CAPÍTULO 16 - CUERPO A CUERPO

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Clarke ya estaba en su casa después de la reunión en la comisaría. Raven la estaba esperando, impaciente por que le contara para qué la requería Lexa.

—Entonces, Cage Wallace es el hijo del muerto, que ahora es el nuevo director de la galería —recapituló Raven—, y Carl Emerson es el socio del padre, que sigue siéndolo ahora del hijo.

—Sí, además Emerson es especialista en detectar falsificaciones. Y entró como socio hace menos de un año. Y ahora se cargan al director. ¿No te parece raro?

—Hombre, no sé, un año es mucho tiempo para pensarse un crimen, ¿no?

—Y encima, por lo que han podido investigar, no hay mucha información sobre Emerson, es como si no hubiera dejado apenas rastro hasta hace un par de años.

—Pero él ni gana ni pierde, el que hereda el puesto del muerto es el hijo. Él se queda como estaba.

—Ya, no sé. Los dos tienen coartadas sólidas para esa noche, pero el que lo hizo parece profesional, con lo cual debe de ser un encargo. Da igual que tengan coartada o no.

—¿Quieres que clone sus móviles? ¿Que piratee sus ordenadores?

Clarke negó ostensiblemente con la cabeza.

—No. Quiero implicarme lo menos posible en esto. Haré el paripé de la inauguración, y adiós muy buenas. No voy a hacer nada más de lo que estrictamente se me pida.

—¿Qué tal con Lexa?

—Bien.

—¿No la vas a perdonar?

—No vayas por ahí, Reyes.

—Bueno, vale, no te pongas así, sólo te he preguntado qué tal con ella —y, por lo bajo, añadió—. He visto mulas menos tercas que tú.

Clarke levantó la vista y se encontró con que su amiga le sacaba la lengua haciéndole burla. Sabía que estaba a la defensiva, pero es que necesitaba mantenerse firme, aún estaba muy resentida con Lexa.

—Y ahora déjame un ratito tranquila, que tengo que convertirme en marchante de arte experta en el realismo americano del siglo XX.

—¿De eso va la exposición?

—Sí.

—Qué chulo, ¿puedo ir?

—No.

—¡Pero si no lo has pensado ni una décima de segundo!

Clarke se llevó la mano a la barbilla en actitud pensativa durante tres segundos y, después, volvió la vista a su portátil.

—No.

—Idiota.

Y Raven hizo una bolita de papel y se la tiró a la cara.

—¡Reyes! He visto niños de dos años más maduros que tú.

—¿Por qué no puedo ir? Crees que no tengo vestidos para esas ocasiones.

—No tienes vestidos para esas ocasiones, pero lo más importante, allí la gente va con invitación, la flor y nata de ese mundillo, donde se conocen todos; ya van a hacer un chanchullo enorme para invitarme a mí y que no parezca raro. Así que no, Raven.

—Pues voy de camarera o algo así, seguro que tu novia me puede colar.

—¡Que no es mi novia!

—Pues lo que sea, pero seguro que puede. En la trastienda de esos sitios es donde más cotilleos se oyen.

—Calla ya, que tengo que mirarme esto, de verdad.

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