CAPÍTULO 25. ADEN

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Otra semana más pasó y el caso Mount Weather apenas avanzaba. Raven seguía de voluntaria en la oficina electoral, al mismo tiempo que investigaba ilegalmente las comunicaciones de los dos asesores de Jaha. En la comisaría los avances eran igual de escasos, aunque no le importaba mucho a la detective Woods, porque sus pensamientos estaban siempre entretenidos con la investigadora Griffin. Se enviaban mensajes a todas horas, algunos divertidos, otros eróticos; pasaban juntas todo el tiempo que sus trabajos les permitían. Y las noches eran suyas y los fines de semana y los festivos. La mayoría de las veces acababan en casa de Lexa, a la que Clarke ya se había llevado algo de ropa y el cepillo de dientes.

***

Era media mañana cuando un niño cruzó la puerta de la comisaría. El policía del mostrador de información no le vio porque estaba atendiendo a un hombre, y otro policía tampoco porque estaba hablando con un compañero en una esquina. El pequeño subió por las escaleras hasta la primera planta sin encontrarse con nadie. Al fondo vio a otros dos policías de paisano en una mesa enfrascados en una animada conversación, que tampoco se dieron cuenta de su presencia. A esa hora casi toda la plantilla estaba tomando un café en la salita. Entonces el niño miró a través de la cristalera hacia el interior de un despacho y observó a una mujer joven sentada tras la mesa.

Lexa estaba absorta mirando la documentación de un nuevo caso de homicidio.

—Hola.

La detective levantó la vista sorprendida por esa tenue voz y se sorprendió aún más cuando vio a un niño menudo, rubio, de unos cinco o seis años en mitad del despacho.

—Hola.

La detective se levantó, se acercó al niño y se puso en cuclillas delante de él.

—¿Qué haces aquí?

—¿Eres policía?

—Sí... ¿Eres hijo de algún compañero?

Lexa miró hacia fuera, como buscando al padre o a la madre del niño.

—No.

—¿Cómo te llamas?

—Aden.

—Es un nombre muy bonito. ¿Has venido solo?

El niño asintió.

—¿Y tus papás?

—Mi mamá murió y mi papá pega a mi madrastra.

A Lexa se le encogió el corazón.

—¿Has venido por eso?

El niño volvió a asentir.

—¿Por qué has subido, no te ha atendido nadie abajo?

—Es que solo había hombres...

Una inmensa tristeza atravesó el corazón de la detective, ese niño les tenía miedo a los hombres, seguramente por culpa de su padre.

—¿Quieres comer algo?

El niño volvió a asentir y Lexa le tendió la mano para que se la cogiera. Salieron juntos del despacho y lo llevó hasta la salita. Los que habían hecho la parada para tomar un café ya estaban saliendo. Lincoln e Indra se pararon delante de la detective y miraron al niño de manera interrogante.

—Es un nuevo amigo..., luego os cuento.

Lexa les guiñó un ojo con complicidad para que salieran. Quería que el niño se sintiera a gusto, que de repente no tuviera una legión de policías a su alrededor preguntándole sobre su presencia allí. Entonces lo colocó delante de una máquina expendedora llena de snacks salados, sándwiches y dulces.

LEY & DESORDENWhere stories live. Discover now