00 | Golpes

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El cielo celeste comenzaba a nublarse en señal de que en poco tiempo empezaría, de seguro, un feroz aguacero. Fenómenos como estos eran comunes para todos los habitantes, debido al clima que se estaba gestando sobre la ciudad. Apenas se percató de esto, Olivia Davis tomó en brazos a su pequeña y tozuda hija, que segundos antes había estado golpeando sin piedad a un inocente niño que jugaba en los columpios del parque.

—Alessa, no, eso no se hace —la regañó al percatarse de que, aún cuando la había levantado en brazos, la pequeña seguía queriendo atacar al niño con las piernas. Después de esto, miró a la desdichada víctima de su hija y lo reconoció. Aquel era un niño solitario que siempre iba al parque a distraerse en los columpios que este tenía, pero que nunca hablaba con nadie. Olivia lo recordaba. Lo había visto varias veces anteriormente, mas nunca se había preguntado por qué ese niño siempre estaba solo.

Nunca pasó por su mente aquella interrogante, incluso cuando algo dentro de ella le decía que eso no era normal. De un momento a otro, el hecho de ver a aquel niño con ganas de llorar —a causa de los golpes de su hija— la conmovió y, olvidando la posible presencia de lluvia, bajó a su niña de sus brazos y se dispuso a hablar con el otro pequeño.

—Hola, ¿cómo te llamas, cariño?

El niño no quiso responder. Era obvio, aquella era cómplice de su agresora y no había hecho nada mientras esta lo torturaba. La verdad es que Olivia había estado revisando algunas cuentas mientras su hija lo maltrataba, es por esto que no se había percatado sino hasta que lo vio con sus propios ojos.

—Puedes confiar en mí, jovencito —insistió la mujer—. No te voy a hacer daño. 

El pequeño pareció reconfortarse un poco con lo último que escuchó provenir de los labios de aquella mujer, sus ojos brillaron como si nunca hubiese escuchado esas palabras; sin embargo, su expresión volvió a decaer cuando escuchó cierta voz incesante una vez más.

—Pero yo sí —intercedió la niña.

Su madre le dedicó una mirada fulminante, de esas que advierten cuando alguien está a punto de perder la paciencia. Ante esto, ella se asustó y decidió mantenerse al margen guardando silencio.

—Stephen.

Finalmente el niño confesó su nombre, con voz suave cargada de inseguridad y melancolía. Sus palabras salieron tan tristes que incluso Olivia sintió ganas de derramar algunas lágrimas, pero lo que hizo en vez de eso fue sostener del hombro al pequeño, que tenía la frente roja a causa de un golpe de su hija. Esto la enfureció y miró bastante enojada a la niña. Luego, volvió a centrar su atención en Stephen y su corazón se entristeció. Más que nada al sospechar que aquel niño no tenía a nadie más en la vida. Por un momento llegó a pensar que era un huérfano que rondaba por las calles de la ciudad e iba de parque en parque distrayendo su mente con los juegos que había en ellos, pero entonces alguien apartó bruscamente la mano de Olivia del hombro del niño.

—Pero, ¿qué le has hecho a mi hijo? —gritó una mujer enfurecida. Al parecer era la madre de Stephen que ahora se mostraba furiosa por el aspecto que traía su hijo. Olivia la miró confundida.

No había tenido tiempo para pensar en una respuesta, todo había pasado muy rápido.

—Yo no le he hecho nada, señora, pero usted sí le está haciendo un daño muy grande dejándolo solo.

Buscando tu atención [SB#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora