Capitulo CII: Robamos un auto viejo.

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Todos los personajes de Percy Jackson no me pertenecen son propiedad del señor Rick Riordan GRACIAS POR CREAR ESTOS LIBROS : D

(Nico di Ángelo y tú)

POV Tú:

Caminé hacia la lúgubre cabaña de hades, pero nadie me abrió, fui a buscarlo al comedor pero tampoco estaba allí. ¿La arena? Fue mi última opción, pero allí lo encontré. La próxima vez tendría que buscar primero aquí. Me acerqué a él viendo como despedazaba un maniquí con furia. Nunca lo había visto entrenar así, después de ese siguió otro y otro.

–Nico... –lo llamé cuando me di cuenta que estaba tan absorto en su entrenamiento que no me vería, me ignoró y comenzó a golpear a los maniquíes con sus manos en vez de usar la espada –¿Nico? –dije contrariada por su comportamiento. Se volvió a mí y pude verle mejor, estaba sudado y sus manos estaban llenas de sangre, sentí una opresión en el pecho y una inmediata preocupación me invadió.

–¿estás bien? –pregunté, Nico suspiró y asintió

–¿Percy te dijo? –me preguntó. Tardé un momento en comprender su pregunta. Suspiré rendida. Él también hablaba de la misión.

–¿una misión es... tan mala? –pregunté sin poder apartar la vista de sus manos ensangrentadas.

Nico bufó descontento –sucede que esta es una reverenda estupidez, no tiene sentido, es peligrosa e innecesaria –dijo mordazmente, una sensación cálida lleno mi pecho ¿estaba preocupado por mí? Pero eso no justificaba su descuido al entrenar.

–Déjame ver –pedí señalando sus manos, era incapaz de seguir hablando sin asegurarme que estaba bien. Él se miró extrañado y negó con la cabeza

–estoy bien, ni siquiera me di cuenta. –dijo negándose a cederme sus manos

Me encogí de hombros –igual te curare –le dije firmemente dándole a entender que no pensaba rendirme. Suspiró y se agachó para recoger su espada, la guardó y me miró con suspicacia.

–¿sabes hacerlo? –su pregunta hizo que yo misma me planteara la situación, realmente no sabía cómo curar. Pero bueno también tenía mi orgullo, no pensaba admitirlo. Di un paso acercándome a él y tomé sus manos –por supuesto –dije y llené sus manos de besos como hacia mi tía Cecilia cuando yo era pequeña y me lastimaba. Él se sonrojo.

–ya sé que eso no será suficiente. –le dije sin poder dejar de perderme en ese rostro tan bello que Nico tenia.

–ven creo que hay que lavar tus heridas –dije ya que era lo único que se ocurría hacer con sus manos. Fuimos a su cabaña y entré a su baño a buscar algo que me ayudara, llené un recipiente con agua tibia y tomé una toalla pequeña.

Cuando salí del baño lo vi sentado en el suelo al lado de su cama, suspiré, su piso era frio ¡se iba a resfriar! Agité mi cabeza si le decía eso no se iba a dejar curar. Me senté a su lado y comencé a limpiarlo lo mejor que pude.

–¿no estas asustada? –me preguntó de pronto, ¿asustada de él? No eso era imposible seguía hablando de la misión... entre todos estaban comenzando a lograr que sintiera temor

–creo que asustada no es la palabra –musité, si lo pensaba me daba cuenta de que me sentía angustiada, nerviosa y si algo asustada, pero sobretodo enojada...

–¿aterrada? –me preguntó y pude escuchar el pánico en su voz, se me hizo un nudo en la garganta, de verdad él me quería tanto como yo a él, este extraño amor era real.

–No –dije intentando no desbordar alegría ni vomitar arcoíris, ya sabía que Nico no era muy colorido que digamos.

–¿entonces? –me preguntó con impaciencia. Lo sopesé un momento, pero solo llegué a la misma conclusión me sentía en cierto modo usada por afrodita. Me enojaba el hecho de que eso afectara a personas que eran importantes para mí, pero sobre todo que de alguna manera mi Nico se quebrara por su culpa.

Y Entonces... Te Encontre (Nico di Angelo y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora