Capítulo 9

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Capítulo 9

El Templo era un lugar extraño. Construido en las profundidades de una de las más profundas cavernas de la zona, el Templo se alzaba en forma de cinco agujas de piedra en cuyo interior, comunicados por pasillos subterráneos, se hallaba el corazón de la fortaleza de Anderson. Era un lugar sombrío, iluminados sus pasillos tenuemente con farolillos de luz amarillenta, de techos bajos y grandes estancias cavernosas en cuyo interior las voces generaban inquietantes ecos que perseguían a los habitantes a lo largo de los pasillos.

Aidur lo había visitado en muchas ocasiones durante su época de aprendiz. Convertido Anderson ya por aquel entonces en uno de sus pocos amigos, el joven Van Kessel había ido y venido una y otra vez de un castillo a otro en busca de consejo y ayuda. Y siempre se había encontrado las puertas abiertas, desde luego. Aidur era muy querido allí, y lo sabía.

Desde su nombramiento, sin embargo, las cosas habían cambiado. El Parente y Anderson apenas coincidían, y eso era algo que siempre había lamentado. Por suerte, irónicamente, Kandem parecía estar a punto de unirles.

Kandem, Milliá, Kaal y todos los demás lugares que pronto engrosarían la lista negra a no ser que lo detuviesen a tiempo.

Marco Gianetti fue el primero en recibirle. Luciendo sus habituales ropas de trabajo, un mono militar negro y una cazadora corta de cuero desgastado, el agente saludó al Parente con un fuerte apretón de manos al que este respondió con una palmada en la espalda. Seguidamente, mostrando la mejor de sus sonrisas, hizo una ligera reverencia hacia la auditora, la cual, sorprendida ante la monstruosa estructura de piedra que se alzaba ante ellos, se mostraba totalmente conmocionada.

—No sabe cuánto me alegra verle en plena forma, Parente. Anderson les espera dentro con todo preparado.

—¿Formas parte de la expedición, Marco? ¿O te mandan para otro lado?

—Ojalá; me encantaría ir, pero me temo que de momento me quedo. Mis hermanos, en cambio, han corrido mayor suerte. En menos de dos horas saldrán hacia Kandem.

Juntos cruzaron las enormes puertas que daban al amplio y cavernoso recibidor del Templo. Decorando sus paredes, enormes vidrieras con imágenes de mujeres desnudas de larga cabellera rubia tocando el arpa y otros tantos instrumentos daban la bienvenida a los recién llegados. El suelo estaba enmoquetado de azul y rojo, con hermosas florituras que se mezclaban entre sí dibujando llamativos nudos marineros; había ocho imponentes jarrones de cerámica diseminados por toda la estancia, todos ellos llenos de flores secas, y, coronando la pared del fondo, la parte superior de una hermosa escalera de mármol que descendía hacia los niveles inferiores.

Anderson les aguardaba a la entrada de la escalera, con una terminal portatil en la mano y un miembro de su equipo frente a él, escuchándole atentamente. Al parecer le estaba dando las últimas directrices a seguir antes de reunirse con Novikov y Van Kessel. Anderson enumeró una tras otra todas las funciones que debía realizar y, no sin antes darle una palmada en la espalda, se despidió de él con un sonoro "suerte". Seguidamente, con una expresión entre preocupada y nerviosa cruzándole el rostro, acudió al encuentro de sus compañeros.

—Imagino que debe ser usted la Parente Novikov, un placer. Soy el Parente Adam Anderson, señor del Templo. —Adam le tendió la mano y ésta se la estrechó con firmeza, segura de sí misma—. Aidur, me alegro de verte. Llegáis en un buen momento: Mercurio parece estarse volviendo loco por segundos. Llegan noticias de todas partes. ¿Sabéis ya lo de Kaal y Melliá?

—Algo sabemos, aunque los informes no son claros aún. Imagino que usted tendrá información actualizada. Por cierto, Parente, ¿están aquí mis hombres? ¿Reed y Cruz?

ParenteМесто, где живут истории. Откройте их для себя