Capítulo 13

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Despertar no significó un buen augurio para él

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Despertar no significó un buen augurio para él. Una oleada de recuerdos inundó su mente como un huracán. Se sintió aturdido por la cantidad de imágenes que veía, de su huída, de sus amigos, de cómo terminó casi muerto, y luego el terror sentido por saber que seguía en el bosque. Tuvo el inevitable impulso de gritar.

Se contuvo al notar el lugar en el que estaba. Las luces blancas, el olor a desinfectante, a líquidos, el pitido del monitor que le decía que aún seguía vivo... Estaba en un hospital.

No sabía cómo había llegado, lo último que recordaba era el rostro de aquella mujer. Cerró sus ojos y se concentró en la suavidad de la almohada, sintió como el peso de su cabeza se hundía en la comodidad que le brindaba. Intentó respirar con normalidad, tranquilizar los latidos de su corazón como alguien que intenta domar a un león. Pero al momento de cerrar sus párpados vio la imagen de aquella chica.

Sus ojos verdes, tan brillantes como dos esmeraldas relucían en su memoria. La imagen de ella era tan vívida que sintió el impulso de tocarla. Era hermosa. Su rostro tenía miles de pequeños puntos rojizos, como si fueran estrellas en esa piel tan blanquecina. Sus ojos, aunque irradiaban odio, podían hipnotizar a cualquier persona. Y su cabello, tal vez el aspecto que más le impresionó, fue aquella melena de león color rojo que le caía sobre los hombros.

«Ella asesinó a tus amigos —recordó—. Ella... todo es su culpa»

Abrió sus ojos de nuevos para detallar su entorno. Parecía estar en una pequeña sala de emergencia, a los lados habían cortinas azules en donde seguramente estarían otros pacientes. No reconocía el hospital, sólo que le estaban dando atención médica gratuita, como en la mayoría de los centros médicos en Arlesia. Él tenía un seguimiento en una pequeña clínica con un doctor recomendado por el antiguo, que tuvo que dejar atrás al momento de mudarse de ciudad.

Volvió a cerrar sus ojos, cansino. Estaba preocupado por sus padres, por sus amigos. No quería pensar en ello, no contribuiría a mejorar su estado y lo sabía a la perfección. ¿Cómo evitarlo?

Abrió sus ojos cuando escuchó el abrir de las cortinas. Una enfermera entró con unas gafas sobre su nariz. Tenía el cabello rubio amarrado en una coleta. Llevaba una carpeta en las manos, y si se sorprendió al ver a David despierto, no lo demostró.

—Vaya, ya era hora que despertaras —dijo con una voz aguda. Se acercó a él y le examinó con mucho cuidado ambas piernas. La última vez que las había visto, estaban hinchadas, pero esta vez era distinto. Se encontraban mucho mejor que la última vez. ¿Por cuánto tiempo había dormido?—. Se ven mucho mejor —agregó la enfermera.

—¿Qué me pasó? —preguntó con voz ronca. Se reincorporó con lentitud, aún se sentía adormecido, más débil de lo normal. Sentía la garganta seca, y como si la enfermera hubiera leído sus pensamientos le acercó un vaso con agua que él aceptó gustoso.

—Un guardia te trajo al hospital. Dijo que habías salido corriendo del bosque y que no tardaste en desplomarte en el suelo. Cuando llegaste tus piernas estaban muy hinchadas, algo moradas. La ropa estaba sucia. Nos tardamos en saber qué tenías, tuvimos que hacerte varios análisis. Nos sorprendimos mucho por tu estabilidad cardiaca. ¿Qué ocurrió que te hizo correr? —Negó con la cabeza—. Disculpa, hago puras suposiciones. ¿Sabes? Mejor descansa un poco, has tenido un día... o un par, algo agitados. Pronto el doctor encargado en tu caso vendrá a hacerte preguntas y algunos análisis.

La diosa del bosqueWhere stories live. Discover now