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―¿Estás lista? ―Eleonora pregunta como por segunda vez.

No he pasado una buena noche después de lo de ayer y estoy tan despistada y pensativa, preguntándome una y otra vez cómo voy a hacer cuando llegue al colegio, que no me percato de nada de lo que sucede a mi alrededor.

―Sí, ya voy por mis cosas.

Me levanto de la mesa del desayuno. Casi ni pude comer todo, mi cabeza todavía duele un poco por el rezago.

―Leah ―llama mi atención cuando ya me he levantado de la mesa. Me giro hacia ella arrugando el gesto―. ¿Vas decirme por fin que te pasó ayer?

Doy un largo suspiro antes de hablar. Pude esquivarlo anoche porque realmente llegué echa un desastre y mi adorado padre no estaba en casa. Ella parecía muy preocupada; pero es porque cree que hice eso por los repentinos planes de papá y en el fondo se siente culpable.

―Ya te lo dije. Me escapé a una fiesta con Brice para no tener que verle la cara a Bob.

―No creo que sea toda la verdad.

―¡Pues lo es! ¿Crees que estoy feliz con sus planes?

―Leah, por favor.

Ella me mira resignada. Finalmente es así, y ni ella puede cambiarlo.

―¿Qué más podría ser? ―persisto.

Y la verdad no miento. La única razón por la que acepté irme con Brice, fue esa. Y fui afortunada de que mi padre no se enterara. Salió a un viaje de negocios de última hora precisamente con Bob.

Suspiro hondo, ni siquiera quiero saber que negocios hacen juntos.

―Está bien. Te creo, solo no lo vuelvas a hacer. no quiero que tengas más problemas con tu padre.

―¿Se lo contarás cuando regresé?

―No, Leah ―afirma.

Me devuelvo hacia ella y la abrazo. Antes de que me escondiera los planes de papá ella siempre había sido buena conmigo. No puedo decir que ha llenado el espacio que dejó mamá, pero ha hecho lo posible para que yo no sienta duro su ausencia.

―Gracias por cubrirme con papá y el viejo Bob ―digo besando su mejilla.

Sé que no lo hará.

―Fue solo suerte, así que ya deja de perder el tiempo. Se te hace tarde.

Me suelto de su abrazo y subo rápidamente las escaleras. Recojo mi morral y al hacerlo, las cartas salen desperdigadas de él. Una que ya leí, llama notablemente mi atención. Exhalo bajo, e inconscientemente me llevo los dedos a mis labios recordando el beso de Brice, fue tan diferente del primero..., y sus palabras...que por un breve momento tengo que aceptar que me alegraron... ¡Demonios!, no puedo pensar en él de esa manera, las hago a un lado todas incluyendo esa. Las quemaré todas después. Todas. Sacudo el pensamiento de mi cabeza que intenta hacerme creer que en realidad puede hacer algo, porque no hay nada que pueda hacer contra su propio padre. Me apresuro en salir.

Llegamos a tiempo a la escuela, y me apresuro directamente a mi primera clase, ruego por no tropezarme con el profesor. Ahora que lo pienso mejor, lo que hice fue una gran estupidez. Y en cuanto a Brice, también preferiría no encontrármelo, aunque iba a ser difícil, él y yo vemos varias clases juntos.

El día transcurre con normalidad y finalmente las clases fueron pasando una a una y para mi sorpresa, Brice no apareció en ninguna, ni me lo encontré por ningún lado. Antes de salir de la escuela me dirijo a mi casillero, había evitado hacerlo en mi llegada para evitar a Brice, o al profesor; sin embargo, con su ausencia no tenía caso esconderme. Al abrirlo, me sorprendo al no encontrar por primera vez, ninguna carta. Siento un raro alivio, miro hacia todos lados sorprendida. No había nadie para mirarme y la sensación era extraña. Que yo abriera mi casillero y lo encontrara abarrotado de cartas era un acontecimiento del que todos estaban pendientes. En el fondo estaba segura que era porque muchos esperaban ver que por fin abriera alguna. Pero, ¿de qué me quejo?

―Señorita, Clarkson ―la voz del profesor me sobresalta sobremanera, tanto que no pude cerrar la puerta del casillero mientras observaba sus lustrosos zapatos entrar en mi campo de visión―. Leah ―susurra mi nombre y la conmoción se hacen más grande, aún.

En este momento no sé qué hacer. Cierro a fuerza la puerta del casillero y sin levantar la mirada doy la vuelta. Tal vez, mejor deba... huir.

―Debo irme... profesor... Albert ya vino por mí...

―¿Eres consciente de que me debes una explicación? ―espeta, más que preguntarme.

Eso me hace detener. Aunque suene tan personal, su voz es realmente seria.

―Lo siento ―digo.

Empiezo a caminar, y cuando creo que voy a lograr escaparme su mano aprisiona mi brazo haciéndome girar hacia él, enfrentándome con su adusta mirada, esa que tanto me gusta y ahora no luce muy feliz. Tampoco está muy enojado, daba la sensación de estar... preocupado. Me suelta en el acto, retrocediendo como si la acción lo hubiera avergonzado también y eso fue de lo más extraño.

―Lamento eso ―se disculpa―; pero, preferiría que no huyeras ―añade.

Trago grueso.

―Fue... fue una... broma ―murmuro.

―¡Que! ―exclama contrariado.

―Lo del teléfono, fue una broma ―digo más firme.

―¿Una broma? ―pregunta con la misma expresión.

―Perdí una apuesta, y hacer eso fue mi castigo. No tiene de que preocuparse. De verdad lo siento mucho si lo incomodé ―miento sin titubear y por su cara desencajada me da la impresión de que estaba desilusionado... o eran invenciones mías―, prometo que no volverá a pasar y espero que esto no afecte las clases de los sábados ―añado intentando parecer contundente y seria, espero por su respuesta.

Él sigue mirándome de igual forma, haciendo que mí determinación por mantenerme tranquila estuviera a punto de irse al caño. Finalmente se aclara la garganta y se prepara para hablar.

―Espero no se vuelva a repetir esa clase de bromas, tengo buenas referencias suyas, señorita Clarkson. Y no falte el sábado ―dice con un deje de gelidez repentina en su tono, da la vuelta y se marcha. Y supongo que no podía esperar otra respuesta.

Mi corazón se arruga al verlo irse; pero no puedo hacer nada, aceptar que lo que dije era cierto solo le traería problemas que no se merece. Cabizbaja salgo de la escuela. Al llegar al auto, Albert me repara preocupado.

―¿Pasa algo, señorita? ―Hay preocupación en su voz.

―No. Todo está bien. ¿Puedes llevarme a casa?

―Claro que sí ―contesta.

También me sonríe amable abriendo la puerta. Subo al auto y por alguna razón estar libre del acoso de Bob, de las cartas, y no verme con Brice, no parecía satisfacerme. Debería estar feliz y no, me sentía deprimida; pero a quien engañaba, mi evidente frustración se debe a que no fui capaz de ser sincera. A lo mejor y dejé escapar mi única oportunidad... si es que la tenía...

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Deseándote en silencio✔Where stories live. Discover now