Capítulo 15

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Capítulo 15

Anonadados ante la visión, Kaine y Aidur permanecieron unos segundos en silencio, pensativos, concentrados en la inquietante imagen que aquella pequeña apertura en la puerta les mostraba. Aquel pedazo de pasado, o presente, o lo que realmente fuese, pues a aquellas alturas ya no sabían a qué se enfrentaban, les tenía muy desconcertados.

Jocelyn Bicault no había envejecido un ápice. La joven se había mantenido joven y hermosa a pesar de la desnutrición y el paso de los años. Su cuerpo había adelgazado notablemente en comparación a las fotografías de archivo que había de ella, pero era evidente que aquello era producto de los años de encierro.

O siglos, mejor dicho.

Van Kessel estaba perplejo. A lo largo de sus años había podido ver muchos avances médicos. La mayoría de ellos se había dado en el interior de Tempestad, y únicamente a nivel teórico, pues la organización había decidido ocultarlos a la luz pública, pero todos estaban a años luz de lo que tenía ante sus ojos. Y es que, por mucho que hubiesen avanzado, hasta ahora no existía soporte vital alguno que pudiese mantener a alguien vivo durante todo ese tiempo.

Era imposible... descabellado.

Y en caso de haberlo inventado, que teniendo en cuenta el secretismo de la compañía bien podía haber ocurrido sin que él fuese informado, era evidente que no era el motivo por el cual aquella joven seguía con vida.

—No tiene ningún tipo de soporte vital especial, Parente —murmuró Kaine en apenas un hilo de voz, impresionado—. Es como si simplemente durmiese.

—Como si llevase doscientos años durmiendo, sí. —Aidur lanzó un sonoro suspiro, superado por los acontecimientos. Volvió a mirar por la ventanilla para asegurarse de que sus ojos no le engañaban. Ciertamente, allí había una chica—. Pero es fisiológicamente imposible. El equipo de Thomas lleva mucho tiempo estudiando anatomía y el modo de mejorar a los hombres, y ni tan siquiera se han acercado... Y son los mejores de todo Mercurio, te lo aseguro. Todo esto... Maldita sea, es de locos. Si realmente existiese la posibilidad de alargar la vida de este modo la habrían descubierto, ¿no te parece? O al menos se habrían acercado. Tempestad posee muchísimos más recursos de los que poseía esta gente hace doscientos años. ¿Qué demonios significa todo esto entonces? —Sacudió la cabeza con brusquedad—. ¿Acaso es un fraude?

Merian se encogió de hombros. Dudaba mucho que aquello fuese un fraude. De hecho, en caso de ser así, Varnes no se hubiese molestado en tomarse tantas molestias para aislar aquel lugar. Lo que tenían ante sus ojos, simple y llanamente, era maravilloso: un milagro.

Claro que Merian no creían en los milagros. Ni él ni nadie: sin un Dios al que adorar, los milagros no tenían cabida. Así pues, aquello tenía que tener una explicación.

Volvió la mirada hacia las escaleras. Aidur ya las subía de dos en dos, alterado, deseoso de obtener respuestas, cuando él comprendió que Erinia era la única que podría ayudarles. Si realmente ella era el holograma, o una proyección, o un avatar, o lo que demonios fuese, de la mente activa de aquel cuerpo, podría responder a sus dudas.

La encontraron en lo alto de la escalera, de brazos cruzados sobre su túnica verde y con una expresión sombría cruzándole el rostro. A ojos de Merian, la mirada de la muchacha parecía haber envejecido los doscientos años que llevaba con vida, aunque no su semblante. Este, brillante y reluciente como el de cualquier niña, evidenciaba que la edad de la mente y el cuerpo se llevaban siglos de distancia.

—¿Cómo es posible? —preguntó Aidur con exigencia, visiblemente nervioso—. Espero que esto no sea un truco: no tiene la más mínima gracia. ¿Qué demonios...? Joder, ¿qué demonios está pasando? ¿Qué es eso? O mejor dicho, ¿quién es esa? ¿Quién eres?

ParenteWhere stories live. Discover now