CAPÍTULO 4 - POLIS (II)

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Eran pasadas las doce y seguían en Polis. Lexa regresó al lado de Clarke y, disimuladamente, le mostró un vaso de tubo protegido por una bolsa de plástico que asomaba del bolsillo interior de su cazadora.

—¿Le has hecho la foto? —preguntó Lexa.

—No. Está muy oscuro. Necesitaría acercarme más.

—No importa, ya tenemos sus huellas, mañana se pasarán los chicos e intentarán acercarse a él con discreción.

Clarke se la quedó mirando.

—Entonces, ¿ya está? ¿No hacemos nada más?

—No, prepararemos un acercamiento, una forma de contactar con él sin que sospeche, a ver qué información directa podemos sacarle.


Clarke asintió poco convencida. Se miraron a los ojos brevemente y después cada una cogió su bebida. Clarke aún tomaba su segundo mojito y Lexa su segunda cerveza. La policía apenas sentía el efecto del alcohol, pero la investigadora privada estaba más desinhibida de lo que normalmente era, y una idea temeraria empezaba a fraguarse en su cabeza. Se tomó un buen trago de su copa y volvió a mirar a la policía.

—¿Tengo ojos de yonqui?

Lexa frunció el ceño sin comprender.

—No.

Clarke se humedeció los dedos con los restos del mojito y se los restregó con fuerza por los ojos. Entonces, ante la mirada atónita de Lexa, cogió su cerveza y se mojó la mano con ella.

—Perdona.

Y se embadurnó el pelo hasta que se le quedó de lo más churretoso. Cuando volvió a mirar a Lexa tenía los ojos enrojecidos por el escozor del alcohol y la raya se le había corrido.

—¿Y ahora?

Lexa sonrió sin comprender.

—Pareces un mapache mojado.

—¿Pero yonqui? —insistió Clarke

—Sí, un mapache yonqui... Pero ¿qué vas a hacer? —preguntó con cierto tono de advertencia.

Entonces Clarke sorprendió a Lexa una vez más al agarrar su brazo con fuerza y mirarla con intensidad.

—Confía en mí.

Y antes de que la policía pudiera darse cuenta, Clarke se bajó del taburete y se dirigió hacia Roan como una flecha. En cuando Lexa fue consciente de lo que estaba haciendo musitó un "no, joder" y se dio la vuelta para observar atentamente, pero desde la distancia, todo lo que hacía su compañera.

Clarke llegó donde estaba el hombre y prácticamente se le echó encima como si hubiese tropezado. Sus manos empezaron a sobarlo con torpeza, invadiendo su espacio personal.

—¡Pero qué coño te pasa!

—Oye, tío, ¿llevas mierda? —dijo Clarke arrastrando las palabras, clavando sus movimientos y ojos de yonqui con "mono".

Roan se la quitó de encima con un empujón, pero volvió a acercarse a la chica para hablarle al oído.

—Podías ser más disimulada, encanto. Sígueme.

Y Roan se dirigió hacia el fondo del local, seguido por los pasos torpes de Clarke, que tuvo tiempo de mirar hacia donde se encontraba Lexa y guiñarle un ojo. La policía le respondió negando ostensiblemente con la cabeza. Pero ya era tarde y la chica desapareció de su vista.

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