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El profesor da por terminada la pequeña reunión y yo salgo de su oficina. No quiero que piense que soy una pesada. Me llevo una preocupación encima, pero no voy a detenerme ahora que he logrado tener un poco de su atención. Mañana lo veré de nuevo y eso estaba bien para mí. Agarro fuerte mi morral y me apresuro a la salida. Albert debe estar esperándome y preguntándose cómo me habrá ido, ya que en la mañana antes de salir, prácticamente casi lo obligué a ayudarme.

―Hola, princesa ―Brice aparece interponiéndose en mi camino―, ¿problemas con el profesor?

―Nada que te interese, Brice ―digo con firmeza y apretando el paso para pasar de él.

Pero al hacerlo, me toma del brazo y me arrima cerca de él.

―Claro que me interesa, princesa ―susurra en mí oído y seguido me aparta dejándome allí de pie y viendo cómo se marcha con su petulante forma de caminar.

Exhalo bajo rodando los ojos, no entiendo su reciente actitud. Pero aún puedo sentir su aliento en mi oído. Me sacudo, Brice es un pesado.

―¿Sucede algo? ―la voz del profesor Young me sobresalta por la sorpresa.

Me giro hacia donde está.

―No. No es nada.

Tengo que recomponerme rápido.

―¿Seguro? ―insiste abriendo sus lindos ojos color miel, bastante apreciables sin los lentes.

Asiento varias veces para que no pregunte más.

―De...debo irme ―balbuceo tonta y para no sentirme más así camino rápido.

―Leah ―dice mi nombre deteniéndome en seco.

Ahora me estremezco, era la primera vez que lo hacía y se siente de maravilla que me llame por mi nombre y no por mi apellido y ese ridículo apelativo de señorita. Me giro rápidamente quedando frente a frente.

―Si algo sucede, no dude en decírmelo ―pronuncia tono amable.

Asiento de nuevo solo para verle esbozar una minúscula pero significativa sonrisa. Me giro y retomo mi camino, escondiendo mi apenada cara de felicidad. Brice no me había hecho nada, pero disfrutaba mucho saber que él estaría allí para defenderme de ese bribón.

Ya no quedan muchos estudiantes en la escuela y al salir diviso a Albert esperándome de pie junto al auto. Mi intención es cruzar la calle e ir con él, pero me detienen un auto que se estaciona frente a mí. Él vidrio de la parte de atrás se baja dejando asomar la cara de Bob. Trago en seco, jamás me imaginé ver a ese hombre en mi escuela, aunque seguramente estaba aquí por Brice.

―Hola, Leah.

Que él me llame así no se siente tan bien, lo percibo abrumador.

―Señor Cameron ―digo con formalidad.

―Por favor, nada de señor, dime solo Bob.

¡No, no me gustaría hacer eso! Pero tengo que mostrarme amable, aunque no quiera.

―Lo intentaré ―respondo a su pedido―. Brice debe estar por allí ―agrego para zafarme rápido de él, mirando hacía Albert.

―Lo sé, pero no vine por él.

―Ah, no.

En serio quería zafarme.

―Vine por ti.

Eso también me toma por sorpresa. Y más al ver como Albert me da un asentimiento con su cabeza, se sube al auto y se marcha.

Me quedo fría.

―Albert ―llamo, pero no se detiene, se va.

―Déjalo ir, tú padre me ha permitido llevarte a casa.

―No es necesario ―me apresuro en decir.

―Claro que, si lo es, y no te preocupes, no es ningún problema para mí. Sube ―dice casi como una ordenanza, y luego de ver a Albert marcharse no me queda más remedio que aceptar. Mi padre debió ordenárselo.

Subo al auto bastante reticente y para agrandar la sorpresa, Brice como salido de la nada me aparta y se sube antes que yo y casi que a trompicones.

―Hola pa, por fin viniste a buscarme ―dice con el tono impregnado de evidente ironía.

Lejos de sentirme molesta por eso, me da un poco de alivio. Increíblemente agradezco que esté allí, en mitad de su padre yo yo.

―¿Y qué hay de tú auto? ―Bob masculla la pregunta.

―Está en él taller viejo, por eso también vas a tener que llevarme.

Bob tuerce el gesto por la presunción de Brice, pero al mirarme simplemente sonríe y obviamente forzado. No sabía de qué iba la actitud desafiante de Brice con su padre, pero sigo aliviada de que también venga con nosotros, porque por más que lo intentara no me gustaba estar a solas con Bob. Estaba casi segura que algo había detrás de todo ello. Verlo ayer en la cena y hoy en mi colegio recogiéndome me tenía muy desconcertada. Y cualquiera que fueran sus intenciones, claramente y por su gesto, se vieron interrumpidas muy adrede por su hijo.

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Gracias por leer!!

Deseándote en silencio✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora