Capítulo 35

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Ese día regresó a su casa consternado

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Ese día regresó a su casa consternado.

Tenía tantas dudas arremolinadas, que de tan solo buscarle una respuesta a cada una le hacía doler la cabeza. La primera gran incógnita era la actitud de Forest. Quizás ella no lo hubiera notado, pero él sí. Algo andaba mal con ella, y eso le preocupaba.

—Logró evadirme —había murmurado cuando se bajaba del bus—,no lo logrará una vez más.

Los últimos días de su vida se la pasó agobiado e inquieto. Tenía ya dos jornadas sin ver a Forest, sólo porque su madre se había empecinado en ir el fin de semana a la playa. David no recordaba cuando un viaje así fue tan triste.

Su familia se mantenía alegre, ajenos a las preocupaciones del muchacho. Mérida se divertía con dos de sus amigas. Al verlas tan felices volvió a sentir un vacío en su pecho, ese que le decía que le faltaba una parte fundamental de su vida.

Sentado bajo un sombrajo comenzó a imaginarse lo que estarían haciendo Xavier y Hernesto junto a él. «Xavier estaría allí —Miró al frente—, buscando una buena escena para capturarla con su cámara. Hernesto... él estaría halagando las delicias de mi madre, incluso si no tienen sal. Se divertiría como un niño pequeño haciendo castillos de arena y me invitaría a derrumbarlos» Sonrió con nostalgia justo en el instante en que la imagen cobraba vida.

—¡Venga señor alegría! Hay que hacer otra torre y mis manos ya están ocupadas —dijo Hernesto, sonriente. Parecía tan real que estuvo a punto de contestarle.

—¡Hey! ¡Chicos! Vengan, hay que tomarnos una foto. Nuestro álbum veraniego no se llenará solo —canturreó Xavier mientras que con una mano se acomodaba las gafas. Su piel morena al descubierto brillaba por la intensidad del sol.

—¡Caray! Pero si llevas más de veinte minutos en el mismo lugar ¿No has tomado ni una? —replicó el castaño. Se levantó con cuidado de no derrumbar su obra, y se acercó a Xavier—, ¡venga señor alegría! Hay que tener unas cuantas fotos más de las que alardear.

David sonrió. Las olas del mar se batían con fuerza, las gaviotas graznaban con alegría, las personas caminaban bajo el inclemente sol charlando con naturalidad; los niños corrían por doquier, y los vendedores ofrecían sus productos con ahínco. El sol y el ambiente playero hacían de lo suyo. Pero más allá de todo a su alrededor, estaban ellos dos, tan reales que quiso levantarse y tomarse la foto. Tan reales que tuvo el deseo de abrazarlos. Sabía que era inútil.

—No es real —musitó al viento, quien se llevó la figura de Xavier y Hernesto como si se llevara la arena. Cerró sus ojos para verlos de nuevo. Volvió a sentir una presión en su pecho ¡Cuánto los extrañaba!

—¡David, vamos a tomarnos una foto! —Abrió sus ojos de repente, reaccionando a la voz de Xavier, prontamente comprendió que no había sido más que una ilusión. Mérida lo miraba impaciente mientras que su cabello castaño se le pegaba al cuerpo.

La diosa del bosqueWhere stories live. Discover now