Capítulo 7

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El sol casi llegaba a su apogeo

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El sol casi llegaba a su apogeo. Las nubes ese día no parecían querer protagonismo, pues muy pocas desfilaban en el cielo, de un azul tan vívido como el mar. La plaza al frente del bosque se llenó paulatinamente de más transeúntes, la mayoría eran deportistas que trotaban o seguían rutinas de ejercicio con audífonos en los oídos. Los árboles brindaban sombra a quienes querían descansar en la grama, y otros simplemente preferían sentarse en bancos por la acera de piedrita.

Más allá resonaban los autos por la carretera, acelerando o pitando a quien se detuviera por mucho tiempo. Sin duda la mañana había avanzado y todo el ambiente que se respiraba era ese: la rutina.

Sin embargo, en uno de los bancos de la plaza, dos jóvenes que se habían saltado las clases cavilaban en silencio, cada uno metido en sus propios pensamientos. David en específico lo pensaba mucho; se imaginaba escenarios que iban desde los mejores e idóneos, hasta los más fatálicos.

Entre los buenos estaban, por supuesto, el convencer a Xavier luego de contarle todo lo que sabía, de no ir al bosque. ¿Para qué? Nadie entraba, no era necesario que ellos fueran a averiguar qué habitaba allí. Sin duda alguna, en sus planes no entraba ser asesinado por un árbol. Por otro lado, el escenario más caótico terminaba con sus cuerpos inanimados guindando en algún roble, tal como las bambalinas en los pinos de navidad.

David finalmente miró el reloj. Soltó un suspiro quejumbroso. Ya eran más de las doce del mediodía y continuaban allí sin saber qué hacer. Hernesto había propuesto ir otro día, darle más tiempo de pensar. Pero ambos sabían con exactitud que entre más días pasaran, se acrecentaría su intención de ir.

Sacó de su mochila un envase con agua y la caja de unas pastillas, se le había olvidado que debía tomarlas. Después de eso miró a Hernesto que guardaba silencio, pensativo. Carraspeó para llamar la atención del castaño lo que logró de inmediato.

David sonrió queriéndole transmitir apoyo a Hernesto pues ambos tenían la misma preocupación, temían de las acciones de Xavier. Él era el más impulsivo de los tres, tal vez se debía a su personalidad extrovertida. David no lo era tanto, pensaba demasiado sus acciones como para cometer más locuras de las que debía.

—Tranquilo, ¿somos sus amigos, no? Evitaremos juntos que cometa alguna locura —David sonrió y le tocó el hombro a Hernesto; el castaño asintió e inmediatamente se vio más animado que antes.

Cuando el reloj marcó la una de la tarde, decidieron moverse. La cantidad de personas en la plaza había disminuido, lo más seguro por el hecho de tener cosas importantes que hacer. Al igual que ellos. «Si Mahoma no va a la montaña, entonces la montaña va hacia Mahoma»

Tomaron el primer bus que vieron. Iba casi vacío y se sentaron en unos asientos azules. David se iba a sentar del lado de la ventana como usualmente lo hacía. Decidió con rapidez que tal vez no era la mejor opción, así que dejó que Hernesto ocupara ese lugar.

La diosa del bosqueWhere stories live. Discover now