CAPÍTULO 28. VÉRTIGO

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—¿Estás segura de que él puede ser Big J.?

Raven asintió convencida, pero Clarke aún no las tenía todas consigo.

—Estoy segura de que es él. Ya te he explicado por qué.

—No es que dude de tus conocimientos informáticos, pero es que este pez es muy gordo.

—Escucha —la miró desafiante—, sin levantarme de esta silla sería capaz de lanzar un misil sobre Corea del Norte y metérselo por el culo a Kim Jong-un. —Clarke no sabía exactamente quién era ese—. Entre otras razones, porque lo tiene muy gordo y sería fácil acertar... Menos mal que mi prioridad es follar, y que no estoy loca, porque si no sería un auténtico peligro.

—Raven, a veces me das miedo. Y no tengo muy claro lo de que no estés loca.

—Ya, bueno, puedes estar tranquila, de momento no voy a hacer lo del misil.

Y le guiñó un ojo. Clarke sabía que estaba de broma, pero las capacidades de su amiga le daban escalofríos. No entendía por qué se empeñaba en trabajar con ella, una simple investigadora de poca monta, porque era evidente su sobrecualificación para el puesto. Pero, en fin, ella sabría...

—Bueno, pues voy a contárselo a Lexa —dijo la investigadora con resignación.

—Suerte —dijo su amiga con tono dramático—. También sé dónde falsificar documentación, por si tenemos que salir del país.

—No creo que sea tan grave.

***

—¡¿Que habéis hecho qué?! Por dios, Clarke, ¿tienes idea de lo que has hecho? ¡Te vas a cargar el puto caso, joder!

La investigadora nunca la había visto tan enfadada con ella, ni cuando lo de Polis y Roan... Lexa deambulaba nerviosa por su despacho, pasándose la mano por el pelo.

—Raven ha sido invisible —dijo Clarke en un susurro—. Nadie sabrá de nuestra incursión.

—¡Yo lo sé!

—Escúchame, déjame por lo menos que te cuente las conclusiones de Raven.

Lexa la miró con una mirada asesina, de las que cortan la respiración, y Clarke se maravilló de cómo esos mismos ojos eran capaces de transmitir a veces una serena dulzura y otras esa fiera furia. Se sintió pequeña e insegura.

—Habla —exigió.

—Raven no encontraba nada en los correos recientes, así que se fue varios años atrás y encontró varios entre David Miller y una dirección sin identificar. Desde esa dirección se daba el "ok" a lo que el asesor preguntaba... siempre vaguedades. Entonces siguió la pista de esa dirección y llegó a una IP que está en la sede central de la Rothenberg Corporation— Lexa frunció el ceño al oír el nombre—, más concretamente en el despacho de Jason Roth.

Jason Roth era de una familia de ricos empresarios que tocaban todos los sectores de la economía. Eran judíos alemanes que acortaron su apellido para ocultar sus orígenes en los primeros años de ascensión del nazismo, cuando emigraron a América. Pero Jason, orgulloso de sus antepasados, recuperó el apellido para dar nombre a su entramado empresarial: el gigante Rothenberg Corporation. Además, Jason era conocido por el alias Jrat, o sea, "el rata", por sus poco éticas tácticas empresariales.

—¿Jason Roth es Big J.?

Lexa había cambiado su enfado por la sorpresa.

—Eso cree Raven, porque tirando del hilo relacionó su IP con otra dirección de correos más actuales, donde ya eran más cuidadosos, pero en uno de ellos, David Miller, que es un pelota, le dijo algo así como "qué grande eres, J."... Y Jason empieza por jota. Tiene que ser él. Por lo demás, es como si hablaran en clave, Raven no ha sacado nada más en claro. Son muy precavidos.

LEY & DESORDENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora