Capitulo 31

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Capítulo treinta y uno


¿Cómo mantenerme lo más cuerda posible? Sabía que pensar en las posibilidades, en las miles de cosas que podrían llegar a suceder, me podía volver realmente loca. Pero cuando te encuentras encerrada en una celda, apenas pudiendo ver un cuadradito del cielo a través de gruesos barrotes, es difícil mantener la mente lejos de la razón por la que estás en ese lugar. Pero al recordar algunas series que vi hace muchos años atrás pude pensar una forma de mantenerme ocupada. Contar desde un millón hacia atrás de nueve en nueve. Hasta dormirme desde despertarme.

Además, de esta forma podría mantener un cierto poder sobre la noción del tiempo.

El sentimiento de impotencia me estaba matando, consumiéndome como si en mi alma hubiera un incendio. Daniela estaría pensando en que ellos se encontrarían a salvo de esta horrible manada hasta al menos el regreso de Damián, que sería solo en el momento preciso de atacar. Temí lo que podría pasarles si una noche despertaban con un maldito ejército asesino junto a ellos. Nadie tendría tiempo de prepararse, de luchar y defenderse. Todo el mundo se vería sometido a un hombre horrible. Alguien a quien no le importa nada más que el sentimiento de poder sobre las demás personas. Porque eso era exactamente lo que Alpha Robert era: Un sádico en busca de poder.

Estaba siendo especialmente cruel conmigo. Incluso hubiera preferido una tortura física sobre los sentimientos que sus acciones provocaban en mí. Me estaba castigando de la peor forma posible para una humana y luna. Me dejó ver lo débil que podía llegar a ser, sin poder defenderme a mí misma de su especie ni a las personas que quiero. Como una Luna, mi orgullo había crecido con el tiempo, aunque intentara evitar que esto pasara y lo mantuviera bajo control todo el tiempo, en el fondo de mi mente sentía cada falta de respeto y cada intento por hacerme inferior a lo que yo realmente soy. Él es un alpha. Debe conocer los peores castigos para personas con este rango. Y me estaba matando. De verdad lo sentí así. La única intención de él era causarme dolor al darme la suficiente información como para poder deducir cuales serían sus planes. No los confirmó, no los negó, cuando formulé las palabras en voz alta el solo se burló de mí y se marchó, dejándome llena de preguntas en mi cabeza. No creí que volviera a pasar a verme. A menos que hubiera encontrado algo más con lo que mantener a mi cerebro bajo un estrés excesivo.

Rayos. Perdí la cuenta. Comencé de nuevo.

Silenciosas lágrimas estaban cayendo por mis mejillas. Por mucho que me repitiera a mí misma que llorar resultaría inútil y solo lograría llegar a una deshidratación más rápido, no pude frenarlas. Pero llorar cuando no hay nadie cerca no tiene caso. El metal de una jaula no te puede dar un abrazo, no puede formular las palabras correctas para calmar el sentimiento de un corazón herido. Simplemente lo agrava todo. Te mantiene lejos de cualquier fuente de consuelo. Aislada, sola y desolada, ¿Cómo fue que Mandela sobrevivió a tantos años en prisión? Con solo unos días aquí, yo estaba perdiendo mi maldita cabeza.

Entonces realmente confirmé esto. Estaba enloqueciendo. Porque cuando di una mirada a la celda junto a la mía, que puedo jurar que hace un momento estaba vacía, al igual que todas las demás celdas, había alguien. El estrés y la soledad me estaban haciendo alucinar con personas que realmente no se encuentran aquí. Pero al menos decidí que como un producto de mi imaginación sería imposible que me dañara. Incluso podía usar mi propia alucinación como compañía por algún tiempo. Me incorporé de la esquina del suelo en la que me decidí usar como el lugar de lamentarme por mi misma y fui directo hacia los barrotes. Desde el otro lado, una chica de unos donde años me sonrió dulcemente. Era casi una copia idéntica de como yo lucía a esa edad. La alucinación tenía mis ojos. Era... yo.

--Hola – La saludé. La niña se acercó hasta encontrarse frente a mí, pero aún al otro lado de los barrotes, ¿Qué podría decirle a un producto de mi imaginación?

Alpha DamiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora