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Estoy dando un sorbo a mi jugo de naranja mientras le doy vueltas al asunto en la cabeza. En lo que restó de la hora de religión discutí con Scott porque no quería colaborar, admito que quizá fui muy insistente, pero al menos accedió a reunirnos en su casa para poner al día lo que no hicimos en clase.

En la escuela me dijo que vivía solo, y sinceramente no le creí porque, a ver, qué padre responsable y en su sano juicio deja viviento solo a un adolescente de 18 años; pero, estoy comenzando a dudar seriamente de la cordura de los padres de Scott, porque en este momento estoy frente a lo que parece ser un apartamento de soltero en toda regla; rogando por no haberme equivocado de dirección, toco el tiembre y me quedo a la espera de que el niño bonito se digne en aparecer a  abrir la puerta.

Un par de minutos después, cuando estoy contemplando la posibilidad de irme y hablar con el señor Ramírez para que me deje trabajar sola, me abre la puerta un somnoliento Scott.

Santa Madre de Dios

No lleva camisa, por lo que puedo ver con detenimiento su torso perfectamente trabajado. Me toma un par de segundos despegar la vista y mirarlo. Está dándome un buen repaso de pies a cabeza sin ninguna vergüenza, haciendo hincapié en mis piernas; creo que fue mala idea traer shorts. Alza una ceja

—Bonitas piernas—dice con un gesto de cabeza—pasa.

Entro y mi primer pensamiento es Wow.

Siguiendo con mis suposiciones, creí que encontraría un apartamento lleno de desorden, con ropa en todos lados y mal olor pero es todo lo contrario.

La puerta principal da directamente a una pequeña sala. A mi izquierda el sofá en forma de de color negro está en la esquina de la habitación; encima de él hay cojines de color blanco y plateado. Frente al sofá está una mesita de café de cristal que complementa todo con el sillones oscuros junto a esta.
A la derecha hay una mini barra con bancos altos que da a la pequeña cocina en la misma gama de colores que la sala. Mas al fondo se extiende un pasillo que, supongo, lleva a su habitación. Las paredes son de un bonito gris claro y la alfombra de uno un par de tonos mas oscuro.

Todo es muy sobrio y neutral, pero de un extraño aire de calidez. Me gusta.

La puerta se cierra detrás de mi y él me mira con un aire relajado. Se rasca la nuca y se pasa la mano por el cabello, luego me mira.

—Puedes ponerte cómoda. Mi casa es tu casa y... lo que sea; Ya regreso—dice y finalmente desaparece bostezando por el pasillo. Reprimo una risita y me siento en el sofá. Realmente es cómodo.

Me recargo contra el espaldar y recuesto la cabeza; cierro los ojos y suspiro. Me quedo así un par de minutos mientras espero.

¿Cómo es que vive solo? Creo que ni en un millón de años mis padres me dejarían irme de mi casa antes de la universidad y mucho menos a mi propio apartamento. ¿Sus padres seguirán pagándole todo o él trabaja para costearlo? La verdad, eso lo dudo porque mantener un lugar así no es nada barato.

—Creo que te tomaste muy en serio lo de ponerte cómoda—dice Scott interrumpiendo el hilo de mis pensamientos y yo me incorporo. Me sorprendo a mi misma al decepcionarme un poco porque ya lleva camiseta.

—Lo siento—digo roja de vergüenza. Ahora me siento ridícula.

Genial

—Descuida—me sonríe de lado sin mostrar los dientes con lo que se le marca un adorable hoyuelo en la mejilla derecha y camina hasta llegar al sofá junto a mi.

—El trabajo debe estar escrito a mano, ¿lo sabes, no?—Pregunto señalando el ordenador portátil que acaba de colocar sobre la mesita. Asiente.

—Si, pero primero lo hacemos aquí y luego pasamos el definitivo a mano; así no desperdiciamos papel.—Eso tiene mucho sentido—¿Quieres tomar algo?

Me limito a mirarlo, no pensé que iba a ser tan amable conmigo.

Porque eres una prejuiciosa que hasta ahora ha dado por hecho que es una mala persona, Elizabeth.

—¿Que?—pregunta.

—Nada, solo que de repente eres todo sonrisas, amabilidad y colaboración cuando esta mañana fuiste todo un patán, entenderás que estoy un poco confundida—sonríe de nuevo y niega la cabeza.

—En la escuela tengo una fachada que mantener, aquí no.—Se limita a responder, dejándome confundida y con ganas de saber más.

—¿Cómo que fachada? ¿Por qué?

—Solo te diré que no soy lo que todos creen que soy. —Me mira a los ojos con una sonrisa bailándole en la comisura de los labios.

Las apariencias engañan, Elizabeth.

Abro mis ojos con asombro. Escuché una voz en mi cabeza, su voz.

—¿Como hiciste eso?—Logro articular en medio de la sorpresa.

—¿Que cosa?—contesta finalmente sonriendo con fingida inocencia.

—Sabes a lo que me refiero.—Se limita a reír. Firma los codos en las rodillas y entrelaza los dedos de las manos. Vuelve la cabeza hacia mi y me mira para comenzar a hablar.

—¿Y si no soy el chico malo que todos creen que soy?—pregunta. Yo me limito a encogerme de hombros. Me mira a los ojos un par de segundos y luego me sonríe.—Empecemos con el trabajo.

Lo fulmino con la mirada

¿Que?

Esto no se va a quedar así, Scott Taylor.

Suspiro  y  empiezo a llenar la primera parte del cuestionario. Cerca de hora y media después, tenemos la mitad del trabajo listo.


Estoy acostada en mi cama dando vueltas una y otra vez a mi conversación con Scott. ¿Por qué siempre debe hablar de esa manera tan misteriosa y confusa?

Solo te diré que no soy lo que todos creen que soy

¿Y eso que? ¿Intenta intimidar o algo? Y además, ¿qué con el susurro? No entiendo cómo lo hizo, a parte de que hacer eso no es humano.

¿Y si he estado tratando con un vampiro igual que Edward Cullen y susurrar en la mente de la gente es su poder sobrenatural?

Nah, lo he visto a la luz del sol y no brilla.

—Ahhh, ¿por qué debe ser tan difícil descifrarte Scott?—grito a mi almohada con frustración.

Porque aun no sabes cómo interpretar la verdad.

Ahí está de nuevo esa voz en mi cabeza, Su voz.

¿Me está escuchando? Por Dios, creo que estoy paranoica. Por supuesto que no me acaba de hablar... ¿Cierto?

El timbre de mi celular suena y me saca de mis cavilaciones sin sentido.

—¿Que cuenta la chica más linda e inteligente del mundo?

—¿Que quieres Stephie?—pregunto rodando los ojos.

—Por favor, acompañame a la fiesta en la casa de Adam el viernes.

—No

—¿Por qué?

—No me gusta el ambiente de esas fiestas  y lo sabes.

—Ah claro, no te gusta el ambiente en las fiestas pero si el ambiente alrededor de Scott Taylor—dice en tono ligeramente sarcástico girando la conversación dramáticamente.

—Eso es un tema aparte, Stephania.

—No me llames así, sabes que lo odio.

—Por eso lo hago

—Por Dios, ven conmigo, ¿si? Te prometo que hago lo que sea pero por favor, ven conmigo.

—Ya te dije que no.

Annoying: Ángeles entre nosotros | EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora