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Han pasado dos días y todo ha sido relativamente tranquilo. Las cartas siguieron sin aparecer en mi casillero y todavía seguía sin alegrarme del todo. No es como si extrañara recibirlas, es solo que me resultaba extraño dejar de recibirlas de la noche a la mañana. Exhalo frustrada, porque ni yo misma me entiendo. Tampoco he visto a Brice y por muy extraño que me siga pareciendo, una parte de mí, esa que estaba acostumbrada a su impertinencia... lo extraña...

Creo que enloquecí.

Con el profesor es otra cosa. Mentir por nuestro propio bien me hacía sentir un vacío existencial que hasta ahora sigue sin llenarse. Antes de lo ocurrido casi nunca lo veía, y ahora, parece que me lo encuentro en todos lados. Y duele. A veces parece tener la intención de decir algo; sin embargo, no lo hace.

¡Por qué la vida me tortura de esta forma!

Y pensar que soy tan joven para pasar, por tanto. Cierro mi casillero o eso intento cuando alguien lo cierra a la fuerza por mí, me espanto con la abrupta acción.

―¡Oye tú! ―la voz áspera de una chica, la cual no reconozco de nada me toma por sorpresa―. Sí, tú ―vuelve a hablar con altanería al ver que no respondo y la miro contrariada.

―¿Quién eres? ―traduzco mi preocupación.

No quería sonar grosera, pero en serio no la reconocía. No suelo fijarme mucho en los chicos o chicas del colegio. Siempre estoy ajena a todo, excepto a la fama de Brice.

―¡Vaya! ―bufa―, se me olvida que la princesita no conoce a nadie; porque nadie es digno de ella.

―Lo siento, de verdad no sé quién eres.

―Soy amiga de Brice, y vengo a decirte que sí no cuidas de él como se debe, te las verás conmigo ―me acusa.

Su tomo amenazante me saca de base. No estaba entendiendo su agresividad, ni por qué me decía eso de Brice.

―¿A-A que te refieres?

―Oh vamos, eres su novia y ni siquiera sabes que está enfermo ―grita como si yo fuera la culpable de lo que dice.

Y como si el conocimiento de su reclamo se asentara lentamente en mi cerebro, empiezo a captar sus palabras. Sobre todo, cuando dice "enfermo y novia". Mi desconocimiento es extremo, pero en qué momento me volví la novia de Brice.

Un momento...

―¿Por qué dices eso? ¿El te envió a decirme eso?

―Ay, no te hagas la santa. Brice y tu salen, y toda la escuela lo sabe.

¿¡Qué!?

Eso tenía que ser una broma, Brice y yo, ¿en qué momento ocurrió que no lo sabía? Me alejo de ella cuando suena el timbre para la siguiente clase, y es, ahora cuando me doy cuenta que la calma relativa en la que se supone andaba quizás se debe a ese rumor. Rumor que no había escuchado. Tal vez eso explique por qué ya no llegaron más cartas. Pero era mentira, Brice y yo no estábamos juntos, eso es ridículo, no cuando supuestamente su padre está detrás de mí.

Seré yo quien te libre de mi padre.

Sus palabras vuelven a mi cabeza atormentándome. Miro hacia atrás y la chica no me sigue. Solo se queda allí, viendo como desaparezco espantada por el pasillo. Ella no luce como las chicas con las que sale Brice, y no es que en realidad me importe.

No estaba entendiendo nada.

Las clases pasan y si logro concentrarme en alguna fue un milagro. Por primera vez no estaba interesada en nada de lo que se explicaba. Mi cabeza vagaba irremediablemente con lo que ocurrió en la mañana, ¿y si de verdad estaba enfermo? También era muy extraño que faltara a tantas clases. No tenía entendido que Brice sufriera de algo en particular. La única forma de saber qué era lo que estaba pasando era yendo a su casa...

Después de mucho meditarlo me decido por ir, de todos modos, tenía que preguntarle el porqué del rumor acerca de que él y yo estábamos saliendo. Es absurdo...

¡Absurdo!

Camino tan distraída en mis pensamientos que no me doy cuenta cuando tropiezo de frente con alguien, al tratar de disculparme me fijo en que es el profesor. ¡Me lleva! Nicholas Young me mira preocupado y el ceño fruncido.

―Lo... lo siento.

―No te preocupes, esta todo bien, solo fíjate bien por donde vas.

Eso me hice sentir avergonzada, lo escucho como un reproche.

―Lo haré, gracias.

El profesor sonríe mostrándome un poco de amabilidad y eso es suficiente para dejar de sentirme avergonzada. Se siente bien después de la forma en la que me ha estado mirando todos estos días. Como si estuviera herido.

¡Acaso he sido mala!

―Suerte con la clase de mañana ―dice y suena como una despedida.

―¿No irá? ―me apresuro en preguntar.

―Bueno, se supone que tu irías por mí. ―Sonríe de nuevo y sin perder tiempo, se gira y se va hacia su auto.

Me quedo de pie mirando como se marcha. Mi pecho se arruga porque me siento sin el derecho a sentirme bien o mal con todo lo que causé; pero que esperaba. Todo es mi culpa, nadie me mandó a poner mis sentimientos de niña tarada... en él...

Voy hasta Albert que lleva rato esperándome, y lo único que me alivia de todo esto es que no es el odioso de Bob el que está allí. Entro al auto y le pido que me lleve a casa de Brice. Como es de esperar me mira espantado. De alguna forma se siente como si fuera a meterme en la boca del lobo, y lo único bueno es que el lobo gracias al cielo, no está allí. Él y mi padre están en una convención de negocios y estarán de regreso hasta el lunes. De no ser así, no me atrevería ir a visitar a Brice.

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Deseándote en silencio✔Onde histórias criam vida. Descubra agora