»43«

1.9K 209 27
                                    

Quería estar con él, y por eso tenía que dejar de pensar que estaba actuando equivocada. Sobre todo, ahora que había empezado a nacer algo entre nosotros y que se estaba haciendo cada vez más fuerte, sin proponérnoslo. Algo que ahora es imposible de obviar. Un giro que me toma desprevenida. Un cambio de tres sesenta grados que quizás me deja en el mismo lugar, pero con un pensamiento diferente, como si fuera un nuevo inicio con el que no contaba.

Uno con él.

Recordar sus bromas, el meterse en mi habitación, con mis cosas, en mi vida, y solo para demostrarme que estaba dispuesto a hacer más por mí de lo que imaginaba. Eso hace que no dude de lo que pronuncio cuando sus manos se quedan quietas y dejan de tocarme.

―¿Es en serio? ―pregunta como si aun dudara de lo que digo.

Y yo ya no quiero dudar de lo que hago. He entendido mi lección a las malas, y mi padre me ha enseñado también que puedo confiar en todos, menos en él, solo para reforzarla.

―¿Crees que te mentiría? ―inquiero sobre su dudas.

―No solías quererme mucho, ni prestar atención a nada de lo que dijera.

―Eso era antes, y supongo que la gente cambia ―emito convenciéndome que es mi caso, antes que él de los demás.

―¿En qué has cambiado, Leah? ―pregunta y le miro avergonzada.

―Yo aun no lo sé; puedes decírmelo tú.

―Tampoco lo sé. Solo que antes disfrutaba meterme contigo y de un tiempo para acá descubrí que no era eso lo que quería, y lo que sí quería era estar a tu lado sin que me odiaras. Siempre sintiendo que debía cuidarte.

―Querías vestirte de caballero para salvarme de mi padre y el tuyo ―digo algo risueña.

―Sí, y de eso no tengo dudas.

―¿Por qué?

―Porque si te salvo a ti, me salvaré a mí mismo ―proclama y sus palabras realmente me llegan como nunca lo habían hecho, sobre todo cuando he odiado siempre depender de alguien más.

Lo miro y nunca vi tanta sinceridad, y tal vez, fue porque siempre vi su lado malo, y no, lo malo que había en su vida y que era muy parecido a la mía. Atrás quedaron los pensamientos sobre la chica que suspiraba por su profesor. Ahora solo está la chica que puede suspirar por el chico que le gusta. No espero a darle más larga a lo que quiero que ocurra. Mi mente lo sabía y mi cuerpo también, y dejo que este se exprese. Me inclino nuevamente y lo beso acallando con eso las palabras que quizás fuera a decir y dejando que algo más hable por nosotros. Brice me devuelve el beso, lo hace con suavidad, como si me enseñara a hacerlo correctamente. Él es y será el único chico al que he besado y besaré siempre. Y mi padre por más que quiera no me arrebatará eso.

Mientras seguimos besándonos sus manos vuelven en su búsqueda por tocar cada parte de mi anatomía. Esta vez, siento más confianza cuando va hasta mi camisa del uniforme y empieza a soltar cada uno de los botones. No deja de mirarme como si buscara aprobación a cada intento de ir más allá. De cruzar barreras sin retorno. De dejar que quienes hablen ahora, sean nuestros cuerpos de adolescentes inexpertos, pero que anhelan aprender el uno del otro.

Él abre mi camisa dejando al descubierto mi pecho. Sus ojos brillan observando con cada pedazo de piel expuesta. Mientras termina de sacarla de mi falda y mis brazos para dejarla caer en el piso.

―Es mi turno ―digo para romper un poco el nervioso ambiente que nos rodea. Estoy segura de que no solo será mi primera vez.

―Adelante ―responde bajando sus brazos para que yo suelte ahora sus botones.

Lo hago, y trato de hacerlo manteniendo el temblor en mis dedos a raya. No será la primera vez que lo vea o que hagamos algo parecido; pero de igual forma, se siente como si fuera la única primera vez para ambos.

Suelto su camisa y él me ayuda a sacarla, y mientras lo hace no puedo dejar de llevar mi mirada sobre las marcas de las inyecciones que se coloca para controlar su diabetes. Paso mis dedos por ella y repaso cada circulo de piel maltratada, que realza sobre la suya blanca.

―¿Al tiempo? ―Pregunto posando mi mirada sobre la suya poniendo mis dedos sobre los bordes de mi falda.

―Me parece ―responde engreído.

―Idiota ―mascullo.

―Supongo que tu idiota, ahora.

―Supongo que si ―repongo soltando el botón de atrás de mi falda, soltándolo y bajándola.

Brice hace lo mismo con su pantalón. Y aún está bajándoselo cuando yo ya me encuentro solo en ropa interior. Me inclino para quitarme los zapatos y medias y él se apresura a hacer lo mismo quedando solo en sus boxes y medias. Frente a frente ambos giramos nuestras cabezas hacia la cama. Saco de mi cabeza el pensamiento que me recuerda estar haciendo esto en la cama del profesor; pero los borro de mi cabeza. Este momento era solo para los dos y no cabe ningún otro pensamiento. También, es una manera de exorcizarlos y desterrarlos porque solo fueron una ilusión.

Me decido en ser la primera en terminar de desvestirme desnudarme por completo. La mirada atónita de Brice se queda prendada sobre mí. Mis mejillas arden con todo su escrutinio, que lejos de ser morboso o vulgar, está lleno de otras cosas que hacen que me sienta especial y alejen un poco la vergüenza que siento en este momento crucial de nuestras vidas. Sus manos van a mi cabello y lo sueltan dejando que este caiga a mis lados.

Después se aleja y se quita sus boxes, bajo mi rostro porque ahora eso si me llena de vergüenza.

―¿Te asusta? ―pregunta con suavidad. ―Asiento varias veces―. A mí también me asusta ―añade tomando mi mano y llevándome con él hacia la cama donde me pide que suba primero y me acomode mientras él va hacia el maletín que trajo y toma algo.

Lo hago y espero allí, acostada, con el estómago lleno de cosquillas, y otro cosquilleo muy diferente en todo sentido. Brice vuelve y se sube poniéndose sobre mí.

―Vamos a necesitar eso ―indica sobre el pequeño empaque entre sus dedos y el cual se bien para que se usa.

―¿Sabes cómo usarlo? ―pregunto para romper un poco la tensión. O, no.

―No, pero creo que lo aprenderemos juntos ―argumenta convencido apartándose para colocárselo, después que termina se vuelve hacia mí―, ¿estás lista para eso? ―añade igual de sonrojado que yo, moviéndose otra vez para volver sobre mí.

Su rostro antipático y engreído que conozco desde siempre se enaltece con una graciosa sonrisa, aliviando la tensión por el susto normal de la situación.

―Por supuesto que si ―respondo con la misma convicción, Brice no responde, solo se inclina mí me besa y se deja caer despacio sobre mí haciéndome vibrar con la sensación de su cálida piel sobre la mía.

~°~°~°~°~°~°~


Deseándote en silencio✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora