Capítulo 7

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Capítulo 7

Kandem no había cambiado demasiado en los últimos años. Tan triste y agónico como en su recuerdo, el pozo de desesperación en el que se había convertido la localización en los últimos años no había hecho más que empeorar. Las viviendas habían ido empobreciéndose hasta convertirse en casuchas desvencijadas, la cantidad de basura había incrementado su presencia en casi un quinientos por ciento y la muerte, antes presente en cada esquina, ahora parecía haber extendido sus garras hasta devorar todo cuanto le rodeaba.

Kandem, antes conocida como la capital de la desesperación, ahora había adquirido un nuevo título que, más que nunca, describía a la perfección aquello en lo que se había convertido: en cementerio abandonado.

Aprovechando que el personal destacado en la localización aún no había sido informado de su sustitución, Thomas logró acceder a la zona con relativa facilidad. Saludó a los miembros de la patrulla que conformaban el primer punto de control con un ligero ademán de cabeza y, a partir de ahí, únicamente necesitó inventar unas cuantas mentiras y excusas para, siempre acompañado de Tanith, alcanzar al fin las escaleras que comunicaban con la localización.

—Creí que Schmidt venía solo esta vez —comentó Adolfus Marsh mientras acompañaba a lo largo de uno de los últimos tramos a la pareja. Uniformado con las ropas de Tempestad y con su voluminosa arma automática cargada entre las manos, el ya anciano bellum imponía más que cualquier miembro de seguridad local—. Bueno, él y sus bestias, me refiero.

—Era la idea, pero Van Kessel cambió de parecer en el último momento —respondió Murray con naturalidad, tratando de disimular la preocupación que la presencia de Schmidt le causaba—. Hay que recuperar y revisar toda la documentación posible de las bases de datos, asegurarnos de que el generador de la torre no falle, tomar muestras... ya sabe, lo de siempre. Trabajo y más trabajo.

—Desde luego, doctor. Usted es el entendido. ¿Quiere que avise a Schmidt?

—Tranquilo, lo haré yo mismo. ¿Imagino que estará en la torre de comunicaciones, me equivoco?

Atravesado el estrecho túnel que daba al primer nivel de las escaleras, Adolfus se despidió de ellos cordialmente, como siempre hacía. Thomas tomó entonces la mano de Tremaine, la cual parecía un tanto intimidada ante el puente colgante que se alzaba ante ellos y que comunicaba el túnel con el acceso a las escaleras, y juntos lo cruzaron con paso rápido. Una vez al otro lado de este se adentraron en el océano de escaleras a través del cual alcanzarían Kandem.

—¿Schmidt es el tipo de los lobos, verdad?

—El mismo. ¿Te acuerdas de él?

Tanith frunció el ceño, pensativa. Dos años atrás habían sido muchos los amigos y compañeros de Murray los que habían acudido a la ceremonia de su unión. Gente de todas las edades y géneros que, embutidos en sus uniformes de Tempestad, habían logrado quitarle todo el encanto al momento.

Tempestad. A Tanith aún le costaba creer que ella, una nifeliana de cabo a rabo, hubiese acabado casándose bajo la mirada de decenas de sus agentes. De hecho, la mera idea de unir su destino al de uno de sus miembros le resultaba espantosa, pero dadas las circunstancias no había tenido ninguna otra opción. Además, Thomas no era un cualquiera. Incluso perteneciendo a la organización, era una buena persona. Claro que aquel detalle poco había importado. Ni el novio, ni la ceremonia, ni los invitados. Su unión había sido producto de la desesperada situación financiera en la que se hallaba en aquel entonces. De haber poseído el dinero suficiente como para haberse podido valer sola, Tanith ni tan siquiera se lo habría planteado. Lamentablemente, las estrictas leyes de Mercurio impedían la existencia de transacciones económicas sin justificación entre ciudadanos por lo que no les había quedado más remedio que hacerlo.

ParenteWhere stories live. Discover now