CAPÍTULO 1 - JASPER

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Clarke abrió la puerta de su despacho. Sobre el cristal esmerilado se podía leer "Clarke Griffin Investigations". Clarke, por lo tanto, era la dueña del negocio. Sin embargo, cada vez que llegaba un nuevo cliente, que no eran muchos, tenía que soportar la misma cantinela: "Buenos día señorita, ¿está el señor Griffin?" "Yo soy la se-ño-ra Griffin", remarcaba la palabra. "Ya, pero ¿podría hablar con el señor Clarke Griffin?". La exasperaba sobremanera que todos y todas, sin excepción, la tomaran por la secretaria del, seguramente, gran investigador y respetable señor Griffin. Pero no había ningún señor Griffin, sólo ella, la gran y respetable investigadora Clarke Griffin... Al menos lo sería algún día.

­—¿Había bombillas de esas? —Raven levantó la vista del ordenador.

—Sí —dijo Clarke mientras dejaba la bolsa con la bombilla sobre su mesa de trabajo.

Raven Reyes era morena, de piel tostada y ojos oscuros, mientras que Clarke era rubia, de piel clara y ojos azules. Eran grandes amigas. Se conocieron en la universidad, más concretamente en las fiestas de la universidad, ya que estudiaban carreras distintas; la morena hizo una ingeniería cuyo nombre nunca lograba recordar Clarke (¿ingeniería electrónica, mecánica, informática?, es que como sabía de todo...) y la rubia estudió Bellas Artes. Cómo acabó de detective privado... es otra historia.

El despacho era acogedor, pero no era de diseño precisamente: había un sofá que conoció tiempos mejores, la mesa del ordenador donde trabajaba Reyes era de estilo moderno y parecía nueva, mientras que la mesa donde se sentó Clarke provenía de un saldo. Tampoco había una silla igual a otra, ni la sencilla silla de ruedas de Raven, ni el sillón de señor mayor de la mesa de Clarke, ni las dos sillas habilitadas para los clientes al otro lado.

Clarke se dispuso a reemplazar la bombilla estropeada del flexo.

—¿Lo hago yo? —se ofreció Raven.

—Creo que no me hace falta una ingeniería para cambiar una bombilla.

Raven se encogió de hombros y volvió su atención al ordenador. La falta de clientes, e ingresos, volvía a Clarke un poco irascible.

—¿Qué haces? —preguntó la rubia.

—Cotilleo casos antiguos de desaparecidos.

—¿Te has vuelto a meter en el sistema de la poli?

—Más o menos.

—¿Más o menos? ¿Sí o no?

—Sííí. Pero en los expedientes antiguos... esos tienen poco control.

Clarke sostenía la bombilla nueva en la mano, que agitaba al tiempo que hablaba.

—¿Y eso nos va a dar trabajo? —ironizó Clarke.

—¿Nos? Te recuerdo que yo no cobro nada. Lo hago para ayudarte.

—Lo haces porque no tienes trabajo y te aburres. Y gastas luz...

Raven resopló.

—Uf, Clarke, te pones imposible... Estoy buscando a ver quiénes contrataron los servicios de un detective privado. Te podrías pasar por sus casas y dejarles amablemente tu tarjeta y tu mejor sonrisa.

Clarke respiró hondo. Sabía que estaba siendo insufrible, pero estar con la cuenta al límite no ayudaba nada a su humor.

—La gente no toma en serio a una mujer joven como investigadora, está claro.

—Y encima rubia, y que está buena.

—¿Y qué hago? ¿Me tiño? ¿Me visto como una monja?

Raven la observó mientras colocaba la bombilla con no poca dificultad.

LEY & DESORDENWhere stories live. Discover now