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Al llegar le pido a Albert que no me espere, que yo lo llamo para que venga a recogerme; sin embargo, cuando se va, me recuerdo que no tengo teléfono, el estúpido de Brice lo arruinó y aun no compro otro.

Reniego por eso mientras me acerco a las escalinatas de la entrada. Me calmo un poco y toco el timbre. La casa de Brice es casi tan enorme como la mía. Espero un momento hasta que la abren y una mujer mayor y a la que conozco muy bien, se asoma y al verme me regala una sonrisa amable.

―Pequeña, Leah ―Rossie dice acercándose y abrazándome como antaño, como cuando era niña y mi madre me solía traer a jugar con Brice. Ella siempre me llamaba de esa forma y a mí no me molestaba―, lo siento, es la costumbre, pero está claro que has crecido un montón.

―No te preocupes, no me molesta. ―Ella sonríe y me hace pasar.

―Y ese milagro que has venido.

Sus palabras como un amable reproche me traen a la realidad. Es cierto que desde que mamá murió, yo dejé de venir y Brice y yo dejamos de jugar y ya no volvimos a hablar...

―Ah, vengo a ver a Brice. Supe que estaba enfermo y le traigo los apuntes.

―Que linda que te acuerdes de él, lleva varios días sin salir de su habitación. Seguro se alegrará de verte. Le diré que estás aquí.

―No te preocupes, yo lo hago. ―La detengo antes de que comience a caminar escaleras arriba―, como en los viejos tiempos, lo asustaré.

Rossie ríe amplio en asentimiento. Eso me tranquiliza, lo de los apuntes no es del todo cierto, Brice porque son pocas las clases que vemos, pero si es cierto que hacía eso porque no me dejaba jugar con sus juguetes. De niño era muy egoísta, y lo cierto es que nunca pude lograr asustarlo. Era yo quien terminaba asustada y llorando.

Avanzo hacia las habitaciones del segundo piso con toda confianza sabiendo que el lobo de Bob no está acechando. Voy hacia el fondo, donde sé que encuentra la de él. Al llegar frente a la puerta giro el pomo y está sin seguro, y debe ser para que Rossie entre. Él, al igual que yo tampoco tiene a su madre, y Rossie es casi como Eleonora para mí; aunque la de él, no está muerta. Que fue de ella, es todo un misterio.

Dentro de la habitación, todo está oscuro y silencioso, demasiado. Parece una enorme gruta. Tanteo sobre la pared recordando donde queda el interruptor, hasta que lo enciendo. La luz de la bombilla interior se desparrama por toda la estancia y me ciega después de tanta oscuridad.

―¡Maldita sea, Rossie!, apaga la puta luz ―Brice gruñe enojado incorporándose en la cama.

Lo reparo y luce desaliñado, despeinado, a simple vista se le nota el mal estado; y, sin embargo, nada de eso le resta atractivo.

¿En serio ha estado muy enfermo?

―No soy, Rossie ―digo para llamar su atención.

Mira en mi dirección arrugando su cara de tal forma que logra reconocerme. Un brote de irritación se refleja en ella.

―Apaga esa maldita luz y lárgate —su tono glacial es igual de irritante.

Se deja caer de nuevo, y pesadamente sobre las almohadas en del revoltijo de cobijas que es su cama. Dejo mis cosas a un lado de la puerta y me aproximo a su cama. Me da la espalda. Sin pensarlo mucho me quito los zapatos y subo sobre ella haciéndole sobresaltar cuando me acomodo sobre mis rodillas a su lado.

—¿¡Qué crees que haces!? —Me mira contrariado.

―Quiero ver si en serio estás enfermo.

―No es tú problema —chasquea con molestia.

―Claro que lo es, sobre todo ahora que dicen en la escuela que soy tú novia. O eso dijo una amiga tuya bastante desagradable.

Sus cejas se disparan hacia arriba y sus ojos se abren desmesurados y espantados.

―¿De qué estás hablando? ―Se incorpora de nuevo.

―Ya lo dije. Parece que tu juego con la carta dio resultado.

―No se dé qué hablas.

―Si lo sabes. Tú dejaste una carta para mí, ¿o ya se te olvidó?

―¡Eso no era un juego! —resopla nuevamente irritado—, ya deberías saberlo. Pero supongo que poco importa. No soy el que te gusta. ―El tono de Brice a parte de irritado también suena derrotado, extrañamente eso me conmueve.

Tomo aire y lo suelto.

―Te equivocas, eso fue solo una tontería; además, creo que estaba drogada cuando dije eso.

Mentirosa, mentirosa, una inoportuna vocecilla taladra mi cabeza. La acallo.

―¿Te rechazó? —suelta sin preámbulos sacudiéndome, y algo cruel. Pero no se lo iba a hacer saber.

―No. Le dije la verdad, que solo era una broma.

―Pero no es cierto.

Me mira ladeando su rostro con curiosidad. Me preguntaba por qué estaba tan insidioso de repente.

―Y que importa si lo es. No es como si pudiera haber algo entre él y yo.

―Pero te mueres por él.

¡Qué pasa con Brice!

―Y tú por mí —repliqué.

El jocoso bufido que lanza, me hace ver que está de vuelta.

―Eso quisieras —rechista irónico y sarcástico.

―Bueno, tengo tu declaración firmada. ―Me arrimo un poco hacía él.

―¿Y qué harás al respecto? ―Su rostro sale a mi encuentro, una mueca de suficiencia adorna su boca.

Su mirada clara me traspasa retándome, pienso en infinidad de cosas que podría responderle y no me sale ninguna. Solo sé que Nicholas Young debe salir de mi vida. Cierro mis ojos y sin pensarlo acorto la distancia que nos separa, lo beso en respuesta.

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Deseándote en silencio✔Where stories live. Discover now