consejo, todo habría sido más fácil. En aquel entonces, seguramente, nadie habría dudado de él lo más mínimo. Aunque solo fuese por aquel acto, le apoyarían. No obstante, habían pasado muchos días desde el juicio y, poco a poco, la posición de Van Kessel había vuelto a debilitarse. Su investigación se había detenido y, nuevamente, Novikov tenía el ojo fijo en él y su equipo.

Nox tenía la sensación de que la auditora sospechaba que ocultaban algo. Seguramente no sabría el qué, pues lo que Daniela y los suyos silenciaban era tan increíble que prácticamente nadie podía ni tan siquiera imaginarlo, pero tendría sus propias ideas. Quizás, se decía, sospechaba que le estaban ocultando información, cosa que era cierta. Aidur no estaba informando sobre sus últimos movimientos y descubrimientos, y eso era peligroso. De hecho, era tan peligroso que Daniela empezaba a dudar sobre si estaban actuando adecuadamente. Teniendo en cuenta que, tarde o temprano, todo iba a salir a la luz, ¿por qué no confiar el secreto que la mera existencia de Erinia comportaba a Schreiber, Novikov y Anderson? Daniela suponía que Aidur no quería compartir ni la gloria ni el mérito del descubrimiento con nadie, pues gracias a ello se aseguraría su posición en Tempestad, pero dadas las circunstancias la mujer dudaba si lograrían aguantar tanto tiempo. La recuperación de Erinia empezaba a ser demasiado larga...

—¿Se sabe algo de Merian?

—Aún no ha vuelto. Ni él ni Schmidt. No estoy segura, pero diría que esta noche han vuelto a saltar las alarmas.

Durante el transcurso de aquellas cuatro semanas doce localizaciones habían caído víctimas de las desapariciones repentinas que Nifelheim estaba sufriendo. La mayoría de ellas se habían dado en días distintos, siempre durante el ciclo nocturno, aunque durante la última semana el enemigo había cambiado su modus operandi. Ahora no aguardaban a la noche ni atacaban de una en una: simple y llanamente embestían zonas geográficas enteras a cualquier hora arrasando consigo todo cuanto encontrasen...

Y siempre sin ser vistos.

Era increíble.

Aunque durante los primeros interrogatorios Daniela no hubiese llegado a creerle, la asesora ahora confiaba plenamente en las palabras de Oliver Guzmán. Algo extraño surgía de la tierra para llevarse consigo a los nifelianos.

ParenteWhere stories live. Discover now