Capítulo 29

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Deseó que ese momento jamás acabara

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Deseó que ese momento jamás acabara. Podía sentir su respiración, tan calmada y relajante como el viento que de vez en cuando pasaba para refrescarlos. Recostada sobre su pecho había encontrado la paz que sólo hallaba en el bosque, o junto a su familia. Se sentía protegida aun cuando no quería que él arriesgara su vida por ella.

—He visto a unos cuantos caballeros patrullando las calles —dijo él rompiendo el silencio.

—¿Si? Yo no he visto ninguno —repuso calmada.

—No me agrada. Se ha corrido un rumor de que hay otra bruja en el pueblo —Laurel se removió, incómoda. La bruja de esa mañana apareció en su mente tan clara como la primera vez—. ¿Ocurre algo?

—No me agradan —admitió—. Y pensar que me toman por una de ellas...

—Si fueras una serías la bruja más hermosa de todas. —Dairev plantó un tierno beso en su frente—. Por ti me convertiría en un verdugo, de esos que asesinaría a cualquiera que osara lastimarte.

—No —rió—. Prefiero que seas así, únicamente el Dairev que amo ¿De acuerdo? —Él asintió.

—¿Le contarás a tu madre lo que te dije hoy?

—No, si lo hago probablemente se preocupe y no me dejará venir. —Se volvió hacia él con una sonrisa—. No quiero dejar de verte, así que será nuestro pequeño secreto.

—Puedo ir a tu casa, así no tendrías que exponerte tanto a este mugriento pueblo —expuso, jugando con los rulos rojizos del cabello de Laurel—. Entre más alejada estés de este lugar, mejor.

—¡No tienes porqué sobreprotegerme! Puedo cuidarme sola, además, no huiré. Si en algún momento me llegan a acusar directamente de brujería diré la verdad; demostraré que no soy lo que piensan. —Dairev se enterneció al ver la determinación en sus ojos verdes. Eran unas palabras osadas, pero llenas de inocencia. Él sabía a la perfección que ese pueblo jamás le creería. La soberbia y el escepticismo merodeaban en cada corazón plebeyo y noble que habitaba allí, era casi imposible que alguien en algún momento creyera las palabras de una jovencita como ella.

—Te diré la verdad —musitó con una semi sonrisa—. No te van a creer.

—¿Por qué? —espetó frunciendo su ceño.

—Porque todos son así. Creen en lo que quieren creer; juzgan sin conocer; señalan a los extraños y chismorrean cada asunto privado que puedan. ¿Crees que le darán credibilidad a lo que tú digas? —Negó mirándola directamente—. No lo harán Lu. Necesitan un culpable cuando algo malo acontece, ¿crees que si algo le llega a ocurrir a este pueblo te dejarán en paz? Tú y tu familia estarán en peligro.

—¿Entonces debo esconderme detrás de las faldas de mi mamá? Si es como dices entonces nada los detendrá. ¿Crees que estaré a salvo en mi casa?

—No —admitió cabizbajo—. Pero estarás más protegida que viniendo todo el tiempo al pueblo.

Se quedaron en silencio, mirándose a los ojos con seriedad. Laurel no sabía exactamente qué responderle, así que sólo le quedaba rezarle a los dioses para que nada peligroso ocurriera en el pueblo. Si ese era el caso entonces no podía tan si quiera imaginarse que ocurriría con ella y con su familia.

La diosa del bosqueTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon