Capítulo 17

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Habían sido demasiadas cosas en un solo día

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Habían sido demasiadas cosas en un solo día. Demasiadas emociones que experimentó en tan solo unos momentos. Acciones, misterios... todo se salía de la realidad. Todo era demasiado confuso y aberrante.

«Guardián, magia, animales, bosque. Guardián, magia, animales, bosque» Se repitió en todo el trayecto a casa. Era algo que debía digerir con calma. ¡Pero vaya día! Al principio creyó que jamás saldría vivo de allí. Sorprendentemente lo había logrado, y aunque no lo pensara en aquellos momentos, era un avance.

Sin embargo, algo arraigaba en su ser que no era odio. Aquella persona, la guardiana de aquel lugar le despertaba una curiosidad que solo sentía al ver algo desconocido. Ella no era como Gadné que ocultaba su dolor con indiferencia, y al mínimo momento mostró su verdadera personalidad. Ella era muy distinta a las personas que había conocido. «Me pregunto si también llorará —pensó. Negó casi al instante, desechando la idea con rapidez—. No, es un mounstro, y ellos no lloran»

A pesar de su curiosidad por conocerla, sentía odio. Uno que había surgido al escuchar sus palabras de desdén y cólera. ¿Quién era ella para decidir que hacía o qué no con las personas? Sus amigos eran fieles a lo que ella tanto protegía, ¿por qué quitarle aliados a la naturaleza?

Mientras iba en el transporte, pensó en todo lo que había vivido en tan solo unos segundos. Lloró, tembló, y al final se fue con una sonrisa que ocultaba sus pesares. Debía admitir que entrar en contacto con tantos animales a la vez era algo nuevo para él. Usualmente huían de ellos cuando se le cercaban, como si tuvieran miedo de algo o alguien. Pero aquellos no habían escapado temerosos, al contrario, se acercaron con la curiosidad de un niño pequeño al ver algo nuevo. Acariciarlos fue extraño; emocionante y alegre, tanto que le fue fácil olvidar el mal rato con la guardiana. Claro, hasta que volvía a recordar su apatía, entonces inmediatamente un mal sabor impregnaba su boca. Amargo.

Sentía una indignación al pensar en ella, al... creer que su corazón de piedra se ablandaría al verlo tan débil y vulnerable. Sus lágrimas no lograron el efecto que en lo profundo de su ser esperaba. Al llorar, al escuchar aquellas palabras, su mundo se había derrumbado por completo. Frunció su ceño, decepcionado. En ese momento debía ser perspicaz, así que esperó usar aquella escena como un arma de doble filo. Había sido ingenuo, era una guardiana. ¿Cómo se supone que engañas a una guardiana?

—Guardián, magia, animales, Dioses —murmuró mientras se bajaba del bus. Ya solo le faltaba caminar unas cuadras más y llegaría a su casa, pero su cabeza se había quedado en el bosque.

Cuando salió de él, el cambio del ambiente, del aire... había sido palpable. Sus pulmones dejaron de recibir aquel tenue dulce que llevaba el aire consigo. Resultó extraño, pues empezaba a acostumbrarse a él, hasta que se dio cuenta que faltaban pocos minutos para las seis. El guardia se sorprendió cuando cruzó la verja, quizá no recordaba que alguien hubiera entrado.

Llegó a su casa lánguido. No tenía ánimos de nada, todavía tenía demasiadas cosas que pensar y analizar. ¿Y si era todo un sueño? Imposible, no podía continuar engañándose de que aquel ser que cuidaba el bosque no existía. Era tan real como el grito que le estrujó el alma. Recordar el bramido, el bombeo de su corazón acelerado fue como imaginarse caer por una ladera escarpada. Se lastimaba con tan solo recordarla, golpeándose con piedras en forma de palabras e hiriendo su alma.

La diosa del bosqueWhere stories live. Discover now