Capítulo 6

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No se entendía, él mismo no entendía lo que hacía y porqué se comportaba de esa forma

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No se entendía, él mismo no entendía lo que hacía y porqué se comportaba de esa forma. Nunca se había sentido tan imponente y confundido a la vez. La situación, las acciones, las historias... Todo hacía que sus pensamientos no actuaran uniformemente. Pero sólo tenía una cosa bien en claro.

Debía ayudar a Xavier.

Y estaba seguro que Hernesto pensaba lo mismo.

Aun sabiendo eso, toda la historia que les contó Gadné hacía que se estremeciera de tan sólo recordarla. Le daba aun más pesar saber que Xavier pasaba por la misma situación, cuando días antes sonreía como si no ocurriera nada, sonreía como si todo su mundo fuese fenomenal. Recordó ese característico brillo en sus ojos al comentarles sobre Gadné, su sonrisa extrovertida y su ánimo tan vívido. ¿Cómo no se dio cuenta de lo que le ocurría? Era tan importante y en ningún momento se dio cuenta de ello.

Sintió que no conocía a Xavier. Con sumo esfuerzo intentó ponerse en sus zapatos. ¿Qué haría él si Mérida desapareciera? Su hermana podía ser una molestia la mayoría de las veces, siempre era muy pesada, se unía con frecuencia a las bromas de su madre, sólo que de una forma más intensa. David muchas veces tuvo que tragarse las inmensas ganas de gritarle, al fin y al cabo era el hermano mayor y debía comportarse como tal, aparte que tenía terminantemente prohibido alterarse. Mérida era una chica que estaba pasando por la pubertad, sus actitudes eran muy normales. A pesar de todo la quería, era su hermana y había pasado muy buenos momentos con ella, no deseaba perderla. «Pero Xavier la perdió»

Gruñó para sí mismo y le dio un golpe a la cama.

Ya había pasado un día desde que hablaron con Gadné. Esa tarde, después de haberse sentido tan frustrado se fue dejando a Hernesto con la joven. Le hizo un ademán pidiéndole que no le siguiera y el castaño le hizo caso. David se fue dejando a la chica un poco sorprendida, sin embargo de su boca no salió ningún tipo de despedida.

Caminó sin rumbo por diversas calles, entre las algarabías de las personas, sin ánimos de internarse de nuevo en esa historia que no le provocaba un buen augurio. Seguía dudando. No quería creer en nada de lo que se había enterado horas antes. La prueba de esas veracidades era Xavier, su mejor amigo, así que era lógico que creyera.

Sus pensamientos iban y venían como las olas del mar en un día muy soleado. De la misma forma se encontraban las aguas de su meditabunda mente. Ni si quiera detenerse a tomarse una pastilla hizo que dejara de cavilar.

Continuó caminando absorto en sus pensamientos. Por unos minutos se detuvo a observar a las personas que andaban de un lado a otro. Veía en sus rostros tantas emociones como las de él en ese momento. Cada individuo parecía estar encerrado en su propio mundo, recorriendo el mismo camino casi de forma mecánica. Muchos parecían tener tantos problemas encima que daban la impresión de cargar un saco sobre sus hombros. Observó entonces la basura tirada en pequeños rincones de la calle; bajo árboles o al lado de botaderos repletos de desperdicios. «¿Así es la ciudad de Arlesia?» Recuerda haberse preguntado en un momento. Sin embargo se detuvo en un lugar inesperado.

La diosa del bosqueWhere stories live. Discover now