05 | Maneras de callarte

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Abandono Midtown dejando a Stephen en silencio, sin que este tenga tiempo de responder a mi proposición

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Abandono Midtown dejando a Stephen en silencio, sin que este tenga tiempo de responder a mi proposición. Ni siquiera me molesto en volverme para ver qué es lo que hace, simplemente abro la puerta de la salida y me alejo de las inmediaciones de la escuela. Trato de mostrar mi semblante habitual mientras camino por las calles que rodean el patio, pero el sabor a victoria no me permite hacerlo completamente. Podría decirse que mi humor está como ayer cuando fui al trabajo.

—Alessandra, ¿verdad?

Una voz desconocida me obliga a detenerme. Al girarme, me encuentro con el estrafalario nuevo amigo de Nadia, cuyo nombre no recuerdo, ni me molesto en hacer el intento.

—Sí. ¿Se te ofrece algo?

Miro a ambos lados para comprobar si es que de verdad es a mí a quien le ha hablado. Todavía no me termino de creer que se haya dirigido a mí sin que haya alguien más cerca. La mayoría de chicos de la escuela no lo hace por la fama que me han puesto de matona. Ellos temen que los mande al hospital si es que atreven tan solo a saludarme. Me causa gracia la exageración, pero no me molesta el hecho de que, debido a eso, los descerebrados hormonados de nuestros compañeros tampoco se me acerquen.

Ese apodo es más un regalo que otra cosa.

—No, solo te quería saludar —manifiesta acercándose—. Nos presentaron hoy, ¿sí recuerdas mi nombre, no?

—La verdad, no.

En vez de amilanarse por mi tono de voz, el tipo sonríe. Sí que es raro.

—Soy Edward de la clase "C", pero puedes llamarme Ed.

Asiento lentamente y observo mi reloj de pulsera. Se me hace tarde para llegar al trabajo, pero antes debo dejarle claro algo: no me va eso de llamar a las personas que recién conozco por los diminutivos de sus nombres; tan solo lo hago con aquellos amigos que considero cercanos, como Quentin y Nadia. Apenas conozco a este tal Edward. No puedo llamarlo con esa confianza; por ese motivo, omito sus últimas palabras y lo llamo como él mismo se presentó.

—De acuerdo, Edward de la clase "C". Me tengo que ir.

Retrocedo un par de pasos, aún teniéndolo frente a mí. Él asiente, sin quitar la sonrisa de su rostro, aunque esta vez, parece también un poco confundido. No me quedo para averiguar si es así o no, así que después de haber expresado mi retirada, me giro completamente y camino rumbo a casa para recoger mis cosas del trabajo.

Cuando llego a Saffari después de haberle expresado el precio de su diario a Stephen, lo hago con tan grande sonrisa de satisfacción implantada en el rostro, que mis compañeras de trabajo creen y dan por hecho que estoy saliendo con alguien. De inmediato estoy a punto de exponerles que mi buen humor del día de hoy no tiene nada que ver con ningún chico, pero me detengo cuando reparo en que, si digo eso, estaría mintiendo. Lamentablemente, la causa de todo esto sí es un chico, y es nada más que el molesto de Stephen Boward. De seguro en este momento debe estar lamentándose por haberse metido conmigo, por haber intentado molestarme, por haberlo hecho frente a toda nuestra clase en Gimnasia. Me imagino también lo mucho que ha de estar odiándome, pero que lo haga no me disgusta, más bien me complace. Si tan solo pudiera ver su expresión desconcertada otra vez.

Buscando tu atención [SB#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora