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Al llegar a la sala busco por Brice y no lo veo por ningún lado.

―¿Buscas a Brice? ―ella grita por encima de la música, yo asiento―. Debe andar por allá arriba muy ocupado ―dice con algo de risa y señala hacia las otras escaleras del interior que seguramente conduce a otras habitaciones.

Se aleja de mi lado dejándome de pie, observando todo el desorden que hay en la amplia sala. Tal vez deba buscarlo y pedirle que me lleve a casa, no es que esté mal el lugar, pero no me siento a gusto estando sola entre gente que no conozco. Ella ha dicho que son universitarios, así obvio no conozco a nadie. Y estoy muy incómoda aquí mientras él hace quien sabe que cosas. Alguien pasa y me ofrece un vasito rojo con algo de líquido que huele a trago y yo lo recibo para no parecer la rara y odiosa.

¡Que remedios! Lo soy.

Empiezo a caminar mirando todo el desorden mientras pruebo un poco, obviamente es trago y un poco fuerte, me hace toser un poco, pero sabe bien, me gusta. Jamás en mi vida he tomado algo como esto, pero se siente bien y mejor que el vino que me hizo tomar Bob. Me lo tomo todo y busco otro, y después de un rato comienzo a adaptarme. Muchos solo me ven, pero nadie dice nada, están tan metidos en su diversión que paso desapercibida por primera vez, y eso también me gusta. Se siente normal para alguien que lleva mucho tiempo llamando la atención. Eso me hace reír porque por un momento me siento libre, libre de ser la hija perfecta de un magnate millonario.

Me dirijo hasta donde está la gente bailando y comienzo a moverme al ritmo de la música, me ofrecen más vasos y yo tomo, el líquido quema un poco mi garganta, pero es tolerable. Algo me dice que no debería seguir tomándolo, pero me rehúso, esta será la primera vez que haga algo indebido y diferente, como escaparme de las garras del viejo verde de Bob Cameron, y lo cierto es que beber se siente bien, malditamente bien. Sigo moviéndome al son de la música y cierro los ojos imaginando que mi adorado profesor baila conmigo. Me sobresalto un poco cuando siento manos alrededor de mi cintura. Me sobresalto. Abro los ojos en el acto.

―¿¡Te diviertes, nena!? ―gritan fuerte en mí oído y yo me giro para encontrarme con un chico al que no conozco de nada. No respondo, pero cuando pone su mano de manera atrevida en mi trasero me sobresalto alejándome espantada―. Que pasa, vamos, sigue moviéndote así nenita ―grita de nuevo y yo siento que la cabeza me da vueltas, me asusto y me alejo espantada de él trastabillando por los tacones.

Me tropiezo con varias personas que me empujan mientras él solo me mira con sus brazos abiertos y su expresión sorprendida. Salgo del grupo que está bailando y pierdo de vista al chico manos de pulpo. Trastabillo un poco más hasta llegar a la escalera y me siento en el escalón agitada, y entonces me da por reír, reírme como una estúpida por lo que pasó. Eso es malo porque significa que el trago está haciendo efecto en mi sistema. Los tacones me molestan, me los quito y cuando me levanto para caminar vuelvo a caer. Me entra nuevamente una risilla por lo patética y ridícula que debo verme. Como puedo me levanto y camino de vuelta a la habitación donde me llevó esa chica. Esa es mi intención y con tantas puertas no logro encontrarla fácilmente, incluso abro una donde hay una pareja teniendo sexo.

¡Cielos!, mis mejillas arden al ver eso de primera mano. Me tapo los ojos y huyo de allí disculpándome, aunque ellos ni siquiera se inmutan de mí. Sigo caminado y dando tumbos buscando la habitación hasta que la encuentro, entro y cierro la puerta recostándome en ella. Tiro los tacones y busco mi uniforme y mi mochila, saco mi teléfono y encuentro que tengo varias llamadas perdidas del... profesor.

Me llevo las manos a la cabeza sin saber qué hacer, reír o llorar, pero con el trago en mi sistema y subiéndose a mi cabeza se me da por reír y hacer algo osado de lo que quizás me arrepienta, marco de vuelta y espero a que conteste. Al tercer llamado contesta paralizando mi corazón solo con su voz.

―Leah, ¿eres tú? ―pregunta como sí sonara preocupado―. ¡Leah! ―insiste.

―¡Leah, habla por favor! ―vuelve a insistir y yo tomo valor para decir lo que llevo dentro.

―Me gustas, Nicholas Young, me gustas mucho ―susurro bajo y cuelgo rápido como sí hubiera hecho una broma, dejo resbalar el teléfono al suelo y me tapo la boca.

¿¡Que hice!?

Sonriendo nerviosa, me dejo caer sentada, pensando que beber me ha dado valor para hacer una soberana estupidez, ahora que pensará de mí. Me río más porque es mejor no imaginar nada; además, hacerlo se sintió bien, liberador; pero al mirar hacia la puerta me calmo la risa al encontrarme con la mirada molesta e indescifrable de Brice.

¿Acaso escuchó mi confesión?

~°~°~°~°~

Gracias por leer!!

Deseándote en silencio✔Where stories live. Discover now